La rueda

El patriciado catalán y España

ENRIC MARÍN

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Vivimos una situación de cambio histórico. La suma de la crisis económica, la crisis de la construcción de una Europa a medias, la crisis política en España y el agotamiento del modelo de relación entre Catalunya y España dibuja un paisaje de incertidumbre. No hay que hacer un gran esfuerzo de memoria histórica para encontrar otras situaciones en las que el agotamiento de la relación entre Catalunya y España se enmarca en un contexto de superposición de crisis. Fue lo que pasó a finales del reinado de Alfonso XII o a la salida del franquismo. Ahora, como hace 85 o 40 años, son muy evidentes las razones de la caducidad, pero también es muy fuerte la inercia conservadora. Y ahora, como las otras veces, en Catalunya se vive un divorcio entre la voluntad de cambio real expresada por el grueso de la menestralía en un sentido amplio y el patriciado local. Las pautas de interpretación de la realidad de unos y otros son como dos líneas paralelas. Ninguna novedad. Por eso mismo no sorprende el desprecio con el que el president Mas es tratado en público y en privado por buena parte de este patriciado desde las elecciones de noviembre. No pueden entender que el president optara por alinearse con el movimiento popular que se expresó de forma rotunda el Onze de Setembre. No entienden lo que a estas alturas debería ser evidente para cualquiera que viaje en transporte público: no habrá una salida real del túnel si no se acorta radicalmente la distancia entre política y ciudadanía. Y esto sirve para Europa, España y Catalunya.

Mientras tanto, el partido que gobierna en España se dedica a criminalizar a los movimientos sociales y a jugar al palo y la zanahoria para reconducir de forma razonable el problema catalán, ignorando que una parte creciente de la opinión pública catalana ya ha desconectado del problema español.