Mataró: el tripartito central que no fue

El nuevo alcalde de Mataró, David Bote (PSC), en el momento de escenificar el acuerdo de mandato con Joaquim Fernàndez (CiU), en junio de 2015.

El nuevo alcalde de Mataró, David Bote (PSC), en el momento de escenificar el acuerdo de mandato con Joaquim Fernàndez (CiU), en junio de 2015. / periodico

JOAN SALICRÚ / Mataró

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El 14 de junio, día de constitución de los Ayuntamientos en toda España, el portavoz de Esquerra Republicana en el de MataróFrancesc Teixidóhizo en el salón de sesiones del consistorio de la capital del Maresme un discurso alejado de su estilo habitualagrio, punzante, con pullas dirigidas tanto a socialistas como a nacionalistas, con quienes podría haber formado gobierno.

Teixidó hablaba en caliente y dejó sorprendido a todo el mundo, y eso que se ahorró algunas afirmaciones escritas en el discurso que aún habrían encendido más los ánimos, especialmente con los convergentes.

Habían pasado sólo cinco días desde que los cuatro ediles con los cuales ERC recuperó su presencia en el Ayuntamiento comparecieron ante la prensa para anunciar el fin de las conversaciones con PSC y CiU –apenas llegó a haber negociaciones- y el ambiente aún estaba muy tenso.

En los primeros compases del mandato, ya en pleno mes de julio, Teixidó y Esquerra han tenido una actitud ambivalente con el nuevo gobierno: por un lado han participado en la articulación –al menos retórica- de un Frente de Izquierdas junto con ICV-EUiA, voleMataró y la CUP en cuestiones como la Festa al Cel o la nueva ordenanza del cannabis y, por el otro, ha quedado clara su intención de actuar con sentido de responsabilidad a la hora de abordar los primeros presupuestos del nuevo gobierno, por ejemplo.

En realidad, con los socialistas la cuerda no ha llegado a romperse y la dinámica de encuentros ha funcionado incluso en pleno mes de agosto, pero con los convergentes el malestar es patente, justo en el momento en qué CDC y ERC tienen ya que trabajar en la campaña de Junts pel Sí, con la lógica incomodidad de los republicanos después de lo sucedido -algo parecido de cara a estos mismos comicios pasa con ICV-EUiA y voleMataró, versión local de Podemos; ya se sabe que la política hace extraños compañeros de cama-.

La crisis entre CDC y ERC es especialmente agria, y los nacionalistas reprochan a los republicanos no haber hecho uso de los teléfonos rojos de los que disponían –el exalcalde Joan Mora, el concejal Miquel Rey ...- por si la negociación encallaba, como fue el caso.

Desde CDC se recrimina "infantilismo político" a los republicanos por no haber querido asumir el chip de gobierno desde un buen principio y los republicanos responden lamentando el afán de repartirse sillas que vieron en los convergentes durante la negociación.

¿Pero qué es lo que pasó entonces entre el 24 de mayo y el 9 de junio, día en qué se rompieron las negociaciones del tripartito central que nunca llegó a ser? ¿Qué pasó en estos quince días que hiciera inviable el acuerdo?

Los sorprendentes resultados del 24-M: difícil digestión

Para responder a esta pregunta hay que remontarse a la misma noche de las elecciones. Los socialistas mataroneses vivieron una sensación extraña. Contra pronóstico, lo habían conseguido; habían sabido mantener todos sus potenciales votantes y posicionarse como primera fuerza del consistorio con seis concejales, justo al contrario de la federación local de la entonces CiU, que ejecutó una floja campaña donde prácticamente no apareció quien había sido el primer alcalde nacionalista desde 1979, el nacionalista Joan Mora. Sacaron un representante menos, cinco, cuando todo el mundo daba por hecho que podían revalidar la alcaldía.

Y ante la victoria inesperada, los socialistas tuvieron miedo y tocaron a rebato. Repliegue ideológico. Así, en los primeros compases posteriores al 24 de mayo quisieron escenificar la voluntad de llegar a un acuerdo con los dos socios clásicos de izquierdas -ICV-EUiA y ERC- para el nuevo mandato, repitiendo la fórmula del tripartito que los socialistas dominaron entre 2003 y 2011.

