Normativa sobre alumbrado

Freno al exceso de luz nocturna

La ciudad de Barcelona y los municipios próximos, observados desde la Estación Espacial Internacional (ISS)

La ciudad de Barcelona y los municipios próximos, observados desde la Estación Espacial Internacional (ISS)

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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Las fachadas de todos los edificios de Catalunya no podrán estar iluminadas exteriormente con focos u otros dispositivos más allá de la medianoche -o la una de la madrugada en verano- como medida para limitar la contaminación lumínica, un problema que no para de crecer pese a sus implicaciones ambientales, astronómicas, económicas y hasta de salud. Además, salvo excepciones como fiestas patronales u otras fechas señaladas que establecerán los ayuntamientos, durante el horario permitido la iluminación nunca podrá ser desde el suelo hacia arriba, sino siempre al revés. Estas normas, que forman parte de un decreto sobre alumbrado aprobado por la Generalitat, sustituyen un texto anterior recordado negativamente por un recurso que lo llevó a los tribunales y lo paralizó por completo.

En la práctica, el decreto implica que deberán dejar de iluminarse hasta altas horas de la noche campanarios de iglesias y otros edificios emblemáticos que actualmente cuentan con potentes focos en su base, pone como ejemplo Pere Horts, vicepresidente de Cel Fosc, asociación contra la contaminación lumínica. También quedan incluidos polígonos industriales que no puedan justificar su excepcionalidad.

Algunos municipios ya habían aprobado con anterioridad normativas similares, entre ellos Barcelona, que cuenta con un plan director de iluminación en vigor desde el 2012. En la capital catalana, como recuerdan fuentes del ayuntamiento, los edificios -incluyendo superficies comerciales y edificios simbólicos como la Sagrada Família- solo pueden iluminarse de jueves a sábado y entre las ocho y las doce de la noche. La única excepción permitida son los láseres que iluminan las columnas de Montjuïc.

Assumpta Farran, directora general de Qualitat Ambiental en el Departament de Territori i Sostenibilitat, destaca entre otros aspectos que el decreto divide Catalunya en cuatro zonas en función de la «vulnerabilidad del medio nocturno». «No podemos ser igual de estrictos en una ciudad que en un parque natural o una zona de especial interés para la astronomía», pone como ejemplo. El decreto, prosigue, solo permite la iluminación nocturna de las pistas de esquí durante un máximo de 200 horas anuales, «y nada si se encuentra en una zona de máxima protección», y también restringe el alumbrado de seguridad en los parques eólicos, tal y como reclamaban algunos ayuntamientos.

Rótulos luminosos

En cuanto a reclamos publicitarios, la norma dice que la instalación de un rótulo luminoso jamás podrá aumentar en un 50% la iluminación media de la calle donde se encuentra. En horario nocturno, además, «solo se permite el funcionamiento de rótulos luminosos (...) que sirvan para la localización de servicios, como farmacias, transportes públicos, hoteles o gasolineras. Finalmente, el decreto obliga a los ayuntamientos que todavía no lo han hecho a cambiar el alumbrado viario con globos de mercurio por sistemas más eficientes y menos contaminantes. «Calculamos que quedan unas 25.000 farolas con este sistema», dice Farran.

La ley de contaminación lumínica de Catalunya fue pionera en el momento de su aprobación, en el año 2001, pero las cosas han cambiado tanto desde entonces -ni siquiera había leds en el mercado- que era urgente contar con un nuevo texto legal, afirma Horts. «Hemos negociado cuatro años con ambientalistas, científicos, fabricantes y comerciantes para lograr un texto de consenso», dice satisfecha Farran. «Claro que nos hubiera gustado que el decreto fuera un poco más lejos -dice por su parte el vicepresidente de Cel Fosc-, pero es el mejor de los posibles en las actuales circunstancias. Hemos de ser realistas porque había muchos intereses en juego».

Gasto energético

«Reducir un poco el derroche actual no tiene más que beneficios -insiste Alejandro Sánchez, investigador de la Universidad Complutense de Madrid-. Las ciudades españolas son las más iluminadas de Europa. Y Barcelona no está tan mal como Valencia, pero está mal».

Los cambios que implica la nueva normativa supondrán un ahorro anual de 92 millones de euros, según estimaciones del Departament de Territori, lo que supone «tres veces más de lo que Catalunya ahorra con el cambio horario». También supondrá una reducción de la emisión de óxidos de nitrógeno equivalente a la generada anualmente por 900.000 vehículos.