La validez de la Europa unida

Ante la realidad actual y las amenazas a las que debe enfrentarse la UE, solo hay una alternativa: avanzar hacia la integración económica y política, y eso requiere encarar los problemas y dar respuestas rápidas

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La validez de la apuesta por la Europa unida_MEDIA_1

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Estos días se cumplen 60 años de la firma del Tratado de Roma que representó el punto de partida de lo que hoy conocemos como la Unión Europea. Veníamos de una Europa destrozada por la segunda guerra mundial que generaba desaliento e incertidumbre. Y es en esos complicados momentos de finales de los años 40 del siglo pasado que surge el movimiento europeo y una generación de ciudadanos que se implicaron con el objetivo de que nunca más volviera a darse una guerra entre estados europeos y apostaron por una Europa unida, por la paz, por la democracia y por el respeto a las minorías. Finalmente, se consiguió la implicación política y con la declaración de Robert Schuman, ministro de Asuntos Exteriores de Francia, el 9 de mayo de 1950, se dio el pistoletazo de salida para trabajar por la unión de Europa. Después nació el Tratado de Cooperación Europea del Carbón y del Acero y en 1957 el Tratado de Roma que creó la Comunidad Económica Europea, con seis estados. A partir de aquí, se fueron incorporando estados y se fueron incrementando competencias, hasta llegar a la situación actual de una Unión Europea con 28 estados, con 500 millones de ciudadanos y con una integración económica, social, política y de libertades individuales y colectivas, impensables 60 años antes.

En nuestro país se veía la integración europea como la posibilidad de engancharse a la democracia, a la libertad y a la modernidad. De hecho, se puede decir que estábamos tranquilos con la Unión Europea hace unos años, cuando para la mayoría de ciudadanos era el espejo, naturalmente con luces y sombras, donde situábamos nuestro futuro. Pero ahora, con la crisis económica, la gestión de los refugiados y otras disfunciones, lo vemos de otra manera y ya no es la Europa soñada para muchos ciudadanos.

Está claro que la UE no pasa por su mejor momento y son justificadas las críticas constructivas a las políticas que se hacen y que demasiado a menudo no respetan los propios valores de la UE y van en contra de la opinión de buena parte de la ciudadanía. La Unión Europea también recibe críticas no tan justificadas que pretenden erosionar el proyecto europeo y que calan en el sentimiento de una parte significativa de la ciudadanía, propensa a los mensajes de los partidos euroescépticos y antieuropeos. Y todo esto genera una sensación de incertidumbre y de desánimo en un escenario, el europeo, que hace unos años era un espacio de certezas y de futuro. Tenemos sobre la mesa diversas crisis que afectan a las costuras de la UE, como son la propia crisis económica, el drama de los refugiados, la dificultad de cohesión política, el Brexit amenazas externas.

Alas a los xenófobos

Si nos fijamos con el drama de los refugiados, observamos que la mayoría de europeos estamos por la solidaridad y para ayudar a estas personas que han tenido que irse de sus países origen y que tanto sufren, pero, paradójicamente, no se les acaba de dar cabida en Europa, con acuerdos políticos y legales de difícil explicación desde el punto de vista ético y más difícil aún de entender para la ciudadanía europea. Todo ello da alas a los partidos xenófobos y euroescépticos, que crecen en resultados y amenazan la Europa unida y democrática.

Por otra parte, la crisis económica ha generado dificultades a empresas y trabajadores y, por extensión, a la sociedad, la cual, a pesar de las medidas tomadas para salir de la crisis, se ha ido polarizando, con unos cuantos, pocos, que tienen la mayoría de la riqueza; otros, la mayoría, que viven con dificultades y otros, una parte cada vez menos significativa, la clase media, que hace unos años era la más numerosa y que estabilizaba la sociedad y garantizaba la democracia.

Es evidente que estas crisis juntas han provocado descoordinación, falta de confianza y disfunciones entre las instituciones europeas y algunos gobiernos, que amenazan a la propia esencia de la UE.

