¿Por qué el padre de Xavi abrazó al imán?

Javier Martínez, padre del niño asesinado en el atentado de la Rambla, no tenía planeado materializar el gesto en público.

Javier Martínez, el padre del niño fallecido en el atentado del 17-A, abraza al imán de Rubí, junto a su esposa, el pasado 24 de agosto, en Rubí.

Javier Martínez, el padre del niño fallecido en el atentado del 17-A, abraza al imán de Rubí, junto a su esposa, el pasado 24 de agosto, en Rubí.

MANUEL ARENAS

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No buscaba protagonismo, solo proyectar la idea de fraternidad 

La primera vez que hablé con Javier Martínez –por teléfono– fue el pasado 23 de agosto a mediodía. Me comentó que tenía en mente ir a abrazar al imán de Rubí. No se lo había dicho aún a nadie ni tenía claro cómo lo haría, si sería en un lugar público, en privado, delante de los medios de comunicación o sin ellos. Nada de eso le importaba demasiado. Quizá saldría de casa e iría en busca del imán.

Luego las cosas se complicaron. La burocracia local hizo coincidir su abrazo con la concentración convocada el día 24 en Rubí. El propósito de Javier era llanamente materializar un sentimiento de responsabilidad. No hacía ni una semana que un terrorista había acabado con la vida de su hijo y quería que esa muerte no fuera en vano. Sentía que tenía una deuda con él y otra con la sociedad.

Así me lo hizo saber durante la entrevista, en su casa: «Quiero que la muerte de mi hijo sirva para algo». Sé que no buscaba protagonismo porque no le hacían gracia las fotos, pero a su vez sentía la necesidad de escenificar el abrazo. Era su manera de proyectar con algo tan cotidiano como un abrazo la idea de fraternidad, paz y convivencia. Lo tenía al alcance de la mano. Quería que la muerte de su hijo uniera a una sociedad rota por el terror.

El gesto fue la fotografía de portada de EL PERIÓDICO el 25 de agosto, una fotografía de Jordi Cotrina que según Jordi Évole «te reconcilia con todo». La muerte de Xavi generó en su padre no solo la obligación de mostrarnos que no todo estaba perdido. También él lo necesitaba para seguir creyendo en la vida.

Su «necesito abrazar a un musulmán» o su «comparto el dolor con los familiares de los terroristas» se los dijo Javier a sí mismo en voz alta. Le urgía saber que la gente iba a leer eso, que los que quedamos vivos le importamos, y buscó un símbolo para hacernos creer en algo.

Javier Martínez está golpeado, lo estará toda la vida, pero dentro de un tiempo habría actuado igual. Su intención fue honrar a Xavi como el niño que nos reconcilió, como el niño por el que mereció la pena seguir luchando, como el niño que ayudó a diferenciar a terroristas de humanos.