Yo creo en Urmeneta

En esta semana de San Fermín, una jueza de Pamplona ha prohibido al creador de la marca Kukuxumusu reproducir o distribuir sus dibujos

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ANDREU BUENAFUENTE

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Conozco a Mikel Urmeneta desde hace mucho tiempo. El suficiente para quererle. Porque el dibujante se hace querer. Es el hombre más generoso que he conocido en mi vida y me entenderán si les digo que he conocido a bastante gente. No les aburriré con la lista interminable de argumentos que explican su generosidad. Me los guardo para nuestra intimidad, nuestra historia común llena de buenos momentos, de complicidad, de juego, de búsqueda constante. Eso es lo que tienes garantizado si te acercas a Mikel.

Urmeneta puede parecer un gamberro barbudo, un gigante amenazador, pero en realidad es una persona atenta, respetuosa y que se preocupa por los demás. Quizás por eso montó su empresa Kukuxumusu con unos amigos. Porque solo hay algo que le llene más que su propia felicidad: la felicidad de los otros y su constante y obligada celebración. Así es como, supongo, convirtió su pasión en una compañía pionera y vanguardista, con excelentes dibujantes, un equipo de lujo y un éxito sin precedentes. ¡Había camisetas por todas partes! Luego vino la maldita crisis.

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Urmeneta es un enamorado de la vida y del arte -el de verdad- a partes iguales. Le encanta mezclarlo en su cabeza que bulle sin control, con aparente anarquía. Pero el descontrol, su caos es su grandeza. Se trata de la cabeza de un genio al que le molestan los negocios y solo busca el color, el calor, lo auténtico, lo diferente, lo vivo, las personas. Porque los genios son muy listos por si alguien lo dudaba.

SAN FERMINES

Mikel Urmeneta ha hecho más por los San Fermines y Pamplona que cuarenta encierros juntos. Mikel ha conectado más gente en su etapa de Nueva York que la embajada española. (Yo le llamaba el «cónsul honorífico»). Mikel casi ha renunciado a su carrera en solitario -que todavía puede retomar con éxito seguro cuando quiera- por su proyecto en Kukuxumusu, por su gente, por responsabilidad. Y cuando las cosas se torcieron, vendió parte de su empresa para mantener el sueño a flote. Pronto se dio cuenta de que para seguir soñando hay que estar en sintonía con tus compañeros de viaje. Y no tuvo suerte. El nuevo propietario pronto lanzó señales de desatino, de falta de respeto al enorme patrimonio artístico de la histórica marca y a sus autores. Por eso estalló Mikel, el hombre al que nunca he visto enfadado. No conozco los pormenores pero yo le creo a él. Siempre.

EL MEJOR ESTÁ POR LLEGAR

Bueno, pues a ese hombre, una jueza le ha impedido dibujar sus propios dibujos. Ya, yo tampoco lo entiendo. Seguro que hay un entramado legal de dos pares de cojones, pero ni toda la legalidad del mundo podrá frenar a Mikel. Eso es que no lo conocen. ¿Quién puede frenar a un artista? Pueden amargarle un poco la vida pero frenarle ni de coña. Es más: creo que el mejor Urmeneta está por llegar. Encontrará la manera de salir del embrollo y los amigos estaremos ahí para acercarle nuestra mano y sacarle de cuantos barros se interpongan en su camino. ¡Se lo debemos! Eso es lo que he hecho modestamente. He atendido con gusto la petición de unas líneas que ayuden a entender un poco más a Urmeneta. Este castigado país, no debería castigar aún más a sus artistas. Son los menos sospechosos y los que más necesitamos. ¡Vamos amigo!