Cuestión de supervivencia

Ahora, más que nunca, se plantea el dilema de qué hacer con la UE: ¿más o menos integración? Es de esperar que el actual rumbo se corrija a tiempo porque la Unión Europea ya no puede esperar más

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El 2016 ha sido el 'annus horribilis' para la UE, ya que el triunfo del Brexit ha supuesto su mayor derrota histórica al haber creado un precedente que antes se consideraba prácticamente imposible. La victoria de Donald Trump en los Estados Unidos agrava las debilidades europeas, puesto que el nuevo presidente no ha ocultado en absoluto su estrategia favorable a la desintegración de la UE. Este año pueden empeorar las cosas por el más que previsible ascenso de la derecha radical populista en las citas electorales de Holanda, Francia Alemania, ya que es sabido que esta opción es frontalmente eurófoba. Por si faltaba algo, la inflexibilidad alemana respecto a las políticas económicas de austeridad ortodoxa ha vuelto a despertar el fantasma del Grexit que, de consumarse (aunque es probable que al final se conjure el riesgo), dejaría gravemente tocado al euro.

En estas circunstancias se plantea más que nunca el dilema de qué hacer con la UE: ¿más o menos integración? El actual panorama es muy poco favorable a un refuerzo de la integración porque, aun siendo objetivamente la opción más razonable, las resistencias subjetivas de amplios sectores de las élites políticas y de las opiniones públicas nacionales son cada vez mayores. Sin duda, la UE es responsable de sus muchas carencias estructurales, que han ocasionado un serio deterioro de su imagen, toda una prueba de que el rumbo neoliberal reafirmado desde el inicio de la crisis en el 2008 es erróneo, a la vez que tiene un potencial de futuro nada desdeñable si se autocorrige.

La Comisión Juncker, en parte consciente de la gravedad de los desafíos, ha elaborado un 'Libro Blanco' (1 de marzo) en el que sugiere cinco posibles escenarios de futuro para la UE -con sus pros y contras— sin decantarse claramente por ninguno de ellos. Así: 1) proseguir con las reformas sectoriales graduales, 2) volver a un mero mercado común, 3) generar un núcleo duro de estados más favorables a la integración (algo que formalizaría la discutida Europa de dos velocidades), 4) devolver algunas competencias a los estados para mejorar las comunitarias que quedaran, y 5) profundizar al máximo en la integración en todas las áreas con un inequívoco espíritu supranacional.

Al margen de que lo más criticable es que la Comisión se limite a describir tales escenarios sin mostrar sus preferencias (haciendo completa dejación de su labor política dirigente como supuesto Ejecutivo comunitario), parecen descartables el segundo y el quinto y, por tanto, lo más probable es que nos encaminemos a una UE más intergubernamental -liderada por los cuatro estados más poblados (España se ha beneficiado del Brexit en este sentido)-, de geometría variable y que proseguirá su errática integración de modo incremental y sin horizonte final claro.

Estrategia federalista

Personalmente, creo que la opción audaz -muy minoritaria y hoy imposible dada la correlación de fuerzas existente- sería la de asumir de forma abierta una estrategia federalista de construcción europea, pero ello requeriría incluir muchos elementos de cambio en profundidad que hicieran atractivo este proyecto para la mayoría de los ciudadanos: más democracia, más redistribución social y una regulación estricta de los mercados financieros, los mayores responsables de la crisis.

Un programa de estas características solo sería posible con varias condiciones: 1) tomarse en serio los hoy virtuales europartidos, 2) invertir las actuales políticas económicas neoliberales, 3) privar de base social y argumentos a los ultras, y 4) coordinar de forma ejecutiva eficaz a todos los grupos que apuesten realmente por «más y mejor Europa», consigna ésta que no suele pasar de la retórica insustancial en boca de los actuales dirigentes comunitarios del 'establishment'.

Es de esperar que el rumbo de hoy se corrija a tiempo, puesto que la oportunidad de las elecciones europeas del 2019 está demasiado lejos y la UE ya no puede esperar más.