El mercado inmobiliario renace con los mismos defectos

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Las cifras conocidas del mercado inmobiliario en el 2016 parece que podrían indicar que estamos ante un nuevo renacimiento de la actividad, lo que ha hecho que algunos estamentos sientan el miedo a una nueva burbuja. Más allá de las malas estadísticas en el sector de la vivienda, que nadie quiere arreglar, lo que está ocurriendo es simplemente que está empezando a rebotar el mercado, utilizando el argot del análisis técnico bursátil. Los precios, las transacciones de vivienda usada y otras variables como los permisos, y tímidamente el empleo, parece que resucitan, tras apagarse el mercado de forma dramática tras el estallido de la enésima burbuja inmobiliaria que España propicia, siempre desde los sectores de la elite financiera y política.

Hoy España, tras una brutal burbuja inmobiliaria, se enfrenta a un dilema entre los gestores públicos: o reactivamos de nuevo una burbuja inmobiliaria, que absorba la bolsa de empleo no cualificado, y vuelva a regar las maltrechas arcas de los ayuntamientos y comunidades autónomas, o seguiremos en esta fase de crecimiento desigual, incapaz de volver a los tiempos de vino y rosas. Porque no olvidemos una cosa relevante. En España prácticamente ha desaparecido la política de vivienda, la que favorecía la compra, vía desgravación fiscal y con enormes cantidades de fondos para los sucesivos planes de vivienda que ejecutaban las comunidades autónomas, lo que a su vez servía para financiar organizaciones políticas, tanto de izquierdas, como de derechas. El resultado de todo esto es un parque de vivienda en propiedad desproporcionado, con enormes riesgos de alzamiento para muchas familias, nula presencia pública en el alquiler social, y un mercado de segunda y tercera vivienda arruinado por la política suicida de la banca.

Esta dejadez de funciones se está notando, especialmente, en el mercado de la vivienda en alquiler, con procesos inflacionistas que están alcanzando tintes dramáticos en algunos lugares, como pueden ser las grandes capitales, o zonas concretas como Ibiza. Estos procesos coinciden en el tiempo y en el espacio con una eclosión de nuevos fenómenos, como los apartamentos turísticos, esa mal llamada economía colaborativa que lo que pretende es maximizar los ingresos para quien tiene una vivienda, inflando los precios y provocando la expulsión de las personas de menor renta de barrios enteros.

El fiasco de la Sareb

Estos errores del pasado no se han corregido y las distintas administraciones tratan de volver a las herramientas de fomento de la compra de vivienda que tanto daño hicieron a la economía y a muchas familias. Ya en el 2017, el PP reabre el debate aprobando ayudas para la compra de viviendas invendibles por parte de la Sareb, entidad semipública que sigue perdiendo dinero a costa de la población y la banca privada, salvo el BBVA. La cantidad máxima aprobada, 10.800 euros para menores de 35 años, trata de aliviar la carga financiera de gran parte de la banca que tiene un estoc de vivienda invendible que sigue lastrando al sector financiero, y si no que se lo pregunten al Banco Popular, pero también al Santander. Esta contingencia pone de manifiesto el enorme fracaso de la política pública al crear la Sareb, al margen de la inutilidad de sus gestores, que, en lugar de tratar de gestionar un parque público de vivienda pública, se ha ocupado más de aliviar la carga financiera de la banca, tras el fiasco de las cajas de ahorro.

Este guiño a los jóvenes para que vuelvan a comprar viviendas pone de manifiesto que no se ha hecho nada en materia de política de largo plazo en materia de alquiler, especialmente en alquiler social. No hay que olvidar que el verdadero problema en el sector es que no hay vivienda asequible para millones de familias de todo tipo que carecen de rentas suficientes, o prefieren no endeudarse, para adquirir una vivienda.

En cualquier caso, el resurgir del mercado de la vivienda está basado, en un porcentaje no desdeñable, en compras de vivienda de alto nivel por parte de fondos de inversiónsocimis, y particulares de rentas muy altas, que buscan financiación en un mercado financiero sin rentabilidad. La esperanza para los agentes económicos es que esta espiral de compras pueda arrastrar al resto de percentiles de renta a sentirse cómodos, de nuevo, con una espiral de precios y un nuevo 'boom' del crédito hipotecario, aprovechando los bajos tipos de interés. Por supuesto que falta un mundo para poder ver, de nuevo, una burbuja del tamaño de la que sufrimos desde 1998 hasta el 2007, pero las bases ideológicas y sociológicas persisten, ahora que la del mercado de alquiler ha comenzado aprovechando el despegue de los apartamentos turísticos en las grandes ciudades.

Basura sin digerir

En resumen, nada hemos cambiado en España para que no se vuelvan a dar las condiciones objetivas para una nueva burbuja. Bajos tipos de interés, bolsa de desempleados de baja cualificación que necesitan ser empleados, recursos ociosos en el sistema financiero y ausencia total de política alternativa a la compra de vivienda. Solo la cantidad de basura sin digerir en muchos bancos podría retrasar la apertura del grifo del crédito con riesgo, pensando en la demanda embalsada que ha dejado la crisis.