Del amor al odio en solo dos décadas

El turismo genera en BCN 26 millones de euros por día y más de 120.000 puestos de trabajo. Hace 20 años esto hubiera sido un sueño y hoy es una pesadilla para muchos barceloneses

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Los que ya peinamos alguna que otra cana, recordamos la Barcelona de los años 70 y 80, cuando el verano era temporada baja y la mayoría de los pocos hoteles que había tenían cerrado por vacaciones y solo se veían turistas cuando se escapaba alguna excursión de un lugar costero como CalellaLloret Salou, verdaderos protagonistas del turismo entonces. Unas décadas más tarde, el panorama ha cambiado radicalmente. En medio tuvo lugar un gran desarrollo turístico, producto, fundamentalmente, de una excelente gestión de los Juegos Olímpicos del 92, hace 25 años. Barceloneses y catalanes ejercimos el papel de anfitriones de manera magistral y recogimos los frutos de aquella buena gestión.

Fue muy buena planificación. Se luchó para cumplir el compromiso de llegar a los 50.000 alojamientos, cifra que se logró construyendo nuevos hoteles, villas olímpicas, y, a última hora, utilizando 15 cruceros para poder alcanzar el número pactado. Quién nos iba a decir que años después Barcelona se convertiría en el primer puerto base de cruceros del Mediterráneo. También la imagen que Barcelona proyectó a todo el mundo hizo posible que, de ser un destino turístico completamente desconocido, pasara a ser el quinto destino europeo solo por detrás de LondresParísRoma Berlín.

En mi opinión, la situación problemática actual se debe a que en ningún momento hubo conciencia del éxito que alcanzaría Barcelona. Nadie pudo imaginar que habría este incremento tan importante del volumen de turistas y de pernoctaciones: de la situación en el año 90, donde se registraron 1,7 millones de turistas y 3,8 millones de pernoctaciones, se ha llegado a un 2016 en el que la ciudad recibió nueve millones de turistas y 19 millones de pernoctaciones en hoteles. Este crecimiento no se ha producido de forma sostenida según un plan diseñado.

Paralelamente al incremento de turistas, se han multiplicado las viviendas de uso turístico legales, aprovechando que la nueva ley dejaba muchas facilidades para constituir, o ilegales, que han proliferado gracias a las nuevas plataformas digitales de contratación. Todo esto se refleja en un encarecimiento del precio de las viviendas, en alquileres imposibles de alcanzar por parte de la población autóctona. El ciudadano ve así como pierde o, mejor dicho, ya ha perdido su ciudad, y se vuelve agresivo y pasa a ser enemigo de los turistas. En el caso concreto de Barcelona, el 11% de la población ve el turismo como una cuestión preocupante. Pero el problema no se puede atribuir a los turistas, sino a la falta de planificación y control político.

¿Qué hacen otros destinos?

A pesar de ser una de las ciudades en que más expresamente se manifiesta el rechazo de parte de la ciudadanía hacia el turismo ('The Independent' recientemente incluyó Barcelona entre las ciudades que más odian a los turistas), la saturación no es un problema exclusivo de la capital catalana .

Venecia, donde viven 50.000 personas, recibe 30 millones de visitantes al año. ¿Qué ha hecho?: limitar el número de visitantes al día y controlar los accesos. También está el caso de Islandia, donde viven 330.000 personas, y ha tenido casi 2 millones de visitantes. Su opción ha sido incrementar el precio de los alojamientos.

Dentro de las ciudades que 'The Independent' mencionaba por la reacción de sus habitantes hacia la presencia de viajantes también figuraba Amsterdam. ¿Qué hace la ciudad holandesa? Elimina la inversión en promoción y busca el turismo de calidad dejando fuera el que va de fiesta. Otro destino es Bután, y ¿qué hacen en Bután? Pues han elevado el precio del visado a 200 dólares por día. La isla de Santorini, en Grecia, ha establecido una limitación del número de visitas por día (ha pasado de 10.000 a 8.000) y algo parecido ha hecho Cinque Terre (Italia), mientras que en las islas tailandesas de Koh Khai han optado por prohibir las visitas.

Un difícil equilibrio

¿Qué debe hacer Barcelona para solucionar la desconfianza con que una parte importante de su vecindario ve el fenómeno del turismo? Buscar algo tan difícil y complicado como es el equilibrio entre residentes y turistas, mantener la coherencia y la identidad y respetar la sostenibilidad económica, social y ambiental.

¿Y cómo debe hacerse? Trabajando por la desconcentración territorial y haciéndolo en una línea que, desde la Diputació de Barcelona, ya se está aplicando bajo el lema 'Barcelona es mucho más', creando nuevos punto de atracción fuera de Barcelona. También esponjando las zonas con más presión turística; ordenando, regulando y sancionando sin miedo todo el desorden y el caos que hay en muchos lugares de la ciudad, como los apartamentos ilegales, la venta ambulante ilegal, la circulación con todo tipo de artilugios y por todas partes y las actuaciones incívicas en algunos barrios de la ciudad.

Otro aspecto a tener en cuenta es reducir todos los impactos negativos que genera el turismo, donde se encuentra el incivismo, pero también la delincuencia, ya que los turistas son un polo de atracción importante de todo tipo de delincuentes.

Sin embargo, institucionalmente, el consistorio no parece estar en disposición de tomar las riendas del problema. Tenemos al frente de la ciudad un gobierno que confunde los términos de la cuestión y no es sensible a la diferencia que existe entre la venta ambulante y una terraza por la que se paga una tasa o la que existe entre un turista que se aloja en un apartamento ilegal del viajante que lo hace a un hotel con licencia o los cruceristas, que generan un impacto de 2,2 millones de euros por día.

Hacer pedagogía

El turismo genera en la ciudad de Barcelona 26 millones de euros por día, más de 120.000 puestos de trabajo y representa entre el 11 y el 13% del PIB. Hace 20 años esto hubiera sido un sueño y ahora es una pesadilla para muchos barceloneses. Si se gestiona con inteligencia y se busca el consenso de los tres actores principales del sector (administración pública, sector privado y ciudadanía), no debe haber conflicto, pero habrá que hacer pedagogía de lo que aporta el turismo, y reducir los impactos negativos y mediar para que la distribución de beneficios que genere el turismo sean más equitativos y que los autóctonos puedan ser los beneficiados.

Si hacemos bien las cosas podremos reconducir la situación y seguir disfrutando de los aspectos positivos y beneficiosos del turismo y no todo lo contrario.

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