Aunque Francesc Teixidó (ERC) la noche electoral ya rechazó esta posibilidad y que Esteban Martínez (ICV-EUiA) también se desmarcó de la jugada arguyendo sus malos resultados electorales, el PSC tardó en admitir que el pacto más obvio y más consistente dadas las circunstancias pasaba por llegar a un acuerdo con los adversarios convergentes y, con posterioridad, incorporar a esa dinámica a los republicanos, con quienes las coincidencias a nivel social eran muy claras.

Y es que para el PSC local, los últimos días de mayo y los primeros de junio fueron un tiempo necesario para digerir definitivamente el resultado y preparar los militantes –muy mayoritariamente de la alma españolista del partido- para unas negociaciones que acabarían con un acuerdo con una o dos formaciones independentistas. Un acuerdo que empezaría a desenvolverse coincidiendo con las elecciones autonómicas dibujadas por el president Mas como un plebiscito acerca del mantenimiento de Catalunya en España.

Empiezan las negociaciones de verdad

Así, superado el periodo de gesticulación política a la izquierda, los socialistas comenzaron el tránsito por los caminos de la ‘real politik’ ya entrado el mes de junio. Y aunque el dibujo a ofrecer a la ciudadanía parecía cantado -tras cuatro años con minoría de CiU (ocho concejales), ahora tocaba un gobierno amplio de tres partidos centrales en Catalunya con quince ediles, uno por encima de la mayoría absoluta- lo cierto es que desde un buen principio las negociaciones entre las tres formaciones -PSC, CiU y ERC- no fueron bien.

De hecho, el proceso de conversaciones empezó de una forma poco ortodoxa, con una llamada de Esteve Terradas, presidente local del PSC, a Jordi Surinyach, que aunque no tenía ni tiene ningún cargo en CDC ni en CiU en Mataró es una persona muy cercana al exalcalde Mora y fue para él durante el anterior mandato un hombre clave para resolver expedientes vinculados al ‘Mataró de Tota la Vida’ que él tan bien conoce: el asunto del Pati del Cafè Nou, la puesta en marcha de la Fundació Iluro después de la desaparición de Caixa Laietana, el largamente ansiado Museu del Gènere de Punt en Can Marfà ...

Terradas y Surinyach son dos animales políticos natos, se conocen desde hace más de cuarenta años, compartieron cultura política durante la Transición juntos y hablan un mismo lenguaje político. Y se entienden, a pesar de la distancia en el campo nacional –fuentes conocedoras de su diálogo revelan, de hecho, que en el mandato pasado ya estuvieron a punto de conseguir que Mora y el socialista Baron llegaran a un acuerdo estable-.

Confirmado por parte de Joaquim Fernández –número 1 de la lista de CiU- y el propio Mora el papel de Jordi Surinyach, se constituyeron los equipos negociadores evitando la presencia de los cabezas de lista y situando personas con responsabilidad en el partido: CiU designó Surinyach y también la concejala Núria Calpe, el PSC al propio Esteve Terradas y al primer secretario del partido Xesco Gomar y ERC al nuevo concejal Joaquim Camprubí y a Sergi Penedès, jefe de campaña de los republicanos.

Pero en la práctica quienes dirigieron la negociación fueron Terradas y Surinyach, que demostraron una vez más que eran capaces de entenderse a la perfección. Ahora bien, que se entendieran entre ellos quiso decir simplemente eso, no que el entendimiento a dos ayudara a construir un clima que hiciera posible el pacto del 'tripartito central'.

Y eso es exactamente lo que pasó: mientras unos hablaban con un código casi cifrado fruto de la relación habida durante décadas, los recién llegados de ERC se sintieron fuera de lugar, menospreciados.

