Al contrataque

Cupido Wert

Recogida de firmas en contra de la ley educativa de Wert

Recogida de firmas en contra de la ley educativa de Wert / JLR

JORDI ÉVOLE

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Nos advirtieron de que íbamos a tener un otoño caliente. Pero este otoño está siendo tórrido. Que se lo digan a un amigo mío. Tanta calentura le ha cambiado la vida. Primero disimulaba, pero el otro día salió del armario y me dijo sin tapujos: "Me he enamorado como nunca antes lo había hecho. Estoy colado hasta las trancas por la independencia. Y no soy el único".

Me comentó que él antes estaba indignado, como si le estuvieran recortando la ilusión. "Pero ahora da gusto salir por las calles de mi país. Ha cambiado todo. Veo a tanta gente feliz...", me soltó entusiasmado. Y me desmintió que, en su caso, el amor fuera ciego. Me quedé con la boca abierta, porque mi amigo no era una persona dada a hablar de política, y mucho menos con esa soberana pasión.

Todo empezó el 11-S, cuando un colega le propuso ir a una fiesta popular. Allí le dio un vuelco el corazón. Me aseguró que había más de un millón y medio de personas, pero a lo mejor es una exageración porque el amor tiene esas cosas. Todo le pareció de miedo. Incluso me explicó que una chica le sonrió seductoramente. Luego se enteró de que se llamaba Estela.

Mi amigo es autónomo. Me refiero a que está parado por su cuenta. Pero, pese a esta situación laboral, solo tiene ojos para la independencia. Mira, hasta se ha dado de baja de un chat de solteros porque, cuando imagina su futuro, solo se ve felizmente ligado a la independencia. Está tan enamorado que, esté donde esté, cuando lleva 17 minutos y 14 segundos grita: "In, inde, independencia". La semana pasada lo gritó en el Caprabo mientras compraba una pizza de Casa Tarradellas. Incluso se ha tatuado el nombre del ministro Wert, ese hombre que hace que la independencia sea cada vez más atractiva.

El corazón partido

Según mi amigo, la independencia va a ser magnífica porque vamos a poder hacer lo que nos dé la gana. Su pasión es tanta que hasta escribe fábulas sobre el tema: "Hubo un tiempo en que la independencia convivió con la familia de un señor apodado 'Josep Lluís, aquí y en la China Popular'. Pero su familia se rompió, y cada uno se fue por su lado. Y la independencia se quedó con el corazón partido hasta que fue adoptada por papá Artur".

Yo no quiero quitarle la ilusión, pero tampoco quiero pintarle un mundo ideal. El otro día se me ocurrió decirle que era muy bonito estar enamorado pero que alguna pega tendría la independencia. Al oír esto, mi amigo cambió el gesto, reflexionó, incluso dudó, hasta se entristeció buscando los contras de su locura amorosa. Pero en ese momento, el ministro Wert volvió a abrir la boca, y mi amigo cayó de nuevo rendido en los brazos de la independencia.

P.D.: Espero que si llega la Catalunya independiente, sus dirigentes no se olviden de los favores prestados, y que algún colegio público (si todavía quedan) lleve el nombre del ministro Wert. Es lo mínimo que se merece el cupido de la independencia.