CATÁLOGO DE LA FAUNA MARINA

El atlas de las aguas frías

Una yubarta o ballena jorobada, un cetáceo presente en los dos hemisferios, emerge a la superficie en el mar de Weddell, junto a las islas Orcadas.

Una yubarta o ballena jorobada, un cetáceo presente en los dos hemisferios, emerge a la superficie en el mar de Weddell, junto a las islas Orcadas.

ANTONIO MADRIDEJOS / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El mayor esfuerzo jamás realizado para catalogar y situar geográficamente toda la fauna de los océanos australes, desde minúsculos crustáceos hasta cetáceos de 50 toneladas y desde pulpos abisales hasta peces de interés comercial, ha dado como resultado un atlas con 9.000 especies diferentes, una biodiversidad extraordinaria pero que a buen seguro, como escriben los autores, no es más que una aproximación a la cifra real.

«En general, la fauna antártica se había estudiado muy poco. Había trabajos aislados, pero nada de gran envergadura que lo incluyera todo», explica una de las coautoras de la monumental obra, Verónica Fuentes, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, en Barcelona. Lógicamente, no todos los días se descubren grandes vertebrados, pero «cada vez que se busca exhaustivamente en la Antártida se hallan nuevos organismos», añade.

El atlas, cuya elaboración ha durado cuatro años, se ha hecho público con motivo de una conferencia que el Comité Científico de Investigaciones Antárticas (SCAR) celebra estos días en Nueva Zelanda. En el trabajo, titulado en el original inglés Biogeographic Atlas of the Southern Ocean, han participado 147 científicos de 22 países, entre ellos Gran Bretaña, Australia, Rusia, EEUU, Francia, Alemania, España y Chile, más el apoyo logístico de 18 buques.

Aunque una observación rápida puede sugerir que la Antártida y los mares que la circunvalan tienen una biodiversidad modesta, son en realidad un vergel que en algunos aspectos compite en riqueza con la fauna tropical, prosigue Fuentes, que es coautora junto a Elena Guerrero, también del CSIC, del capítulo dedicado a medusas y otros organismos del zooplancton gelatinoso. Además, también han participado investigadores del Instituto Español de Oceanografía y de las universidades Autònoma de Barcelona, Vigo y Valencia.

El atlas, que contiene 100 fotografías en color y más de 800 mapas, no ha sido solo un trabajo de búsqueda, sino de sistematización y clasificación. En este sentido, se ha reunido toda la información bibliográfica disponible, desde los avistamientos efectuados por el capitán Cook en el siglo XVIII hasta los primeros estudios ambiciosos de los años 70, y a todo ello se le han añadido los sondeos exhaustivos y con tecnología ultramoderna realizados durante los últimos cuatro años, como ha explicado la Linda Capper, del British Antarctic Survey. En un caso concreto, las nuevas técnicas genómicas han permitido determinar que un crustáceo llamado Glyptonotus antarcticus, que se consideraba una especie única, es en realidad 11 distintas.

El krill, un recurso único

Fuentes explica que la riqueza de la Antártida obedece en gran parte a que se trata de un territorio aislado por las corrientes que la rodean. «Eso genera muchos endemismos -comenta-, el más famoso de los cuales es el krill antártico, un crustáceo tan abundante que hay animales que migran hacia el sur para alimentarse de él». «Quizá al ser humano le resulte difícil vivir allí -añade-, pero estos mares no tienen nada de inhóspitos». Las especies del atlas, o al menos gran parte, llevan un mapa con su distribución geográfica y lo que los ecólogos denominan hot spots o puntos de máxima densidad.

Además de su particular fauna, los mares antárticos destacan porque los problemas que afectan al resto de mares, encabezados por la sobrepesca, la contaminación y la eutrofización (aporte de nutrientes inorgánicos) se han mantenido más o menos contenidos. «Aquí lo que se está notando en algunas zonas es un peligroso avance del deshielo», concluye Fuentes.