Del 'tengo una idea' a la oportunidad

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Según el Banco Mundial, España ocupa la posición número 33 (de 189 países) en cuanto a la facilidad de hacer negocios. Es una posición débil, pero no del todo indigna dentro del mapa mundial. Sin embargo, si entramos en detalles y nos fijamos en la facilidad de comenzar un nuevo negocio, España pasa a ocupar la posición número 82, según la misma fuente. Es decir, si ya es difícil hacer negocios, emprender uno nuevo es tarea heroica.

Comencemos, pues, por llamar la atención de nuestros políticos que, a nivel estatal, autonómico y local, deberían ser más ágiles a la hora de eliminar trabas administrativas para que emprender no sea una carrera de obstáculos que no lleve a ninguna parte. El emprendedor que consiga superar esas dificultades deberá, sin embargo, culminar la prueba más dura: el mercado. Una empresa no es tal hasta que consigue vender.

El principal problema de las nuevas empresas es que, demasiado a menudo, se crean para satisfacer las necesidades propias del emprendedor («necesito trabajo y nadie me lo da»), en vez de focalizarse en satisfacer necesidades reales del mercado. Esto explica en parte la alta mortalidad de las nuevas empresas: según diversas fuentes, la mitad de ellas no llega ni siquiera a soplar las velas de su primer cumpleaños. Dejemos pues de corear la frase «tengo una idea» para afirmar: «he detectado una oportunidad de negocio, existe una necesidad y un mercado dispuesto a pagar por ello».

Uno de los datos más importantes estudiados a nivel internacional es el Índice Motivacional, que recoge la motivación que existe entre los ciudadanos para emprender por verdadera vocación de innovar y mejorar (frente a un emprendimiento más basado en la necesidad). Los países cuyo emprendimiento es de mayor calidad son Suiza, Noruega y Suecia. Otro factor a tener en cuenta es cómo cada país percibe a sus emprendedores. Israel es el país donde el emprendedor ostenta un estatus social más elevado, mientras que en España otras opciones son probablemente mejor valoradas (estamos pensando en la función pública u otras salidas con menor riesgo).

Motivación, valentía y dosis de liderazgo

Los jóvenes emprendedores necesitan contar con unas características personales muy definidas: una gran motivación, ambición, valentía, iniciativa, dosis de liderazgo, capacidad de persuasión, dotes de comunicación. No hay nadie que pueda, en una sola persona, reunir todas estas características. Así, es conveniente que personas distintas, de perfiles y experiencias muy diversas, se unan para crear empresas que contengan gran variedad de recursos y capacidades.

Desde la universidad podemos y debemos animar y apoyar equipos multidisciplinares de personas diversas, capaces de detectar oportunidades en la sociedad para establecer empresas sostenibles y duraderas, que creen empleo, que sean innovadoras y con mentalidad global desde su nacimiento.

Si bien es cierto que es conveniente enseñar a los potenciales emprendedores cómo llevar a cabo un pequeño plan de negocios o estimar ventas y hacer balances, para fomentar el emprendimiento existen otro tipo de acciones que cumplen esta función de manera más óptima. Los talleres experienciales, donde emprendedores jóvenes explican sus experiencias, dificultades, preocupaciones y cómo llegaron allí, hacen más por el emprendimiento que 10 clases magistrales. Y sobre todo, el aprender haciendo, el 'learning by doing': crear empresas de verdad, simular con datos reales. Por ejemplo, en la Universitat Abat Oliba CEU, la verdadera escuela del emprendimiento la dirigen los propios estudiantes, con su Club de Emprendedores. Llevan a cabo, entre otras acciones, el Barcelona Thinking Challenge, una maratón de emprendimiento que tiene lugar anualmente en la universidad (ya llevamos cuatro ediciones) donde se forman grupos de estudiantes de diferentes universidades y especialidades -que incorporan innovación, originalidad y dinamismo-, y profesionales de distintos sectores -que aportan su sabiduría y experiencia. A lo largo del día, cada grupo debe resolver un caso con un objetivo social: ofrecer soluciones que fomenten el rendimiento escolar, dar empleo a personas con discapacidad, a personas mayores, o a los parados de larga duración…

Al día siguiente, en el transcurso de una vistosa gala, se entregan los premios a los mejores emprendedores. Los participantes aprenden, solucionan casos reales, y experimentan el emprendimiento de forma vivencial, con lo cual, la probabilidad de que esas personas se conviertan en emprendedores, antes o después, se multiplica.

Como conclusión, podemos afirmar que el mejor emprendimiento, el emprendimiento de calidad, basado en una motivación por innovar y mejorar, debe fomentarse a través de una formación práctica basada en casos reales y en el aprender haciendo. Así, formamos personas que quieren transformar el mundo.