LA ENTREVISTA

Teresa Font: "La sala de montaje es un confesionario"

Las películas son "seres vivos que hablan". Y esta catalana las escucha y les da ritmo. Es montadora de cine, un oficio tan poco conocido como imprescindible.

Teresa Font,  en su oficina,donde está inmersa en el rodajede 'El jugador de ajedrez'.

Teresa Font, en su oficina,donde está inmersa en el rodajede 'El jugador de ajedrez'.

POR OLGA PEREDA

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Nacida en un pueblecito del Vallés Occidental, tenía todas las papeletas para trabajar de administrativa. Pero Teresa Font le marcó un gol al destino y terminó dedicándose a su pasión: el cine. Su especialidad es el montaje, un arte además de una técnica. Ha trabajado con los grandes: Imanol UribeÁlex de la IglesiaBigas Luna y Vicente Aranda, con quien tuvo una larga relación sentimental y dos hijas. En el último festival de Málaga le concedieron el premio Ricardo Franco. Ella, alérgica a la ceremonia de los Goya, aprovechó el estrado para contar qué hace un montador de cine. Al día siguiente, muchos malagueños le dieron las gracias por descubrir una profesión que apenas se conoce en la calle.

Siempre quiso trabajar en el cine. Pero se dio cuenta de que, para una mujer, había dos opciones: 'script' o montadora. Cuando me interesé de verdad por el cine fue en Londres, donde coincidí con gente muy cinéfila. Soy de un pueblecito donde solo se podían ver películas americanas de estreno.

¿Qué pueblo? Uno muy pequeño, Gallifa, aunque cuando tenía 7 años nos mudamos a Castellar del Vallès. Un tiempo después, me fui a Londres.

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Qué valiente. En el pueblo había veraneantes, gente de Barcelona, con otras perspectivas. Me entró el gusanillo. De los 15 a los 17 tuve la impresión de que había otros mundos. Yo había estudiado secretariado y a los 17, por oposiciones, ya estaba trabajando en una clínica de Sabadell. Además, estudiaba ballicherato en la escuela nocturna. Me pusieron muy pronto a trabajar. No me importaba, pero no me quería dedicar a eso.

Así que hizo las maletas. A Londres, para trabajar de 'au pair', que era la fórmula de aquellos años. También iba a clase y aprendí inglés. Acabé trabajando en una residencia y me independicé de la familia para la que trabajaba. Busqué un apartamento y tuve la suerte de coincidir con gente que ama las películas.

Y le inocularon el veneno del cine. Sí. Y también los veraneantes de mi pueblo, ¿eh? En Londres vi cinematografías impresionantes. Trabajé en un restaurante que se llamaba Barcelona Restaurant. Me encantaba porque estaba en el cogollo cinéfilo. En ese local actuaba Joaquín Sabina. Yo servía mesas y él cantaba. Hablamos del año 1974 o así.

¿Por qué volvió? Porque allí era difícil el recorrido profesional. No teníamos permiso de trabajo. Solo podías ser 'au pair' o camarera. Y yo quería entrar en una escuela de cine. Regresé porque mis amigos catalanes me empezaron a comentar que se podía entrar en la industria de meritorio. No volví a mi pueblo sino a Barcelona. Gracias a mi inglés, encontré trabajo en una clínica, de secretaria. Mientras, veía cómo podía entrar en el cine. Y a una chica siempre le decían: o 'script' o montaje. Cuando estaba en rodajes notaba que lo primero no era para mí. Qué caos. Cuando vi cómo se montaba una película dije: "Esto es lo mío". A través de alguien conocí a Raúl Román, montador de Agustí Villaronga. Fue la primera persona con la que pude pegar planos. En los montajes, todo era manual. Con rotuladores finos se cortaba y pegaba. Buscábamos trocitos. Era un trabajo físico. Trabajabas identificando, numerando. No aprendía. Y yo lo que quería era aprender a montar. Pero cuando entraba en el despacho paraban la moviola y me preguntaban que qué necesitaba. ¡Aprender!

¿Qué es un montador? ¿El que da sentido a una película? Hacemos lo mismo que el guionista, pero en lugar de escribir con palabras escribimos con imágenes. Con la ventaja o desventaja de que, al ser lenguajes distintos, a veces nos encontramos que el material rodado no es lo que ponía en el guion. Los montadores estamos escondiditos en la sala y no se nos conoce mucho. Pero lo nuestro no solo es un oficio sino que tiene componentes artísticos. Escogemos los mejores planos, las mejores interpretaciones, eliminamos tiempos muertos, apostamos por el mejor ángulo. Eso sí, una gran parte del material rodado acaba en la basura.

