Crónica de una década en crisis
JACINT SOLER. DIRECTOR DE COLECTIVOS Y RELACIONES INTERNACIONALES DE PIMEC
Los datos macroeconómicos certifican el fin de la crisis más grave y profunda que han sufrido Europa y buena parte del mundo en un siglo. Como en 1929, la depresión de la economía tuvo su origen en los mercados financieros estadounidenses. Concretamente, la titulización y venta masiva de hipotecas de poca solvencia, las famosas 'subprime', generó una burbuja que acabó por pinchar y contagiar todo el sistema financiero mundial. Los ajustes en el sistema financiero limitaron la oferta de crédito y provocaron graves efectos sobre empresas, consumidores y administraciones públicas.
España tardó más tiempo en recibir los efectos de la crisis financiera, debido a su menor exposición a los mercados estadounidenses. A la larga, sin embargo, esto fue peor ya que, por ejemplo, Reino Unido, Alemania y Holanda reformaron con rapidez y firmeza sus bancos y pronto volvió a fluir el crédito a las empresas. En España, en cambio, la miopía de los gobernantes de turno y la mejorable actuación de los reguladores alargaron la reestructuración financiera, que finalmente ha tenido un elevado coste directo e indirecto.
Entre el 2011 y el 2014, el volumen de crédito vivo a las empresas privadas disminuyó en España un 40%, según datos del Banco de España, mientras el sector público veía aumentado su crédito un 13%. Desde entonces se ha recuperado la concesión de préstamos, pero en julio de este año el volumen de crédito privado era todavía un 20% inferior al de 2011. Asimismo, en plena crisis del euro en el 2013, el tipo de interés que pagaban las pymes españolas era el doble que las alemanas, un agravio que afortunadamente ha terminado.
Pymes y autónomos, los grandes damnificados
Sin duda, las pymes y los autónomos, y de rebote sus trabajadores, han sido los grandes damnificados de esta larga crisis. En el 2006, Catalunya contaba con cerca de 533.000 pymes con unos dos millones de trabajadores. Seis años después, en el momento más álgido de la crisis, había 80.000 pymes menos y se habían perdido 280.000 puestos de trabajo. Entre las grandes empresas, el impacto fue, en cambio, menor, con 21.000 trabajadores menos, tal como señalan los diferentes Anuarios de la Pyme de PIMEC.
Los años de crisis tuvieron un efecto nefasto sobre la rentabilidad de las pymes catalanas. Según datos de los mismos anuarios, la rentabilidad financiera total sobre los recursos propios, que había llegado al 10% en el 2004 y al 8,7% en el 2007, se situó en un mínimo histórico del 0,4% en el 2012. En el 2013 subió al 2,4%, para llegar al 6,6% en el 2015. Los datos del 2016, aún no disponibles, podrían mostrar una rentabilidad similar a antes de la crisis. Este hecho, junto con los tipos de interés en mínimos históricos, aconsejan más que nunca emprender negocios e invertir en las pymes, la clave para el futuro del país.
Menos apalancamiento
Las cifras indican también una gradual disminución del apalancamiento de las pymes catalanas. En el 2007, en vísperas de la crisis, las pymes catalanas alcanzaron un nivel mínimo de recursos propios sobre su pasivo total, un 38%, frente al 45% del año 2002. En el 2015, en cambio, esta proporción subía hasta el 49%, la cifra más alta de los últimos años. La combinación de sequía crediticia, venta de activos y reestructuración de deudas han comportado pues una mejora de la estructura financiera de las empresas, lógicamente solo para aquellas que han conseguido sobrevivir.
Las consecuencias de 10 años de crisis son evidentes, con respecto a la destrucción de tejido empresarial en todo el país. Aunque las cifras de empleo de los últimos meses son esperanzadoras, será difícil recuperar el dinamismo en algunos sectores y comarcas de Catalunya. En los componentes de automoción, por ejemplo, han desaparecido numerosas empresas y las que quedan acumulan pedidos por años, debido a la poca competencia. Entre los proveedores de la aeronáutica, la propia Airbus se tuvo que implicar en salvar a algunos para evitar quedarse sin suministros. El sector de la construcción y sus proveedores siguen en horas bajas, reflejo de una obra civil bajo mínimos todavía en España y sobre todo en Catalunya.
Sin reformas estructurales
Han pasado 10 años desde Lehman Brothers, pero no hemos sido capaces de hacer las reformas estructurales necesarias para asegurar una recuperación sólida y duradera. Las empresas que vuelven a crecer siguen sin encontrar personal técnico de fábrica, mientras emigran los licenciados universitarios. Tampoco es fácil financiar la innovación, los activos fijos, el circulante ni la exportación, cuando, además, tenemos ahora solo un tercio de las entidades financieras que había en el 2007. Y el sistema fiscal vigente sigue sin favorecer la reinversión de beneficios e impone cada vez más cargas a los empresarios.
La crisis habrá pasado pero sus efectos aún perduran en la economía catalana. Y lo que es aún peor, las causas estructurales que agravaron la crisis no han sido debidamente corregidas, pues continúan las carencias en ámbitos fundamentales como la formación, la fiscalidad, el sistema financiero, las infraestructuras, etc. Desgraciadamente, 10 años no han sido suficientes para cambiar nuestro modelo económico y social.
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