Al contrataque

La política no es un cuento

Joan Barril

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Érase que se era una reina que se pasaba el día mirándose al espejo y preguntándole al azogue si era cierto que ella era la más guapa del reino. Así pasaron los años y el espejo mágico no hacía otra cosa que confirmar su belleza. Con ese refuerzo óptico la reina vivía tranquila y satisfecha. Y cuando paseaba por las calles de sus ciudades incluso su sombra era un modelo de elegancia y de donaire. Hasta que un día, ustedes ya lo saben, el espejo se atrevió a decirle a la reina que en los confines de su mundo había una mujer más joven y más hermosa que ella.

No sabremos nunca si el president Mas rompió el espejo en añicos cuando llegaron los resultados electorales. Pero otras cosas se habían roto en Catalunya. En primer lugar el aislamiento nacionalista, forjado durante aquellos años en los que las elecciones catalanas parecían ser solo cosa de catalanes. El panorama electoral ha cambiado. La gente está de mal humor. Los jóvenes quieren decir que están ahí. Y la prensa y la televisión de la caverna han hecho mella en estos ciudadanos que con su absentismo habían dejado el Parlament de Catalunya en las manos exclusivas de los partidos tradicionales.

La Catalunya real

El espejo en el que se miraba Mas estaba empañado por los muchos años en los que Pujol ejercía efectivamente de Moisés y el pueblo elegido era una parte de Catalunya con su electorado natural a la cabeza. Hoy, ¿qué tenemos? Pues ni más ni menos que la Catalunya real, que no es poco. Gente que va a votar a la contra y que no siente la más mínima emoción por la independencia. Y también gente que, de tanto desearla, no está dispuesta a regalarle el liderazgo a un president que -en la mejor tradición pujoliana- no ha dudado en apropiarse de una manifestación a la que no acudió. Los planteamientos soberanistas se mantienen incólumes. El independentismo llegó hasta aquí para quedarse, pero no será ni un partido único ni mucho menos un líder ungido por su antecesor el que dirigirá el proceso, que ya no tendrá enfrente la pasividad de la Catalunya unionista. Ciutadans se ha llevado votos socialistas y populares con la bandera de la regeneración democrática. Están en la trinchera y han recuperado el orgullo de llevarle la contraria al establishment de los Millet.

¿Y ahora qué? Volvamos a los cuentos. Italo Calvino analizó la manera de contar los cuentos italianos en los que solo se explica lo esencial. Cita Calvino: «Un rey enfermó. Los médicos le dijeron que para curarse debería tomar una pluma del ogro. Y el ogro está en una de las siete cuevas». Ni una línea más. Ni sabemos por qué los ogros tienen plumas ni cuál es la enfermedad real. Pero Mas tiene la posibilidad de buscar en alguna de las siete cuevas parlamentarias los apoyos del ogro más benevolente. O tal vez decida una vez más quedarse en su gloriosa e insuficiente soledad. Convergència ha querido ir muy deprisa, a pesar de los buenos y pragmáticos consejos de Duran.

Pero todo tiene arreglo. La Catalunya real no se alimenta con cuentos sino resolviendo las pequeñas realidades de cada día. Es la diferencia entre soñar o administrar, entre gobernar el futuro o gobernar el presente.