¡Qué mes el de aquel año!

Los protagonistas de los Juegos Olímpicos los recuerdan con nostalgia y orgullo.

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BEATRIZ PÉREZ

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En 1992, cuando Barcelona y España enteras celebraban los primeros Juegos Olímpicos de su historia, Bosnia, a unos 2.000 kilómetros, llevaba tres meses sumida en una guerra que se prolongaría hasta 1995. La Fura dels Baus, en su histórico montaje de la ceremonia inaugural, introdujo la figura de un hombre ensangrentado que se erguía levantado por unos marineros. Era un abrazo a Sarajevo, pero el gesto, en plena escenificación de la lucha de un barco por atravesar el Mediterráneo hasta fundar Barcelona, pasó inadvertido para la mayoría.

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"Intentamos trasladar los monstruos mitológicos a la actualidad: el sida, la guerra... No queríamos olvidarnos de que en ese Mediterráneo había un conflicto bélico", explica Àlex Ollé, director de la compañía teatral. Cristina Maragall, arquitecta e hija de Pasqual Maragall, certifica que Bosnia estuvo aquel verano presente en el corazón de Barcelona. "La guerra de los Balcanes fue para mi padre una frustración en aquel momento de promesa. Barcelona se estaba proyectando al mundo pero, al mismo tiempo, tenía una guerra en marcha a pocos kilómetros. Estuvo muy pendiente", asegura la también portavoz de la Fundació Pasqual Maragall de lucha contra el alzhéimer.

Ilusiones unificadas

Los Juegos Olímpicos fueron un "evento trascendental" en la historia de la Fura dels Baus. A partir de ahí, dice Ollé, la compañía se volvió conocida "en todo el mundo". Y se le abrieron nuevas oportunidades: hoy y gracias a aquellos Juegos, un alto porcentaje del trabajo de la célebre compañía son las óperas. "Fue un sueño colectivo –dice el director–. Pocas veces ocurre que algo unifique las ilusiones de una ciudad. Queda para la historia".

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Fueron muchas y muy intensas las emociones vividas durante aquel mes de 1992. La ciudad, en cierta medida, se estrenaba. "Lo más importante fue su apertura al mar. En casa de mis padres está el primer tornillo de la vía de tren que sacaron en la Barceloneta", prosigue Cristina Maragall. Ella recuerda cómo, a partir del tercer día, dado que todo funcionaba a la perfección, el alcalde se dedicó a disfrutar de los Juegos. "Y también me acuerdo del disgusto el día que se inauguró el Estadi Olímpic, en 1989. Fue muy duro para él porque se estaba trabajando muchísimo y tuvo muchas críticas".

Unos JJOO de referencia

Una de las muchas imágenes de los JJOO que pasaron a la posteridad es la de Antonio Rebolloarquero paralímpico, lanzando la flecha que prendió el pebetero en la inauguración. "Fue algo muy autómata. Lo trabajamos mucho pero sabía que todo dependía del control mental", rememora y, entre risas, añade: "Si hubiera fallado, también me habría hecho famoso, pero a porrazos". Rebollo considera que esos Juegos lo significaron "todo" para Barcelona y para España. "Barcelona dejó de ser un pueblo y se convirtió en ciudad. Sus JJOO siguen siendo un referente".

Éxito deportivo

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Para Pere Miró, director adjunto de Deportes del Comité Organizador de Barcelona-92 y actual director general adjunto del COI, el "éxito deportivo" fue clave en los Juegos Olímpicos. "Hasta ese año, España había ganado muy pocas medallas. Pero en el 92, triplicamos medallas y conseguimos el mayor número de nuestra historia". Según Miró, aunque la organización sea buena, si los deportistas no ganan medallas, la sensación ciudadana es de "fracaso". Así ocurrió con el Mundial de fútbol del 82, en el que España no pasó de cuartos.

"En los JJOO sabíamos que había que ganar medallas para que la gente sintiera el éxito organizativo. Ese año nos convertimos en una potencia deportiva de primera categoría", sentencia.

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La judoca Míriam Blasco ganó una de las 13 medallas de oro. "No fue el día más feliz de mi vida", reconoce. Su entrenador, Sergio Cardell, había fallecido en un accidente de moto tres semanas antes. "Sabía que tenía que ganar por Sergio. Si lo hacía, todo el mundo sabría quién era él". Blasco añade que, 25 años después, todavía se acuerda de ese día con "alegría y dolor".

El júbilo y la tristeza también se mezclan en el recuerdo que Pep Guardiola, de 21 años entonces, guarda de los Juegos del 92, en los que la selección española, en la que él jugaba, se alzó con el oro. "Fue triste no poder estar en la Vila Olímpica. Estábamos en València, una subsede. Algo así solo pasa una vez en la vida y no lo vivimos en casa", rememora Guardiola. La Quinta del Cobi, como se había motejado a la selección en honor a la mascota de Barcelona-92, solo jugó en el Camp Nou la final. Ganó 3-2 a Polonia. Había llegado a la Vila Olímpica la noche anterior.

Cobi y las medallas

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Aunque Cobi es hoy un emblema de la Barcelona del 92, no lo fue en sus inicios. "Mucha gente pensaba que hacíamos el ridículo", cuenta su diseñador, Javier Mariscal. Inicialmente fue concebido como un perro muy peludo y estaba a cuatro patas. "Pero así no podía practicar deportes". El Cobi definitivo fue muy aceptado y contó con la complicidad de los medios de comunicación. Según el diseñador, los Juegos fueron un "gran espot publicitario" para Barcelona. "Y Maragall fue crucial".

Enric Truñó, el entonces concejal responsable de los Juegos Olímpicos, destaca sobre todo el "estilo" de aquellos JJOO. "Se hicieron con un liderazgo de la ciudad y personal de Pasqual Maragall, el alcalde que sabía sumar, convocar, proponer, preguntar".

Nunca ha aparecido ni un solo caso de corrupción relativo a Barcelona-92. "Nos investigaron por todos lados, pero no hubo ni la actitud ni la voluntad. Si el gran proyecto del siglo XX pasó así, igual es que también podemos ser así", reflexiona Truñó. "Fue el proyecto de mi vida", insiste. Los JJOO supusieron la recta final del primer ayuntamiento democrático de Barcelona. "Éramos los anfitriones del mundo", concluye emocionado.

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Barcelona era una ciudad joven en el 92 y esta es una sensación de muchos de sus protagonistas. La exjugadora de hockey sobre hierba Eli Maragall cuenta que necesitó tiempo para asimilarlo todo. Tenía 21 años entonces y fue la autora del gol decisivo que consiguió el oro olímpico para la selección femenina. "Lo que hicimos fue muy grande. No volvió a repetirse en 25 años", recalca. "Nadie sabía quiénes éramos. Y, de repente, durante años, la gente me pidió autógrafos".

La victoria de Fermín Cacho, el atleta que ganó el oro en los 1.500 metros, es una de las más recordadas. "El gran nivel del deporte es fruto de lo que empezó en el 92", comenta. "Y si todo el mundo se acuerda 25 años después, es que fue realmente importante".

Aquel convite de 1992 se clausuró el 9 de agosto. La rumba, por la que apostó el equipo de Maragall, despidió la fiesta. "Ahora parece muy evidente, pero fue muy arriesgado, como hacer el Cobi", apunta José Luis Muñoz, de Los Manolos. La suma de todas aquellas decisiones poco convencionales configuran hoy la extraordinaria estampa de Barcelona-92.