La memoria en un cajón

Juancho Dumall

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El ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, pidió ayer al próximo Gobierno, el que presidirá Mariano Rajoy, que "no meta en un cajón" el informe sobre el Valle de los Caídos elaborado por una comisión de historiadores y juristas, una de cuyas conclusiones es la exhumación y traslado a otro lugar de los restos del general Franco. Mucho nos tememos que el ruego del ministro en funciones caerá en saco roto.

            Nada más lejano de la agenda que diseña el líder del PP que los asuntos relacionados con la memoria histórica. Los populares siempre han visto en la legislación sobre la memoria de la guerra civil y la dictadura un intento propagandístico del PSOE para contentar al flanco más izquierdista de su electorado. Es más, las iniciativas del Gobierno de Rodríguez Zapatero en este campo han sido presentadas por el PP como el reflejo de un rancio radicalismo del presidente, cuando no del puro revanchismo de un hombre cuyo abuelo fue fusilado en la contienda. En el PP -y mucho más en la prensa afín- se ha acusado a los socialistas de tratar de dividir a la sociedad al reabrir las viejas heridas españolas que, según ellos, quedaron definitivamente cerradas en la transición.

            Sin embargo, la llamadareinvencióndel Valle de los Caídos no es un capricho de un Gobierno ni una maniobra política de un partido. En el origen del estudio presentado ayer está el deseo de los familiares de algunas de las 33.833 personas de ambos bandos enterradas en las criptas de la basílica de que, dada la imposibilidad de separar e identificar los restos, descansen ahí, pero no simbólicamente presididos por el dictador. Y eso no es propaganda, sino una solicitud razonable y humanamente comprensible que una democracia madura debería atender.

            Puede entenderse que el recuerdo de las atrocidades de la guerra y la posguerra resulte molesto a estas alturas. Pero mirar para otro lado y mantener el complejo de la sierra de Guadarrama como un símbolo de la victoria franquista es incompatible con la España actual. Y esa incompatibilidad volverá a aflorar por más que el Gobierno de Rajoy guarde en un cajón las recomendaciones de quienes han aportado ideas para que el Valle de los Caídos sea un lugar de encuentro y de recuerdo y no un mausoleo de siniestro significado.