SUBSIDENCIA DEL TERRENO

Las ciudades chinas se hunden

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ADRIÁN FONCILLAS

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Las ciudades chinas se hunden sin freno. Se hunden en buena parte del globo, pero en ningún país tan rápida ni extensamente como en China. El tránsito de los arrozales al cemento plantea retos mayúsculos de sostenibilidad y medioambiente que las urgencias no ayudan a resolver.

La prensa local alertó recientemente de que en Chengdu, capital de la provincia interior de Sichuán, la tierra sobre las obras del metro cae a razón de un centímetro anual. Es la última de las grandes ciudades aquejadas de subsidencia o hundimiento del terreno. Son ya 46, según datos oficiales. La razón principal es el uso de los acuíferos del subsuelo para cubrir las necesidades de poblaciones crecientes, sumado el enorme peso asentado en la superficie como consecuencia de la urbanización.

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Los mayores desvelos alcanzan a Pekín y Shanghái, capital política y financiera respectivamente, que no solo acogen a decenas de millones de habitantes sino también incontables rascacielos e infraestructuras sensibles como el metro o líneas de tren de alta velocidad. La seguridad ciudadana está en riesgo, han alertado los expertos. La subsidencia también facilita las inundaciones.

ONCE CENTÍMETROS ANUALES

Varios distritos pequineses caen unos 11 centímetros anuales, según un estudio reciente elaborado con imágenes de satélite. Chaoyang, el corazón financiero, es el más afectado. Pekín es la quinta ciudad del mundo con los problemas más serios de abastecimiento de agua. Consume 3.500 millones de litros anuales para uso doméstico, industrial y agrícola y dos tercios salen del subsuelo. La extracción masiva del agua acumulada durante miles de años seca, compacta y acaba hundiendo el terreno.

El proceso empezó en 1935 y el peso de las construcciones lo ha acelerado en las últimas décadas. Muchos de los pozos en la capital y en el resto del país son ilegales, pero las normativas se incumplen con tozudez, especialmente en tiempos de sequía.

TRASVASE MASTODÓNTICO

El agua ejemplifica la delicada relación entre recursos y población en China: la quinta parte de habitantes del mundo dispone solo del 7% de las reservas de agua dulce. Están, además, mal repartidas. Para mitigar los problemas fue completado el pasado año el Proyecto de Desvío de Agua Norte-Sur, una mastodóntica infraestructura sin parangón global que traslada parte del caudal del río Yangtzé hasta las zonas meridionales a través de una red de 2.400 kilómetros de canales y túneles.

El cuadro es más dramático en Shanghái. A principios del siglo pasado ya era una de las ciudades más pobladas del mundo y la llegada a la presidencia del país del vecino y ultraliberal Jiang Zemin en 1989 desató el desenfreno. Pudong, una zona de arrozales tres décadas atrás, contiene hoy el 'skyline' más impresionante de Asia y es raro el año en que no se registra un nuevo récord de altura. La ciudad se ha hundido unos 2,5 metros en menos de cien años. En 1960, cuando caía a un ritmo de 10 centímetros anuales, se pronosticó que quedaría sumergida antes del fin de siglo. Hoy se hunde a razón de dos centímetros anuales después de los esfuerzos ímprobos para reintroducir más de 23 millones de metros cúbicos de agua al subsuelo.

Las ciudades chinas acogen desde cuatro años atrás a más habitantes que el campo. China ha cubierto en 30 años un proceso de urbanización que Corea del Sur o Japón demoraron 50 y Occidente un siglo. Se espera que otros 350 millones de habitantes, más que la población de Estados Unidos, sigan el mismo camino hasta el 2025. Entonces, el 75% de los chinos serán urbanos y el país habrá pasado de las 160 ciudades actuales con más de un millón de habitantes a 221. Un país con 5.000 años de historia habrá cambiado su fisonomía rural en un siglo. Es un proceso urbanizador sin precedentes, por volumen y velocidad, en el que todo el planeta se juega mucho. Para Joseph Stiglitz, Nobel de Economía, el siglo XXI dependerá de la urbanización china y de los avances tecnológicos de Estados Unidos.

La urbanización ha sido esencial en la eficaz lucha contra la pobreza en China en las últimas décadas y en ella confía Pekín para su pretendido giro económico desde las manufacturas al consumo interno. Los urbanitas, con sueldos mayores, consumen más. Ocurre que los planes urbanísticos de muchas ciudades han olvidado que, cuanta más gente viva en las ciudades, más agua necesitarán.

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