La clave

Mourinho, cuento de Navidad

JUANCHO DUMALL

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Si al entrenador del Real Madrid, José Mourinho, se le apareciera, como al viejo señor Scrooge, el espectro de las Navidades pasadas, seguramente vería a un joven técnico más feliz que el actual, alguien que disfruta de su profesión sin la amarga mueca que le acompaña hoy en todas sus comparecencias, sin el enorme peso de venderse a sí mismo como un genio del fútbol que en realidad no es, como una nueva versión delmíster látigode nuestros años mozos. Si más tarde se le apareciera el fantasma de las Navidades presentes, vería a un hombre desquiciado, histérico, provocador, capaz de dejar en el banquillo sin dar explicaciones convincentes aIker Casillas, un ídolo indiscutible de la afición madridista, mientras su principal adversario, el Barça, le saca un vagón de puntos en la clasificación.

Pero la peor de sus pesadillas se produciría cuando se le apareciera el espectro de las Navidades futuras. Ese que le mostraría una salida indigna del club blanco y una más que posible decadencia en un peregrinar por equipos de segunda fila.

Pero, como en el cuento deDickens, siempre hay tiempo para la redención. Verse sentado en el banquillo del Málaga, por poner un ejemplo, en un mes de diciembre del futuro podría causar, por fin, el arrepentimiento de quien ha hecho de la soberbia una bandera y de la arrogancia un estilo propio. Si al entrenador del Madrid le queda un gramo de sensatez, debería darse cuenta de que no se puede estar permanentemente en conflicto con todo el mundo. En estas últimas semanas ha tenido palabras destempladas paraGuardiolay paraDel Bosque,para su vestuario y para su directiva, para la prensa y para el público.

El villano

El papel de villano que el portugués adoptó nada más llegar al Bernabéu ha terminado por devorarlo. Solo quienes tengan una fe a prueba de bomba en el espíritu navideño pueden pensar aún en unMourinhode rostro humano y, como los personajes del genio británico, capaz de admitir errores pasados y abrazar a unos enemigos que solo él se ha buscado. Solo un milagro como el propiciado por los fantasmas dickensianos puede salvarle de un final patético. ¡Felices fiestas!