Unión Europea: ¿Deconstrucción o relanzamiento?

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La Unión Europea está atravesando los momentos más difíciles desde su fundación debido a una combinación sin precedentes de crisis internas y amenazas externas. Entre las primeras, destaca la crisis del euro, aparecida en el 2010, que algunos analistas, como Edgar Morin, han calificado con razón como una verdadera «policrisis». En efecto, además de una crisis monetaria debido a los defectos congénitos de la moneda única -nacida sin unión bancaria, fiscal ni política- constituye también una crisis institucional, de narrativa, de liderazgo y de legitimidad. Sus consecuencias han sido devastadoras, entre las que destacan la fragmentación de la UE (entre élites y ciudadanos, países acreedores y deudores, norte y sur, centro y periferia, este y oeste) y el encrespamiento del populismo. A la crisis del euro se ha añadido la de los refugiados a partir del 2015 y el Brexit en el 2016. La primera ministra británica, Theresa May, ha anunciado que mañana, 29 de marzo, activará el artículo 50 del Tratado de Lisboa para iniciar las negociaciones de salida del Reino Unido de la UE.

A lo largo de la historia de la UE siempre ha habido periodos de euro-optimismo y de europesimismo, con crisis intermedias que se acaban superando. Todo ello ya lo había previsto Jean Monnet, cuando avisó de que «Europa se hará a golpes de crisis y será la suma de las soluciones adoptadas para resolver estas crisis». Este método de integración propio de la estrategia comunitaria (Comunidades Europeas) funcionó cuando las crisis venían una detrás de otra, pero se ha puesto en entredicho al aparecer muchas al mismo tiempo y cada una de ellas de efectos tan perniciosos como las actuales.

Al lado de una concatenación de crisis se encuentran amenazas externas de grandes proporciones, como son las ambiciones territoriales de la Rusia de Vladimir Putin, los incendios en el Mediterráneo sur y Oriente Medio y la elección de Donald Trump en EEUU. La coincidencia del Brexit y Trump ha convertido el año 2016 en un verdadero 'annus horribilis' para la UE. Desde el 2005 -cuando Francia y los Países Bajos rechazaron en referendo el Tratado constitucional de la UE- hasta hoy, la UE ha vivido 12 años consecutivos de europesimismo. Queda muy lejos la fase anterior de euro-optimismo situada a caballo del cambio de milenio, en la que el euro, las ampliaciones al este o el proyecto de Tratado constitucional despertaban grandes expectativas, mientras Javier Solana podía lanzar desde Bruselas una Estrategia de Seguridad que empezaba manifestando que Europa pasaba por una «época dorada» y vivía rodeada de «un círculo de amigos», y analistas como Mark Leonard publicaban libros de gran éxito como el titulado '¿Por qué Europa liderará el siglo XXI?'

El fin de las ampliaciones

Después del Brexit, ya es posible hablar de deconstrucción de la UE. Es la primera vez que se puede contraer en número de miembros, contraviniendo una continua y exitosa sucesión de ampliaciones. Trump es el primer presidente de Estados Unidos que se ha referido a la UE como «un proyecto fallido», al euro como «una receta para la ruina económica de Europa» y a Bruselas como «un agujero infernal». Desde el fin de la segunda guerra mundial, Europa ha mirado al mundo a través de una lente transatlántica y Trump amenaza con poner fin a todo esto. Al riesgo de desintegración de la UE provocado por el Brexit, se le añade el de un alejamiento progresivo entre Estados Unidos y la UE y el posible final del mundo de posguerra basado en el multilateralismo y el liderazgo benevolente de EEUU.

Para nosotros, los europeos, ha llegado el momento de reaccionar. Trump y el Brexit han de convertirse en los revulsivos que provoquen la reacción. Este mes de marzo del 2017 puede ser precisamente el momento histórico que signifique el final del último periodo de europesimismo de la UE. El día 25 de marzo el Consejo Europeo habrá celebrado en Roma el 60 aniversario del Tratado de Roma (CEE) y adoptado una Declaración solemne sobre el futuro de la UE. La Comisión Europea ha presentado el primero de marzo un documento con cinco escenarios posibles de futuro sobre los que el Consejo Europeo deberá pronunciarse. El escenario que en estos momentos cobra mayor verosimilitud es el de una Europa de varias velocidades o de geometría variable, formado por un núcleo duro de países dispuesto a alcanzar altas cotas de integración y círculos exteriores de países con menores compromisos, según una estrategia de diferenciación flexible.

La 'teoría del dominó' de Farage

La secuencia de elecciones previstas para el año en curso puede acabar convirtiéndose en un círculo virtuoso, a partir de la derrota del populista Geert Wilders en los Países Bajos producida también este mes de marzo, que ha desmontado «la teoría del dominó» de Nigel Farage. Después ha de venir la necesaria derrota de Marine Le Pen en la segunda vuelta de las presidenciales francesas y la cuarta victoria consecutiva de Angela Merkel en las elecciones legislativas alemanas de septiembre (si no llegara a producirse, tranquiliza que el segundo aspirante, el socialdemócrata Martin Schultz, sea un europeísta convencido y partidario de una refundación de la UE ante la magnitud de los problemas actuales).

Europa se dirige, una vez más, a su relanzamiento y puede acabar agradeciendo al Brexit (acabe como acabe, pues su futuro es incierto) por estimularlo, así como dando la bienvenida a la advertencia recibida de Trump, según la que «debe ser capaz de sostenerse sobre sus propios pies».