Desde un principio, especialmente el tajante tono negociador de Jordi Surinyach -que llegó a ser en 1999 alcaldable por ERC, recordémoslo- molestó a los republicanos, que advirtieron a los nacionalistas que se sentían utilizados como una simple muleta. Y que la cosa no acabaría bien. La nave apenas acabada de despegar y ya sufría las primeras pérdidas de altura.

Los convergentes, sabedores de que dentro del grupo negociador de ERC había quien apostaba fuerte por entrar en el gobierno, insistían a los independentistas de la necesidad de que estuvieran presentes argumentando que las dos formaciones juntas podrían condicionar fuertemente a David Bote en el ámbito nacional.

Pero tampoco este argumento sirvió para convencerlos. De hecho, los republicanos sólo veían en las propuestas de CiU afán de reparto de cargos, sin entrar a hablar a fondo del proyecto, del relato de ciudad del futuro. Su enojo, de hecho, iba en aumento a medida que proseguían los contactos.

Los socialistas no transigieron en la agenda nacional

Por otra parte, aunque los republicanos sí encontraban muchas coincidencias en el relato de ciudad con los socialistas, topaban con una resistencia total de éstos a darles ningún pequeño trofeo con el que poder argumentar mejor el pacto con el PSC ante la militancia.

Esquerra ofreció a Xesco Gomar y a Esteve Terradas que eligieran ellos mismos dos de estas tres propuestas: que Mataró pasara a ser miembro de la Associació de Municipis per la Independència -o organizar una consulta a nivel de ciudad para que los ciudadanos pudieran pronunciarse acerca de ello-, comprometerse a qué el Ayuntamiento se situaría al lado de la Generalitat pasara lo que pasara después del 27-S y entregar los tributos municipales a la Hacienda catalana, un elemento más simbólico que real porque de momento estos impuestos la Generalitat los acaba ingresando en la Hacienda española. Pero los máximos responsables de PSC local se negaron en redondo, temerosos de la sensación de excesivas concesiones que esto podría acarrear.

De modo que si bien con los socialistas había ‘feeling’ social aunque no nacional, con los convergentes ni lo uno ni lo otro. Y, por tanto, Esquerra se fue alejando paulatinamente del proceso de conversaciones, mientras el acuerdo entre CiU y PSC se fue concretando sin más dificultades.

Finalmente, después de diez días de cafés y reuniones, los republicanos pensaron que era mejor quedarse fuera del gobierno y darle apoyo, en todo caso, de forma puntual y desde el exterior.

El posible nuevo tripartito municipal mataronés -PSC, CiU y ERC-, pues, no llegó a ser; tan sólo el PSC y CiU decidieron sumar sus votos y investir a David Bote como nuevo alcalde de la ciudadel más joven desde 1979.

Socialistas y nacionalistas lo lamentan agriamente en privado, pero algo han tenido que hacer mal al no saber atraerlos en la nueva coalición. O es que quizás en realidad ni a CiU ni al PSC les interesaba demasiado contar con la presencia del tercer socio, como han hecho creer hasta el momento.

El papel de ERC de ahora en adelante

Alerta, sin embargo. Que el tripartito no llegara finalmente a ser como tal no significa que en la práctica no se acabe configurando un sistema en el que efectivamente en el gobierno sólo haya dos partidos, pero en el que ERC emerja como el socio preferente y estable que PSC y CiU necesitarán durante todo el mandato.

¿Qué papel podrían tener los republicanos para los tiempos que vienen? Los de Francesc Teixidó tienen claro que la ciudad necesita una actualización del ‘software’ con el que la capital del Maresme funciona desde 1979; al menos una actualización, aunque también podría ser necesario cambiar el sistema operativo. Y así, a su juicio, proyectos como el parque tecnológico Tecnocampus tendrían que replantearse y acercarse al espíritu inicial de los años noventa, cuando se conformó su idea matriz.

Y es aquí donde se ofrecen para pensar, para dibujar el horizonte de futuro de ciudad, el relato que reclamaban durante las negociaciones con CiU y que les pareció que era menospreciado. Habrá que ver si este es el punto de equilibrio con el que ERC participe de la noción de gobierno en estos próximos cuatro años.

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