BIODIVERSIDAD URBANA

5.000 cotorras en Barcelona

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ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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"Mientras son pocas, pueden resultar simpáticas, pero crecen de forma exponencial y luego frenarlas es cada vez más difícil", resume Joan Carles Senar, jefe de investigación del Museu de Ciències Naturals de Barcelona y autor de diversos estudios sobre las poblaciones de cotorra en la ciudad. En el término municipal hay unas 5.000 cotorras argentinas, suficiente como para considerarlas un problema, así como unas 200 cotorras de Kramer y grupos mucho más reducidos de aratingas y otros loros. Ninguno, por supuesto, es autóctono.

"Si no se hace nada, en Barcelona podría haber el doble dentro de ocho años", augura.

Senar pone como ejemplo el caso de Israel. En un primer momento se descartaron las soluciones drásticas y no se aceptó el exterminio hasta que los daños sobre almendros y otros frutales ya eran muy cuantiosos. "Ahora les cuesta eliminarlas", resume. Entre las experiencias cercanas el caso más llamativo es el de Zaragoza, donde en dos años (2014-2015), utilizando armas de fuego, se logró reducir la población de cotorras de 1.700 a tan solo ocho individuos. "Hay varios sistemas de control en caso de poblaciones pequeñas, pero cuando hay muchas eliminarlas a disparos es lo más efectivo y rápido. Aunque no nos guste", añade Juan Carlos del Moral, de la Sociedad Española de Ornitología (SEO-Birdlife).

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Las cotorras del entorno barcelonés tienen un impacto notable sobre tomateras y otros cultivos del delta del Llobregat, donde se han llegado a organizar batidas para frenar las incursiones. De hecho, la ley no solo ampara a los agricultores -se trata de un ave invasora-, sino que la muerte a tiros parece la única medida útil.

Sin embargo, es evidente que las cosas cambian cuando se trata de disparar en una ciudad. Aun así, Senar considera que sería factible con estrictas regulaciones. "Se puede hacer, pero habría que acordonar zonas y tomar unas medidas de seguridad", insiste. Los planes para acabar con las cotorras de Kramer en Sevilla incluían la participación de tiradores especializados equipados con armas con mirilla telescópica. Sería cuestión de actuar de noche, cuando las aves vuelven al hogar. "Es lógico que pueda haber quejas, pero los disparos es lo más efectivo -dice Senar-. Capturarlas es difícil porque son muy inteligentes y enseguida se percatan".

PROBLEMAS DE PESO

A diferencia de lo que sucede en Sevilla con la cotorra de Kramer, que compite directamente con dos especies protegidas, las cotorras argentinas de Barcelona no parecen ocasionar graves problemas al resto de fauna, dice Senar. Los inconvenientes son de otra índole. Los grandes nidos coloniales, por ejemplo, son un riesgo para los transeúntes en caso de caer a la calzada, por lo que el Ayuntamiento se ve obligado a hacer un seguimiento. Normalmente están situados en palmeras, pero cada vez más se instalan en otros árboles e incluso en farolas y sistema de iluminación, "donde pueden romper o bloquear estructuras", dice Senar.

Los nidos, finalmente, también son un incordio debido al ruido, sobre todo si se tiene la mala fortuna de tener las ventanas de la vivienda cerca de la copa de una palmera colonizada. 

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ANTICONCEPTIVOS

Otras propuestas ensayadas para frenar las poblaciones no han resultado efectivas, según detallan los investigadores José Luis Tella y Martina Carrete en su propuesta para el Ayuntamiento de Sevilla. En Estados Unidos se ha probado con cierto éxito la administración de anticonceptivos junto a semillas de girasol, algo similar a lo que se ensaya en Barcelona con las palomas, pero otros países lo han descartado por el riesgo de que los productos sean ingeridos por otras aves.

Además, como recuerda Senar, se trata de especies longevas que necesitarían un control prolongado y posiblemente muy caro. "Como viven muchos años es más efectivo eliminar individuos que incidir sobre la reproducción", añade. "Los anticonceptivos solo tendrían un efecto atenuante sobre el crecimiento", suscribe Del Moral, de SEO-Birdlife.

Antes de que se autorizaran los disparos, en Zaragoza se probó la rotura de huevos en nidos, pero los resultados fueron decepcionantes. "En Sevilla necesitaríamos 17 años consecutivos destruyendo nidadas para lograr la erradicación de la cotorra de Kramer", dicen Tella y Carrete. La captura de ejemplares vivos [para una hipotética esterilización] mediante trampas, como se ha probado en la capital andaluza, también ha resultado ser un método ineficaz, añaden. "Además, es difícil imaginar que vamos a capturarlas vivas para cuidarlas en jaulas gigantes. Son demasiadas", prosigue Del Moral. Finalmente, el especialista de SEO-Birdlife considera un "disparate" retirar nidos: "Es una gestión errónea. Lo que se fomenta así es la dispersión. Te crearán varios nidos enseguida".