Envejeciendo en una urbe conectada

La tecnología ha realizado una aproximación asistencial y médica al cada vez mayor grupo poblacional de la tercera edad. Pero existen otras facetas importantes en el bienestar cotidiano de las personas mayores en las áreas urbanas. El ciudadano sénior debe

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Las previsiones de crecimiento de la fracción de población mayor de 60 años se están cumpliendo con creces, y ya se empieza a percibir de forma muy generalizada que habrá un conjunto de problemas económicos, sociales, de salud, etcétera, asociados a este envejecimiento.

¿Qué puede aportar la tecnología para solucionar, aunque sea de forma parcial, alguno de estos problemas, considerando el entorno urbano? Ya se han llevado a cabo un buen número de proyectos de I+D con financiación europea, de fundaciones, y de empresas como IBM o Intel, alrededor de estos temas. Desde la tecnología ha predominado una aproximación asistencial y médica, donde se ha puesto el foco en los aspectos de fragilidad de las personas mayores. Un ejemplo de resultados han sido múltiples sistemas de vigilancia basados en cámaras de vídeo en los hogares, orientados a detectar las posibles caídas de las personas mayores, o de otras situaciones de emergencia, y que avisan automáticamente a los cuidadores. Otros sistemas se basan en los móviles inteligentes, o en las posibilidades que ofrece la llamada internet de las cosas. Una característica común de estos sistemas es que son bastante intrusivos, y que suponen o conceden muy poca capacidad de autonomía a la persona mayor. El modelo de sistema es un hogar con una gran cantidad de aparatos; en muchos casos, un hogar completamente especializado y específico para este objetivo.

Una limitación de estos sistemas es la escasa atención que, implícitamente, dan a aspectos humanos relacionados con la tecnología. Por ejemplo, la aceptación de una tecnología (sin ir muy lejos, pensamos en un nuevo modelo de televisión, o equipo de música) en un hogar está condicionada por factores de espacio, estéticos, etcétera. En otros casos, hay factores directamente sociales: sentirse vigilado, o controlado por la familia, pueden ser aspectos de no aceptación de propuestas tecnológicas.

En el ámbito de ciudad se ha hecho mucho en términos físicos de accesibilidad, eliminando barreras arquitectónicas. Pero hay que ir más allá de estos aspectos físicos o individuales, teniendo en cuenta los numerosos estudios sociales que muestran que existen otras facetas importantes en el bienestar cotidiano de las personas mayores en las áreas urbanas: la vida comunitaria, la relación y compromiso sociales, el sentimiento de pertenencia, entre otros. ¿Cómo hacer que las ciudades cada vez más inteligentes o conectadas sean amables para los cada vez más abundantes séniores?

Los actuales estereotipos tienden a presentar a la persona mayor como pasiva y reticente ante la tecnología. No es nuestra experiencia, donde hemos compartido con un centenar de séniores, de 60 a 80 años, el diseño y la creación de servicios de ayuda mutua, de rutas culturales lúdicas, etcétera. En comunidades urbanas, utilizando la tecnología más actual (web, buscadores, redes sociales, teléfonos inteligentes, geolocalización...). Estos ejemplos, descritos en el artículo presentado en el congreso Communities & Technology en junio del 2015 en Limerick, Irlanda (http://dx.doi.org/10.1145/2768545.2768552), nos han enseñado algunas lecciones relevantes para ciudades tecnológicas más habitables para las personas mayores.

Primero, la tecnología no debería ser el elemento central, como se ha considerado necesario en la práctica totalidad de las propuestas de smart cities: es más importante la comunidad de ayuda mutua que la tecnología que se utilice para llevarla a cabo, aunque la nueva tecnología puede ser un elemento motivador, una semilla; pero hay que preocuparse menos por la innovación tecnológica que por la integración de las novedades en la ecología de las tecnologías en uso, especialmente, las tecnologías de comunicación social ya en uso.

Actor de la transformación

En segundo lugar, el elemento central es el ciudadano sénior, que debe ser actor de las transformaciones para que esta ciudad más tecnológica sea también más humana. El ciudadano séniordebe jugar un rol central en reconfigurar y adaptar la tecnología introducida a sus necesidades e intereses reales, que muy pocas veces coinciden con las propuestas que hacen tecnólogos o sociólogos que piensan en las personas mayores como ciudadanos pasivos. La tecnología, como la gobernanza, debe ser democrática, para servir a los intereses de los ciudadanos. Es la apropiación de la tecnología el elemento clave, y la participación democrática es un elemento primordial en esta apropiación.

Un tercer aspecto relevante para hacer la tecnología más inclusiva es eliminar las fronteras que se crean, de forma inintencionada, por la distinción gente mayor asociada a fragilidad y necesidad de ayuda y asistencia. La actual crisis ha mostrado muchos abuelos apoyando a hijos y nietos en muchos aspectos, dentro de la estructura típica de familia de nuestra sociedad. Más allá del entorno familiar hay que pensar la contribución en la comunidad. Al mismo tiempo que se desarrolla la tecnología es importante el desarrollo, refuerzo o modificación de la comunidad que establecerá un nuevo uso de la tecnología, y cambiará también para este uso. Son los intereses y las motivaciones los que definen una comunidad en un entorno urbano y no la edad. Al final del camino, lo que aparece es una tecnología apropiada para el ciudadano con unos nuevos usos que son patrimonio de un nuevo tipo de comunidad o de una comunidad transformada. Para que el impacto de estos nuevos escenarios sea sostenible, hay que pasar del nivel de comunidad a la escala de ciudad, lo que hacemos trabajando con diferentes entidades y gobiernos locales.