Duro golpe para la europa Unida

Para colmo de males, el referendo del Brexit, que parecía ganado a favor de la permanencia del Reino Unido en la UE, ha sido un duro golpe a la Europa unida. Todo hace pensar, además, que el proceso de desconexión no será fácil y generará aspectos negativos a ambas partes, además de que previsiblemente también generará disfunciones políticas en el Reino Unido, como son los posicionamientos independentistas y a favor de continuar en la UE de Escocia y, en menor medida, de Irlanda del Norte.

Referente a los aspectos externos, encontramos los espacios de seguridad y defensa, que deben dar respuesta a los problemas que a menudo emergen en forma de atentados terroristas en Europa y también en cómo gestionar la propia defensa y la actuación coordinada en los conflictos internacionales. Se hace más importante que nunca avanzar en seguridad y defensa porque, además de las amenazas habituales que la UE ya preveía, hoy han surgido nuevos actores interesados en diluir, minimizar o incluso destruir la Unión Europea, entre los que se han sumado antiguos aliados como los EEUU de Trump o la Turquía de Erdogan, además de la habitual Rusia de Putin.

Potencia económica, enano político

La UE es una potencia económica y comercial con un 25% del PIB mundial, pero cada vez tiene menos peso demográfico, hoy con 500 millones de ciudadanos, representa un 7% de la población mundial, que dedica a bienestar social el mismo importe que el resto de la humanidad, un valor que la identifica y que debe conservarse. Pero también es un enano político, porque no dispone de capacidad para actuar con eficacia en nombre de todos los estados miembros y esto es un problema muy importante, especialmente en tiempos de crisis económica o conflictos.

Europa se encuentra en una encrucijada en la que ya no vale ver pasar los acontecimientos sin hacer nada, porque la dinámica actual de crisis abona los populismos que apuestan por la destrucción de la UE y volver a los estados-nación, lo que nos llevaría a la irrelevancia en todos los ámbitos y a la pérdida de libertades. El Brexit y la elección de Trump deben hacernos reaccionar. Es verdad que los resultados de las recientes elecciones en los Países Bajos son tranquilizadores, pero las elecciones presidenciales en Francia y las legislativas en Alemania serán un test muy importante, que debe ganar el europeísmo. Así, ante esta realidad y los retos y amenazas descritas, la UE solo tiene una alternativa, que es avanzar hacia la integración económica y política, pero este camino debe hacerse encarando los problemas y retos que tenemos sobre la mesa.

Se debe encontrar solución solidaria al drama del refugiados y se debe hacer una política económica que proteja los derechos y que evite o limite las desigualdades y también la pobreza.

Toma de decisiones

Es evidente que las instituciones europeas son conscientes de la realidad, pero también está claro que el complejo entramado político entre la UE y los estados no facilita la solución rápida de los conflictos que ahora se requiere. Por tanto, convendría modificar los hábitos de la toma de decisiones para ser más eficientes e ir a la raíz de los problemas. De los cinco puntos que la Comisión Europea ha manifestado que se podría situar la UE, todo hace pensar que el más adecuado sería el quinto, que apuesta hacia una Europa unida y federal, porque situaciones de mínimos es más de lo que hemos visto hasta la fecha. Y todo ello debe hacerse con la participación y complicidad de la ciudadanía europea, que significa contar con la mayoría de la sociedad.

Pongamos en valor la Europa que tenemos, la que hemos ido construyendo desde hace ya 60 años y que nos sitúa en un espacio de paz, de democracia, de libertad y de respeto a los derechos humanos y a las minorías, con un mercado único de 500 millones de ciudadanos, con una moneda única para 300 millones. La Europa que miles de ciudadanos de todo el continente han defendido en la marcha por Europa en Roma el 25 de marzo, coincidiendo con el 60 aniversario del Tratado de Roma.

En el mundo globalizado en que estamos, con áreas económicas y políticas cada vez mayores, la UE debe apostar por la unión y por seguir la construcción económica y política, obviamente respetando las realidades e identidades que la forman. Así seremos más fuertes y podremos garantizar la libertad y la seguridad de los ciudadanos europeos.