Al contrataque

Sentimiento y razón

Publicidad de ofertas hipotecarias en una sucursal bancaria, en una imagen del 2008.

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MANEL FUENTES

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Cuando la crisis empezó a estallarnos en la cara, se (nos) impuso la razón para tratar de comprender y salir adelante aunque la medicina que nos iban a recetar apestaba. Los sentimientos engañan -decían- y podían llevarnos a no entender la profundidad de la cosa ni a una salida correcta del problema. Y así apareció el discurso racional que ya conocen: aquí, a quien más quien menos se le fue la mano en tiempo de bonanza, nos hemos endeudado por encima de nuestras posibilidades y ya se sabe que las deudas hay que pagarlas.

Si el discurso se hubiera quedado ahí y hubiera sido estricto en su ejecución, nada que objetar. Habría sido duro y desagradable para muchos, pero hubiéramos salido adelante. Y por lo menos se habría impuesto la justicia de que quien se pasa de la raya pringa. Fuera quien fuera. Pero las excepciones iban convirtiendo la supuesta racionalidad de la salida en una estafa sentimental. Las deudas se tienen que pagar, pero a los bancos no se les podía dejar caer, porque eran amigos del poder, y así nos íbamos envenenando para con los servicios públicos, al contaminar nuestra deuda pública con la de los bancos.

El colmo del cinismo

Inflexibilidad y racionalidad con el desahuciado; condescendencia y ayudas que no nos devolverán con los bancos. Miles de personas ya sin subsidio de paro tras haber perdido su empleo, y bonus e indemnizaciones para los directivos de banca que nos han terminado de arruinar. Millones de pensionistas con cada vez menos poder adquisitivo y banqueros con pensiones vitalicias millonarias. Subida de impuestos para los que los pagamos y amnistía fiscal para los insolidarios. Y en el colmo del cinismo, y fruto de la pelota originada, ya manejamos unas cifras de deuda pública que, si los racionales se atrevieran a contar la verdad, dirían que técnicamente estamos a un paso de la quiebra. Pero entonces lo que nos piden es prudencia para no alarmarnos. Pues sí, ese será el siguiente paso. Los carroñeros que nos metieron en esto siguen siendo incomprensiblemente los que están al timón. Y como ahora son los únicos que nos fían, escarbarán en nuestros escombros para aprovechar para sí lo que puedan.

Esta crisis y sus causas no eran racionales, sino sentimentales. Los avariciosos bancos envidiosos, al ver que las constructoras sacaban más tajada que ellos, se unieron a la burbuja calibrando mal los riesgos de que el problema fuera de todos¿ De todos los que no nos repartíamos sus beneficios, claro. Se compincharon con la política, que les salvó el trasero una y otra vez, y así, traspasándonos a través de su condescendencia su irracionalidad, nos hunden más y más, hasta que ya no seamos capaces de luchar por ninguno de los derechos que creíamos tener y se vuelva a abrir un mundo de oportunidades para ellos, ya que para tener un trabajo aceptaremos hasta pagar por él. Negocio redondo del nuevo capitalismo de casino. A menos que nuestra respuesta también sea sentimental. O sea que unámonos y acompañémonos en el sentimiento¿ para cambiar de lógica y de razón. Ya que tal y como se nos impone esta, no la podemos reconocer como nuestra.