Al contrataque

Escuchar a la calle

Una pancarta contraria a los políticos, durante el cerco al Congreso de los Diputados, el pasado 25 de septiembre.

Una pancarta contraria a los políticos, durante el cerco al Congreso de los Diputados, el pasado 25 de septiembre. / periodico

MANEL FUENTES

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Miles de ciudadanos no votaron en unas elecciones. La abstención iba en alza. Los políticos dijeron al día siguiente que tomaban nota y que lucharían contra ello. ¿Les suena? Pasó el tiempo y la cosa se puso más dura.

Miles de ciudadanos ocuparon las plazas para quejarse de cómo la política y los banqueros estaban gestionando esta crisis. Al sistema le pilló la movilización con el pie cambiado, pero al final encontró la manera, ya fuera a través de supuestas operaciones de limpieza o similares, de que la calle no hiciera patente permanentemente la frustración. Era el 15 de mayo del 2011. No hubo respuesta.

Septiembre del 2012. Miles de ciudadanos rodean el Congreso de los Diputados y piden la disolución de la Cámara. Gritan que la clase política no les representa. El sistema activa sus mecanismos, y la policía hace el resto. Rajoy apela a la mayoría silenciosa, pero sigue sin escuchar a la que sí se manifiesta. Así las cosas, el rodeo del Congreso corre el riesgo de convertirse en un clásico en el día de la marmota.

Malestar acallado, no apagado

El sistema sigue sin responder. A los bancos les salvamos con el dinero que no tenemos. Con el que nos exigen recortar de nuestra sanidad, nuestra enseñanza y nuestras pensiones. Las deudas bancarias hacen que nuestra deuda y nuestro déficit público se disparen. Así lo han decidido nuestros políticos.

El malestar que se manifiesta se acalla, pero no se apaga. Miles de ciudadanos salieron a la calle para reclamar respeto al Estatut. El Congreso de los Diputados lo había aprobado, pero el PP lo llevó al Tribunal Constitucional, que lo recortó. Era el 10 de julio del 2010. Nadie hace nada para escuchar o entender ese malestar.

Septiembre del 2012. Miles de ciudadanos salen a la calle para pedir la independencia de Catalunya, aunque algunos de ellos se conformarían con un nuevo pacto fiscal más justo. La manifestación es pacífica, multitudinaria y transversal. Rajoy da un portazo al pacto fiscal el día 20 en la Moncloa. Más de uno esgrime la Constitución, y alguno hasta el Ejército para dar a entender que no hay diálogo posible sobre lo que la calle reclama. La política solo se sienta para resolver los problemas de los bancos o las grandes empresas, que son menos, en número, que los que se manifiestan, pero alguien considera que son más importantes. Piden a Europa ayudas para ellos que nos condicionan a nosotros. Antonio Beteta, que estando en la Comunidad de Madrid seguro que tuvo alguna responsabilidad de control en lo que iba sucediendo en Caja Madrid, se cambia ahora de chaqueta y desde el Gobierno riñe y exige a las comunidades que se olviden de leyes como el estatuto andaluz, el balear o el catalán a la hora de reclamarle dinero al Estado y que cumplan la ley que a él más le interesa. La calle se está hartando y está cogiendo conciencia y responsabilidad.

El problema va creciendo, y ya no es solo lo que pasa en Catalunya. El problema, tal y como cuenta la exconcejala Itziar González, es que la mayoría de españoles también desea un nuevo Estado dentro de Europa. Merecen una España mejor.