Al contrataque
Mama chicho
Julia Otero
Periodista
Dirige y presenta el magazine de tarde en Onda Cero, 'Julia en la onda'. Licenciada en Filología hispánica por la Universidad de Barcelona, ha trabajado tanto en radio como en televisión y forma parte del Colegio de Periodistas de Catalunya desde hace 25 años.
Conocí aSilvioBerlusconiel otoño de 1989 en Milán, en la sede central de su, ya en aquella época, imperio mediático. Fininvest buscaba comunicadores para el inminente estreno de Tele5 en España, y yo presentaba y dirigía aquel año un programa de éxito en TVE llamadoLa Luna,diseñado por mi añoradoJoan Ramón Mainat. Valerio Lazarov,su todopoderoso lugarteniente, fue la persona que insistió para que viese con mis ojos en Milán la televisión que arrasaba en Italia y que pronto asentaría su reinado en España. El patrón apareció unos minutos, dejó un regalo en mis manos (un reloj discreto de sobremesa) y desapareció.Berlusconi era ya un tipo inmensamente rico, aunque tenía todo el aspecto del cantante de cruceros que fue, pese a que yo ignoraba entonces su pasado. En apenas una década manejaba ya el 70% de toda la publicidad televisiva italiana.
Lazarov,
admirador sincero de donSilvio,me mostró aquel gigantesco barrio llamado Milano Due, construido por su jefe (el Poceroitaliano, podríamos decir) desde cuyo corazón empezó la colonización televisiva con su Canale 5. Fue sorprendente recorrer aquellos glamorosos estudios y cruzarse convelinasen cada rincón.Velinasen recepción, en las salas de posproducción, en la cafetería, en los despachos, en los platós¿ rubias y morenas encaramadas a grandes tacones, metidas en faldas escasas o vaqueros cual segunda piel. Y también algunos hombres jóvenes, altos y guapos,velinosa fin de cuentas, repeinados como de primera comunión. Me contaron queIl capo dei capidaba órdenes estrictas de mejorar la realidad: la televisión era fantasía y todo lo que la rodease, debía inspirarla. Ni gordos, ni bajitos ni feos. De eso ya había mucho en las calles. En aquel ambiente general de Mama chicho, cualquiera hubiera salido corriendo. Yo, también.
El dilema
Cinco años después, en 1994,Berlusconiya era primer ministro, una noticia excelente para sus negocios y para su deseo de convertir Italia en una empresa: su empresa. Durante sus mandatos, todos los canales públicos y privados de televisión estuvieron a su servicio.
Así no es tan difícil comprender por qué los italianos le han votado hasta tres veces para ser su presidente. Casi nadie cree que haya una cuarta, aunque esta semanaBerlusconihizo realidad esa amenaza, vestida con las frases populistas antigermanas que «il popolo»quiere escuchar. Puede que tenga razón cuando dice queAngela Merkelse beneficia de la crisis del Sur para reducir sus deudas, pero quien está acusado de prostitución de menores, corrupción y abuso de poder no puede ser en modo alguno la alternativa.
Aquí surge el gran dilema para las más firmes convicciones democráticas: ¿preferimos a un tecnócrata comoMario Montipuesto a dedo por las élites o a un político comoBerlusconiescogido por los ciudadanos en las urnas? ¿Democracia o despotismo ilustrado? Les juro que nunca me hubiera imaginado planteándome esa disyuntiva.
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