RECONOCIMIENTO

Aplauso universitario a un curso de huertos para sintecho

La UB ha reconocido como diploma de extensión universitaria una formación de jardinería que Assís Centre d'Acollida imparte desde el 2013 a personas sin hogar que atiende en su centro

ALUMNOS. De izquierda a derecha, Rahid Bouchekri, Ángel Álvarez, Lluïsa Fábregas, Mila Antoshkina y Daniella Ivanova, en la finca de la calle de Manacor donde llevan a cabo parte de su formación.

ALUMNOS. De izquierda a derecha, Rahid Bouchekri, Ángel Álvarez, Lluïsa Fábregas, Mila Antoshkina y Daniella Ivanova, en la finca de la calle de Manacor donde llevan a cabo parte de su formación.

ROSA MARI SANZ / BARCELONA

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Es martes, y como cada martes desde hace unas semanas, Lluïsa Fábregas se desplaza hasta una finca ubicada en el inicio de la calle de Manacor, junto a la cima del Turó del Putget, que goza de unas privilegiadas vistas de la ciudad. En este enclave de propiedad municipal que el distrito de Sarrià-Sant Gervasi cedió hace cinco años a la oenegé<strong> Assís Centre d'Acollida</strong>, esta mujer de 56 años recibe formación como jardinera, y sobre todo, calor humano. Forma parte de una brigada compuesta por 18 personas sin techo que buscan un cambio de rumbo, una oportunidad que les aleje de un pasado, en muchos casos todavía presente, lleno de miedos, amargura y pobreza extrema.

«Yo vendría cada día, se me hace corto el tiempo que estoy y muy largo el que tardo en volver. En una situación de dificultad como la que estamos viviendo lo importante es no perder la voluntad y tener ilusión. Esta oportunidad es fantástica y te sube la autoestima», cuenta al acabar una clase del curso de mantenimiento de huertos urbanos, centros de compostaje y jardinería. «La formación es muy seria, sales con titulación de auxiliar o técnico. Lo aprendemos todo desde la base, paso por paso», continúa.

Es tal la seriedad que este curso acaba de ser reconocido por la<strong> Universitat de Barcelona (UB)</strong>, que colabora con Assís, como un diploma de extensión universitaria. O sea, que a partir de ahora los alumnos que finalicen satisfactoriamente esta acción formativa, según explica <strong>Jesús Ruiz</strong>, director de la oenegé, podrán disponer de un título homologado que aporta una garantía de calidad a su formación, lo que les dará más oportunidades acceder al mercado laboral. Además, el alumnado podrá acceder a los servicios y recursos que la UB ofrece a sus estudiantes.

ÉXITO TRAS EL CURSO

Los resultados no son algo baladí: el 42% de los alumnos que han acabado este itinerario con éxito desde su puesta en marcha, hace cuatro años, han encontrado un empleo fijo, y la mitad de ellos en el sector. Pero aunque lo que se busque principalmente sea la inserción laboral, esta formación, que transcurre en otros dos solares donde los alumnos hacen teoría y práctica (uno cedido por la UB y otro por las Monjas Benedictinas) aporta mucho más.

Guillem Lacoma es instructor del curso, pero su labor no se limita a capacitar para la jardinería. «Hay muchas personas que vienen con problemáticas muy duras. Has de gestionar muy bien las expectativas y las emociones, ponerle los pies en el suelo. Partimos de cero o de menos», cuenta. Y habla de más pluses: «Has de incidir sobre todo en que haya unos hábitos mínimos. Cosas de sentido común, como ser organizado en el trabajo, en la vida y en la cabeza, que vengan a una hora determinada, con la ropa de trabajo puesta, que sean puntuales. Trabajamos más los hábitos que el trabajo en sí».

Entre las salidas laborales a las que optan están las de conservación de parques y jardines, construcciones de jardines privados y públicos, trabajos forestales, de limpieza forestal, instaladores de riego. Y en el campo de la formación de horticultura, que últimamente gana terreno a la de los huertos urbanos, Lacoma forma a sus alumnos para que puedan trabajar en explotaciones hortícolas de agricultura intensiva, las propias del Maresme y del Prat del Llobregat.

Es consciente de que no todos sus alumnos tienen el perfil para poder encontrar un trabajo, pero insiste en que los cursos, aunque no fructifiquen a nivel laboral, son muy importantes para controlar la propia vida.

VOLUNTARIADO

Lo sabe muy bien Fábregas: «Es muy difícil que a partir de los 45 o 50 años alguien quiera saber algo de nosotros a nivel laboral, pero el hecho de poder hacer prácticas en empresas nos da más posibilidad de encontrar trabajo», cuenta. No es su obsesión. Dice que el curso le va a servir de todas maneras. «Me estoy planteado la vida desde la realidad. Si no consigo un empleo quiero al menos poder ser autosuficiente y vivir gracias a lo que aprenda, irme a un pueblo y cultivar». A esta mujer le gusta el campo. «Para mí el asfalto es un martirio. Me he tenido que volver a adaptar, pero ya no es lo mismo», afirma. Se refiere a que ella dejó la vida en un municipio por estar en contacto con la naturaleza. Explica que un día decidió hacer un voto de pobreza, dejó atrás un trabajo en la recepción de la escuela de adultos de Vilassar de Mar y pasó siete años llevando albergues en el Camino de Santiago. La vuelta, en el 2013, no fue fácil: «Pensé que encontraría trabajo, pero no fue así y me vi sin techo». Ahora tiene una habitación para dormir y una ilusión por la vida. Tiene tanto agradecimiento a Assís que comparte su rol de usuaria con el de voluntaria enseña catalán y castellano a inmigrantes que como ella acuden a esta oenegé. «Me han acogido muy bien. Siempre digo que me alimenta más una sonrisa que un plato de comida», opina.

Como ella, Jordi Canals, de 70 años, también es voluntario. Sus vidas son bien diferentes, aunque comparten el que ambos son agradecidos. Este químico jubilado también va todos los martes a la finca de la calle de Manacor. «Hago de puente entre profesores y alumnos. Intento ayudar y es muy gratificante. Para mí hacer esto es casi una necesidad. Me veo en la obligación de revertir en la sociedad y ayudar un poco a la gente que no ha tenido tantas oportunidades como yo», explica. Junto a él, otras 12 personas voluntarias ayudan en este proyecto. Una iniciativa que devuelve ilusiones, o, cuando menos, un atisbo de esperanza a aquellos que lo perdieron todo.