¿Susto o muerte?

Más allá de las payasadas y bravuconadas de alguien con dudosa capacidad de ponerse al mando del país más poderoso del mundo, una eventual victoria de Donald Trump puede tener efectos devastadores tanto sobre la economía de EEUU como la mundial

¿Susto o muerte?_MEDIA_2

¿Susto o muerte?_MEDIA_2

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Más allá de lo que a cada cual le parezcan las salidas de tono con las que el candidato del Partido Republicano a la presidencia de EEUU, Donald Trump, obsequia al mundo día sí, día también, todos deberíamos tener claro que la situación va mucho más allá de las payasadas y bravuconadas de alguien con dudosa capacidad de ponerse al mando del país más poderoso del mundo. Tal como decía el premio Nobel Paul Krugman hace unos días, Trump es un ignorante susceptible y grosero. Y la cuestión es que casi nadie lo duda. Pero la realidad tiene muchas aristas. No solo Trump, sino también Hillary Clinton, genera mucho rechazo entre los votantes. Unas elecciones donde es más importante el rechazo que generan que la aceptación.

Y por tanto, cuando nos preguntamos qué le pasaría a la economía norteamericana (y mundial) si Trump ganara las elecciones del 8 de noviembre, la situación no deja mucho lugar a especulaciones. Si la ciudadanía decidiese que debe ser el presidente 45º de la historia de EEUU, la reacción sería, posiblemente, inmediata. Quizá poco conscientes de las consecuencias que podría tener la victoria de este Jesús Gil a la americana, la salida del armario de muchos partidarios de este tipo de ideas, juntamente con el hastío o la desesperanza de muchos otros con el sistema, que tantas cosas le ha dado y robado a la clase media, pueden perfectamente todos juntos hacer vencedor al populismo más simplón, aunque también más peligroso.

El ejemplo del Brexit

No nos engañemos. Tenemos ejemplos muy recientes. Los británicos sucumbieron a este discurso y votaron a favor del Brexit hace cuatro meses. Cuando cerraban los colegios electorales el 23 de junio, 1 libra valía más de 1,30 euros; hoy, después de los últimos acontecimientos y las primeras fechas en el horizonte para la negociación de la ruptura, la libra vale 1,10 euros, y los mercados ya ven la paridad a la vuelta de la esquina. La situación ha empeorado aún más respecto al dólar, mostrando los peores números de los últimos 30 años, y el FMI ya ha recortado dos veces las previsiones de crecimiento de la economía británica en los tres meses que han pasado desde el referendo, dejándolas en poco más del 1%.

Y a todo esto, la primera ministra británica, Theresa May, se pone del lado de ese discurso que tanto gusta últimamente a perfiles como el de Trump. Hace pocos días, durante el congreso del Partido Conservador en Birmingham, May ofrecía algunos indicios de su visión de la política, la economía y la sociedad, diciendo cosas como que «si crees que eres un ciudadano del mundo, en realidad eres un ciudadano de ningún sitio; no entiendes lo que significa la palabra ciudadano», o «si eres una de esas personas que ha perdido su trabajo, o que se mantiene en él con jornada reducida, que se le ha recortado el sueldo mientas las facturas se han disparado o (…) alguien que se encuentra desempleado o con un salario inferior por culpa de inmigrantes sin preparación, la vida sencillamente no parece justa». Toda una declaración de intenciones.

Cerrojazo

No es ya que Trump sea heredero de algunos otros presidentes republicanos como Ronald Reagan y su liberalización de los mercados financieros, o como George W. Bush y su cruzada contra Irak. Es que, con Trump, la economía norteamericana es probable que involucione, que gane algunos enemigos mientras pierde a la vez unos cuantos amigos. Trump quiere abandonar el acuerdo de comercio transpacífico, quiere renegociar inmediatamente el NAFTA, quiere declarar a China manipulador del mercado de divisas, dice que en EEUU hay más de dos millones de criminales inmigrantes... Es decir, quiere cerrar la economía americana y volver al mercantilismo.

Donald Trump dice que quiere que los ricos paguen los impuestos justos, y que en todo caso «nadie pague tanto que eso destruya puestos de trabajo o le haga perder competitividad». Bajará el impuesto de sociedades del 35% al 15%. Es decir, además de cerrar la economía americana, dejaría al gobierno sin una gran parte de sus ingresos.

También quiere cerrar el país en materia de energía. Dice que quiere ser autosuficiente y dejar de depender de la OPEP, «o de cualquier país hostil» a los intereses de EEUU. Afirma que tiene más reservas de petróleo que toda la OPEP junta, y más gas natural que Rusia, Irán, Arabia Saudí y Qatar juntos. De nuevo, cerrojo a todo lo que venga de fuera.

Por si todo esto pueda parecerle poco a alguien, la élite económica internacional, reunida hace poco en Washington coincidiendo con los encuentros anuales del FMI y el Banco Mundial, dibuja por los pasillos (parece que no se atreven a mencionar el nombre del villano en público) un escenario terrorífico, en el que el dólar se podría desplomar, dejar de ser divisa refugio, e incluso se podría producir un colapso de la deuda pública del país que condujera a la economía global a una nueva crisis de dimensiones parecidas a las de los años 30 del siglo pasado.

La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, citaba a uno de los fundadores del sistema económico internacional, John Maynard Keynes, recordando que el reto «no es tanto crear ideas nuevas, sino escapar de las viejas». Bien cierto.

Se acerca la noche de Halloween. Espero que el resultado de las elecciones no nos dé otro susto.