La tensión política y las tradiciones

Feliz Navidad, o no

Este año el calendario es infernal y no pinta nada bueno. Veremos si nos sobreponemos a las adversidades

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EVA ARDERIUS

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No me gusta la Navidad y esta todavía me gustará menos. Navidad electoral. El calendario es infernal. No augura nada bueno. La incertidumbre de estos días me provoca muchas preguntas. ¿En qué situación estaremos entonces? ¿Cómo pasarán las fiestas las familias de los presos políticos? ¿Los tendrán de vuelta a casa? Espero que sí. Y nosotros ¿la celebraremos como una Navidad más? ¿Los belenes deben incluir reivindicaciones? ¿Los Papá Noel y los Reyes Magos escaladores de balcones tendrán sitio en medio de tanta pancarta y bandera? ¿Tenemos derecho a una tregua? ¿Hay que sonreír más que nunca?

La previa de lo que nos espera está marcada por el puzle de las listas electorales, la fractura entre Barcelona en Comú y el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona y el jarro de agua fría que ha supuesto el fracaso de Barcelona como sede de la Agencia Europea del Medicamento. La campaña empezará en mitad del puente de diciembre y con una manifestación en Bruselas. Los primeros mítines los escucharemos en pleno debate sobre si el Día de la Constitución es laborable en Catalunya y los preparativos navideños tendrán como banda sonora los reproches electoralistas. Quizá esos días también tengamos que compatibilizar protestas con compras, idea que asusta al comercio.

En el trabajo, imagino debates encendidos entre los que apuestan por comprar 'la Grossa', la lotería catalana, y los que quieren mantener el número jugado desde hace años aunque lleve el sello de Loterías del Estado. Imagino el estrés de las familias que se han bloqueado en Whatsapp. Se acerca el día del encuentro y las invitaciones se retrasan. Imagino las estrategias para sentar a los familiares en la mesa, excusas y viajes de última hora para evitar trances incómodos.

Cava, turrones y cuñados

Y llegará el 21-D y votaremos en unas elecciones que algunos no sienten como suyas, en jueves, con los niños en casa, bajo la custodia de los abuelos (los padres trabajan). El 22, con la repetitiva música de la lotería, la de Madrid, llegarán las primeras valoraciones. Y el 23, partido de fútbol de alta intensidad Madrid-Barça. En dos días, con el escrutinio aún por digerir, nos plantaremos en el 25, y entre cava, turrones y cuñados los resultados aún pueden ser más indigestos. Algunas conversaciones terminarán fatal y los canelones previstos para el 26 acabarán en el congelador.

Estrenaremos el 2018 con cierto vértigo, sin saber por qué brindar. Con suerte, el día de Reyes ya tendremos desactivado el 155, pero a saber qué nos van a dejar Sus Majestades el año que hemos intentado proclamar la república.

Y con este panorama, veremos si al final los ciudadanos haremos un esfuerzo sobrehumano como hacemos ante las peores adversidades, demostrando que nadie nos quitará nuestra Navidad. O quizá nos saldrá el instinto de supervivencia, nos olvidaremos de todo y de todos por unos días y revertiremos los indicadores económicos más pesimistas. No sé cómo reaccionaremos, ni cómo será mejor que lo hagamos, aún faltan días (no muchos), pero yo ya he tenido las primeras pesadillas.