QUINTO ANIVERSARIO DEL 15-M

La música se 'resitúa'

Antes del 15-M, la canción era para divertirse, pero la presión social alteró el paisaje y, en algunos casos, pop y política empiezan a casar bien.

La música se 'resitúa'

La música se 'resitúa' / periodico

NANDO CRUZ

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El 27 de mayo de 2011 coincidieron en Barcelona dos acontecimientos: el festival Primavera Sound y el brutal desalojo de los indignados de la plaza de Catalunya. La distancia entre ambos focos de actualidad era de 7 kilómetros. Sin embargo, la distancia emocional no podía ser mayor. En 2011, el gremio musical era feliz en la más absoluta desconexión social y el Primavera era la máxima expresión de esa actitud lúdica y despreocupada.

Tres semanas después, coincidiendo esta vez con el Sónar, el movimiento 15-M convocó la acción 'Aturem el Parlament' para impedir que la Generalitat aprobase los presupuestos. Una vez más, el ritmo de la música era totalmente ajeno al latido social. Paseando por el festival mientras la ciudadanía plantaba cara a sus políticos te sentías como en la lujosa embajada de un país en llamas. La música, que en otras décadas había sido espejo y escaparate de las tensiones sociales, vivía ajena a esa estafa mundial llamada crisis, al emergente precariado, a la devaluación de la democracia, al drama de los desahucios... La música negaba la realidad.

EXPRESAR EL MALESTAR

Afirma el sociólogo César Rendueles que el gran éxito del 15-M fue su capacidad expresiva: «Permitió sacar a la luz un malestar, un sufrimiento y una indignación muy ocultos». Algo parecido ocurrió en el mundo musical. En pleno 15-M, el cantautor Nacho Vegas compuso 'Cómo hacer crack', una canción que incluye sonidos de una manifestación celebrada aquellos días. El asturiano dijo entonces sentirse algo inseguro con el resultado. Pero, en cierto modo, su gesto de abrir las ventanas, interesarse por lo que ocurría en la calle y dar cuenta de ello en una canción, abrió una nueva veda a la canción política, un género casi extinguido en la generación de músicos que creció en los años 90.

No significa esto que antes del 15-M no existieran músicas críticas. Más allá de la radiofórmula, escenas como la mestiza, el rock urbano, el rap y los herederos del rock radical vasco señalaban las grietas del sistema. Pero la hornada indie, que se presentó como alternativa al pop comercial renunció a usar la música para cuestionar la realidad. La música era para divertirse, distinguirse y escapar. Así fue hasta que la presión social alteró el paisaje. Poco a poco fue perdiendo fuerza eso de que el pop y la política mezclan mal y que ejercer la denuncia en la música era hacer panfletos.

CAMBIO DE ESCENARIO

En abril de 2014, el centro social Can Batlló acogía un concierto en apoyo a los imputados por la acción 'Aturem el Parlament'. En aquella jornada no actuaron raperos de extrarradio ni punkis antisistema, sino Joan Colomo y Za!, habituales en todo tipo de festivales. No habían pasado ni tres años y el posicionamiento político ya era algo natural en muchos músicos. Tres de los grupos más populares (Vetusta MorlaAmaral y Love of Lesbian) ya señalaban en sus canciones la corrupción política y el expolio de las élites.

Hoy la canción política vuelve a estar en el centro del debate. Fue muy acertado el título del último disco de Nacho Vegas, 'Resituación': hablaba de ubicarse o reubicarse como individuos. Cinco años después del 15-M, no ha habido un vuelco absoluto. Los festivales no son aquel espacio contracultural de los 60, porque tampoco el rock lo es. La cultura está financiada por la banca o por marcas que buscan beneficio comercial y no debates. El pop aún es la banda sonora de la clase dominante. Pero algo ha cambiado. Una parte significativa del público ya se pregunta: ¿por qué las canciones no hacen ninguna referencia al mundo que nos ha tocado vivir?