Al contrataque

Las preguntas, a todo tren

Artur Mas y Mariano Rajoy, durante la reunión que han mantenido en Madrid este jueves.

Artur Mas y Mariano Rajoy, durante la reunión que han mantenido en Madrid este jueves. / periodico

MANEL FUENTES

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Para escenificar el hartazgo existente entre Catalunya y el resto de España, Artur Mas hizo el pasado día 13 en Madrid un paralelismo con la Europa del norte y la del sur. Lo cierto es que en Alemania existe una corriente cada vez más extendida, y que además cuenta con las simpatías del Bundesbank, sobre la inconveniencia de asumir que se va a seguir ayudando sin límite a la Europa del sur.

Con Grecia en la dimensión desconocida, los alemanes, al igual que los finlandeses, a los que tienen en el punto de mira es a los españoles, y en menor medida a los italianos. No hablan abiertamente de salir del euro ni de expulsarnos, pero de momento ya se empiezan a oír voces contrarias a la ayuda ilimitada.

Angela Merkel parece que todavía cree en la Unión y en el euro y podría estar siendo hoy una aliada de Rajoy no imponiendo nuevas condiciones de ayuda que deberían pasar por el Bundestag, con los problemas añadidos que tendría para ella. Eso sí: Rajoy debe cumplir ya lo que se le exige desde el mes de julio.

En tiempo de crisis cada vez está más claro que quien paga, más que mandar, lo que hace es exasperarse. Y que como todo se aguanta con acupuntura, la austeridad de palabras y de gestos se impone.

Ningún dirigente ha sabido explicar cómo saldremos de esta. Ninguno puede ofrecer garantías. Con la boca pequeña se habla ya de quitas en la deuda española. El exconseller Castells fue el último en apuntarlo, y es que con estas políticas comunitarias el crecimiento común no aparece por ningún lado, y sin crecimiento no se pagan las deudas. La duda está en si volvemos a impulsar el crecimiento artificialmente, y nos endeudamos más todavía para el futuro, o vemos hasta qué profundidad baja el Titanic.

La política, desfasada

Algo hay que hacer, y cuando en la comandancia del barco no hay respuestas, el pasaje se inquieta y busca soluciones. Las hemos visto, sinceras, estimulantes y desordenadas,

desde las plazas pidiendo otra relación pública con los intereses privados. La respuesta del sistema fue mandar a la policía. También ha habido otras respuestas en Catalunya, cuando miles de ciudadanos salieron a la calle reclamando la independencia. Antes era el respeto para el Estatut y un nuevo sistema de financiación. Y se encontraron con un portazo constitucional.

Gracias a la redes y a la informática, los mercados se mueven a un ritmo frenético, sin tregua, pero la ciudadanía también. Es la política la que está desfasada en sus respuestas, y cuando las quiere abordar lo que ha cambiado ya es la pregunta.

Cinco preguntas, pues, antes de que queden superadas. ¿Cómo gestionarán Mas y Rajoy el sentimiento de hartazgo de cada vez más ciudadanos? ¿Es impensable que otras regiones ricas de Europa como el Piamonte quieran ir por separado de sus países? ¿Las estructuras políticas son hoy una cárcel o la expresión real de la voluntad de sus ciudadanos? ¿La Europa de las naciones pasará a ser la de las regiones? Y por último: el euro ¿tiene salud para aguantar tanto motín?