Del corto plazo a un cambio de paradigma

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Recientemente murió uno de los pensadores más lúcidos de las últimas décadas, el sociólogo, filósofo y ensayista polaco Zygmunt Bauman. De entre sus reflexiones más interesantes me quedo con una que me permite ilustrar cómo veo en estos momentos el problema de las pensiones en España. Decía Bauman que «si no existe una buena solución para un dilema, si ninguna de las actitudes sensatas y efectivas nos acercan a la solución, las personas tienden a comportarse irracionalmente, haciendo más complejo el problema y tornando su resolución menos plausible».

Parece una evidencia que la ecuación que intenta dar respuesta la evolución esperable en el futuro a medio-largo plazo de las pensiones con el sistema actual es irresoluble. Pensar que, en un escenario en el que cada vez menos personas trabajarán y, por lo tanto, cotizarán y, al mismo tiempo, en el que la esperanza de vida va a ir alargándose, con lo que el tiempo durante el que necesitaremos recibir una pensión va a ser cada vez mayor y la atención que vamos a necesitar va a ser más cara, vamos a poder dar respuesta efectiva por los medios actuales es una quimera.

Cualquier medida o actitud sensata y efectiva basada en el statu quo actual está, desde mi punto de vista, condenada al fracaso. Al contrario, la evolución tecnológica previsible en el próximo futuro va a provocar que las diferencias se radicalicen, agravando el problema. Por un lado, todo el mundo coincide en que el incremento en la automatización de procesos, incluso de aquellos que requieren una mano de obra más cualificada, va a reducir las necesidades de contratación de forma radical y que esta reducción no va a poder ser compensada con la aparición de nuevos puestos de trabajo que la propia evolución tecnológica pueda generar. Por otro lado, también parece haber coincidencia en que la evolución de la mejora de las condiciones de vida en general va a provocar que vivamos más años, en unas condiciones que van a requerir más cuidados y más sofisticados, es decir más caros.

Hay solución

¿Estoy queriendo decir con ello que no existe solución alguna? Nada más lejos de mi pensamiento. Soy incluso optimista a medio-largo plazo. Lo que sí pienso es que las soluciones no van a venir de la mano de hacer pequeños cambios, ni tan siquiera de una modificación profunda del modelo actual. La solución va a tener que venir de un cambio total de paradigma, de una transformación del modelo económico y social que va a tener que ir mucho más allá del ámbito de las cotizaciones y las pensiones.

No dudo de que a corto plazo, retoques como el tema del copago de los medicamentos para las pensiones más altas, el alargamiento de la edad de jubilación, el incremento el endeudamiento para financiar parte de las pensiones, etc., puedan paliar el problema. Incluso es posible que, a muy corto plazo, dé la sensación de que se produce una ligera mejoría, pero la realidad es que eso solo es así desde la perspectiva del Gobierno y del resto de los integrantes del Pacto de Toledo. La sociedad en general, y los jubilados en particular, durante los próximos meses van a asistir a un episodio más en la precarización de sus condiciones.

Y ahí reside, desde mi punto de vista, el principal problema. Como decía Bauman, si la sociedad en general llega a la conclusión de que el tema no tiene otra solución racional que aceptar la precarización de sus condiciones actuales o futuras, puede empezar a tomar decisiones irracionales por su cuenta, como por ejemplo, volver a la economía sumergida, lo cual solo haría que agravar el problema.

Ampliar el espectro

Urge que los que tienen que tomar decisiones en estos temas se pongan a trabajar en serio, para revolucionar el modelo a medio-largo plazo. Para ello me parece indispensable que, además de asesorarse de los supuestos expertos en pensiones, que también, empiecen a ampliar el espectro. El Pacto de Toledo debería convocar para ello a profesionales de valía de otras disciplinas, como la sociología, las tecnologías de la información y la comunicación o la ciencia, con una visión más de largo plazo y más global, que podrían aportar puntos de vista distintos y de gran valor.

En cualquier paso, pienso que es clave el término largo plazo. Leía hace unos días un post en Linkedin haciendo referencia a «la paradoja de la estupidez». Los profesores Mats Alvesson y André Spicer, de la Lund University y Cass Business School, respectivamente, en su libro 'The Stupidity Paradox. The Power and Pitfalls of Functional Stupidity at Work' explican cómo en muchas organizaciones con grupos de gente muy inteligente, muy válida, se hacen muchas cosas estúpidas. Una de las principales causas que argumentan para ello es «el cortoplacismo» con el que se gestionan dichas organizaciones y pienso que en este caso pasa lo mismo. Dedicar muchas personas, aunque sean muy inteligentes, a intentar encontrar una solución al problema de las pensiones pensando en el corto plazo, siendo comedido, diría que no es la decisión más inteligente que se puede tomar.