Cinco estocadas a las pensiones

ENRIC HERNÀNDEZ

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Cinco son las estocadas que han herido de muerte al sistema público de pensiones en España. La primera, la inversión de la pirámide demográfica, fruto de la mayor longevidad de la población y del desplome continuado de la natalidad, temporalmente mitigado por la oleada migratoria de la pasada década. La segunda, la ineficiencia de un modelo productivo y jurídico que, demasiado tolerante con la economía sumergida, en ciclos expansivos se resigna a una tasa de paro superior al 8%, mientras que en los recesivos supera con creces el 20%. La tercera, la precarización de un mercado laboral lastrado por la temporalidad y por los salarios menguantes, del todo insuficientes para sufragar las prestaciones devengadas por los trabajadores ya jubilados. La cuarta, la opacidad e inequidad de las cuentas públicas españolas, que cuando la recaudación fiscal se hunde impiden reducir gastos suntuarios y obligan, por contra, a romper la hucha de las pensiones. Y quinta, la inanidad de una clase política sin agallas para coger el toro por los cuernos, diagnosticar honestamente la magnitud del problema y consensuar una reforma en profundidad del insostenible modelo español de pensiones.

Cada crisis ha comportado tímidos retoques del sistema que solo han resultado efectivos en tanto la economía crecía al galope y se incrementaba a idéntico ritmo el número de cotizantes, no cuando se giraba la tortilla. La prolongación paulatina de la edad de jubilación (obra de José Luis Rodríguez Zapatero) y la desindexación de las pensiones respecto a la inflación (de Mariano Rajoy) fueron meros apaños, ajustes cosméticos improvisados bajo la presión de los acreedores (la Comisión Europea, el BCE, el FMI...) para fingir que, al fin, España se tomaba en serio el asunto. Nada más lejos de la realidad.

El suplemento +Valor reúne hoy a una decena de expertos que, aparte de coincidir en la situación próxima a la quiebra técnica que padece la Seguridad Social, proponen nuevos enfoques para salvaguardar algún tipo de prestación para los pensionistas presentes y futuros. Pero el principal obstáculo que entorpece la reforma no es la ausencia de recetas, sino el pánico de los partidos a poner en peligro el voto de más de nueve millones de pensionistas españoles, que representan el 25% del censo electoral, y subiendo. Si los políticos siguen más pendientes de la próxima cosecha electoral que de la sostenibilidad del sistema a largo plazo, la reforma de las pensiones que empieza a gestarse será solo un nuevo pedazo. Y la sexta estocada, tal vez la definitiva.