Datos y ¿soluciones? para el gasto público

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El gasto público ha sido uno de los temas nucleares de esta (y de cualquier) campaña electoral. No es para menos. En España, y en los países de nuestro entorno, representa casi el 50% del PIB o unos 500.000 millones de euros. Intentaré dar aquí los datos básicos para que el lector se haga su composición de lugar. (Fuente: Intervención del Estado).

En el 2007, España era el ejemplo de Europa. Éramos el único país con superávit público (2% del PIB); se construían AVE, la sanidad funcionaba, los pueblos y ciudades estaban impecables, y eso nos costaba 421.000 millones de gasto público (con unos ingresos de 442.000 millones). En el 2008 y el 2009 empieza la gran recesión. Las empresas reducen ingresos y gastos. Por el contrario, la Administración Pública ve reducidos sus ingresos en casi 70.000 millones, pero aumenta sus gastos en otros 70.000 millones (un 17%) y sobre todo, aumenta el gasto corriente (un 19%) que luego es muy difícil de bajar. Como anécdota, en solo dos años se aumenta en 300.000 el número de funcionarios. Resultado, pasamos de un superávit de 20.000 millones a un déficit de casi 120.000… que tenemos que pedir prestado. Los mercados se ponen nerviosos por tener que prestar tanto y estalla la crisis de la prima de riesgo en el 2011 y el 2012.

Del 2007 al 2015 el único año que ha bajado el gasto corriente (salario de funcionarios incluidos) fue el 2012 (bajada de un 2% o 9.000 millones). La crisis ha sido mucho más dura (en paro y bajada de salarios) para los 17 millones de trabajadores del sector privado que para los tres millones del sector público. En el 2015, el gasto público corriente está en 436.000 millones, muy por encima de los 357.000 millones de antes de la crisis. No entiendo que Pablo Iglesias diga que hay que volver al mismo nivel de gasto público de antes de la crisis... ¿reducir 80.000 millones?

Del 2011 al 2015, el gasto público total ha bajado en unos 20.000 millones (de 489.000 a 468.000), debido exclusivamente a la reducción de inversiones que ahora son de 30.000 millones cuando antes eran de 50.000 millones. Lógico, ya tenemos mucho AVE y aeropuertos y más AVE pueden esperar. En estos años los ingresos han crecido en 26.000 millones y el resultado es que el déficit se ha reducido a la mitad, 55.000 millones o un 5% del PIB. La UE pide más reducción de déficit.

¿Lo hacemos peor que nuestros vecinos? Pues no parece. En Alemania el gasto público representa el 45% del PIB (igual que en España); en Italia, el 51%; en Gran Bretaña, el 47%, y en Francia, nada menos que el 57%. Y, sin embargo, existe la percepción generalizada de que la administración pública (exceptuando quizá la sanidad) es muy ineficiente, se gasta demasiado para lo que da.

Promesas y promesas

La realidad, en España y en casi todos los países, demuestra que es muy difícil bajar el gasto público. Los políticos no tienen incentivos para ello. Al revés, pueden prometer el oro y el moro y eso les da votos. Y ya lo pagarán los que vengan detrás. Hay elecciones cada dos por tres y tienes que prometer algo continuamente y ese algo es siempre aumento del gasto (ejemplos de estos tenemos a mansalva… ambulancias en zonas despobladas, colegios en pueblos sin niños, etc).

Además, está muy extendida la idea de que el aumento del gasto público repercute en los más desfavorecidos y no siempre es así, aunque sí lo vamos a pagar entre todos. El 80% de los ingresos públicos los paga el trabajador promedio, que gana unos 1.200 euros al mes. No los pagan las empresas ricas y los hiperforrados. Por tanto, cada vez que hay aumento de gasto, el trabajador promedio (20 millones en España) tiene que pagar más impuestos. ¿Tiene sentido que un trabajador que gana 1.200 euros o menos pague subvenciones a un director de cine? ¿Tiene sentido que el 40% de lo que paga su empresa por él se vaya en impuestos de todo tipo? Si fuera rico sí tendría sentido, pero ¿ganando 1.200 euros lo tiene?

Uno de los enigmas del sector público es que es la única entidad económica del mundo a la que se le permite, año tras año, gastar más de lo que ingresa. ¿Se imagina usted una familia (o una empresa) que durante 30 años gastara más de lo que ingresa? Pues eso ha ocurrido con el sector público de casi todos los países desarrollados (EEUU, Italia, Francia, Alemania...). Casi 30 años seguidos de déficit público.

Conocer quién gasta qué

Para colmo, en España tenemos cuatro administraciones públicas: central, autonómica, local y seguridad social (pensiones) y resulta muy difícil saber quién gasta qué. Por cierto, de estas cuatro, la que menos gasta y se ajusta más el cinturón es la local, a pesar de que siempre que se habla de recorte de déficit se metan con los ayuntamientos.

¿Y qué se puede hacer? Pues lo primero, que haya transparencia. Que se sepa quién gasta qué y en detalle. No basta con publicar los datos. Hay que enseñarlos de forma que se puedan entender y no con una terminología súper técnica que no entiende nadie. Hay que hacer pedagogía para que la gente sepa dónde va su dinero.

Creo que en gasto público igual que en economía no es bueno hacer movimientos bruscos: ni grande subidas de gastos, que luego no se pueden pagar, ni grandes rebajas que producen mucho sufrimiento. Hay que ir a poco a poco.

El gasto público es muy grande y nos afecta a todos; por eso requiere un pacto entre todas las fuerzas políticas, agentes sociales y administraciones. Unos pactos de la Moncloa sería el camino o idóneo (aunque no parece que nuestros representantes estén por la labor). Si no lo hacemos, tarde o temprano la UE nos lo impondrá.

Y por último. No se trata tanto de bajar el gasto (ni de subirlo) sino de hacerlo eficiente. Que los euros se gasten bien. En este ámbito, las empresas privadas han hecho un gran esfuerzo en estos años. Y los consumidores lo notamos, pues compramos más barato que hace 10 años (desde el restaurante hasta la cesta de la compra o los viajes). Ese esfuerzo lo debería hacer la administración pública y está pendiente.