Montó 'Jamón, jamón', del fallecido Bigas Luna. Fue una casualidad, pero terminó siendo su disparadero. Totalmente. Andrés Vicente Gómez confiaba mucho en mí. Y después me dio 'El día de la bestia'. Alex de la Iglesia había paseado el guion y nadie tenía fe en él, salvo Andrés Vicente, que le dijo que la haría pero conmigo de montadora. Yo pedí una entrevista con Álex y le pregunté si le parecía bien. Me dijo que estaba encantado. Él, que estaba rodando con unos horarios muy duros, no venía al montaje. Cuando le dije que ya había empezado a trabajar se asustó. Y al día siguiente apareció en mi oficina. Le gustó todo menos una frase. La sustituí y ningún problema.

El premio Goya le llegó por 'Días contados' (1994), de Imanol Uribe. Una película maravillosa y valiente. Qué fuerte ver al protagonista, con quien el espectador tiene que tener cierta empatía, disparando a un hombre por la espalda. Cuando eliges bien a los actores, ya tienes casi toda la película. Uribe siempre ha sabido bien lo que quiere rodar. Trabaja desde la honestidad.

Pues no consigue que se estrene su último trabajo, también sobre ETA, 'Lejos del mar'. No entiendo cómo es tan difícil. Y no solo hablo de Imanol. A veces en este negocio te prejubilan. Yo he tenido dos años muy malos de trabajo y pensé: "Dios, ya me han apartado". En realidad, lo que estaba pasando era que a mis directores habituales se les estaban retrasando sus proyectos profesionales.

Trabajó mucho con Vicente Aranda [fallecido el año pasado], con quien mantuvo una relación de pareja. Le conocí en 1981 gracias a Joaquim Jordà. En aquella época yo trabajaba en televisión. Jordà le habló de mí y terminé montando 'Asesinato en el comité central'. Estaba encantada, pero trabajaba mucho porque Vicente rodaba una barbaridad. Iba montado y, al mismo tiempo, pensado en que no controlaba sus códigos.

Y la riñó. Sí, me preguntaba por qué había hecho eso o lo otro. Vicente era muy bueno. Me puso frente a mi realidad. Aprendí mucho con él, fue como un profesor. Los montadores tenemos que tener mucha parte de psicología, además de dominar la técnica.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"Siempre he valorado\u00a0","text":"\"Siempre he valorado\u00a0mucho que, siendo la mujer de un cineasta,\u00a0otros directores me llamaran para trabajar con ellos\""}}Trabajar con la pareja tiene cosas buenas, pero también malas. Nos unía mucho el cine, más que la vida cotidiana. Vicente era difícil. Siempre me ha interesado la gente compleja, aunque eso en el día a día es duro. Por otro lado, estuvimos bien mucho tiempo. Yo sí lo supe llevar bien.

Se llevaban el trabajo a casa. Si tu oficio te gusta, te lo llevas a casa. Ir al cine juntos y hablar de las películas, entender los horarios de esta profesión. Lo que siempre intenté es separar mi trabajo con otros realizadores. Cuando llegaba a casa no contaba nada del montaje de mis otras películas.

¿Ni le consultaba? Nada. Siempre he valorado mucho que, siendo la mujer de un cineasta, otros directores me llamaran para trabajar con ellos.

¿Qué tiene eso de extraño? La sala de montaje es un confesionario en el que el director y el montador tienen una relación especial. El director te tiene que contar los problemas del rodaje, lo que quiso filmar y no pudo, si un actor le había fallado. Todo eso es imprescindible para montar la mejor película posible. En la sala de montaje ves que la cinta te habla, es un ser vivo. A veces el filme no se deja montar de la manera que quiere el director.

El premio que le concedieron en el festival de cine  de Málaga sirvió para poner sobre la mesa una profesión que apenas se conoce fuera del gremio. ¿Los montadores tienen que salir del cuarto oscuro? El montador no tiene que tener ego, tiene que ser un profesional bastante humilde. No trabajas con material propio sino con material del director. Nuestra parte creativa es muy importante, pero es fundamental que el público no tenga que valorar el montaje.

¿Por qué? ¿Por qué lo tiene que valorar? Se trata de que los espectadores vean la película. No saben de montaje, pues mejor. Eso sí, es verdad que quizá la figura del montador debería estar un poco más reivindicada dentro del mundo del cine.

Como los guionistas. Por supuesto.

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