LA BARBARIE YIHADISTA
El yihadista francés confiesa que decapitó a su jefe en un párking
Con las manos maniatadas, la cabeza cubierta con una toalla blanca y vestido con la bata del hospital de Lyon donde fue atendido de las heridas causadas por la explosión que él mismo provocó el viernes en la planta química de Saint Quentin Fallavier, Yassin Salhi, presunto autor de la decapitación de su jefe, Hervé Cornara, asistió ayer al registro de su domicilio de Saint Priest fuertemente custodiado por agentes de la policía judicial francesa. Los investigadores buscaban su pasaporte para saber qué países había visitado. Salhi, próximo al movimiento salafista, estaba en el radar de los servicios secretos desde el año 2006.
Horas antes, el detenido había abandonado su mutismo para confesar el crimen, aunque las motivaciones del brutal ataque siguen en la sombra. Al parecer, dijo que la víspera de los hechos había tenido una discusión con su esposa (que ayer fue puesta en libertad, al igual que su hermana). Un empleado de la empresa química habló de una disputa entre Salhi y Cornara en los días anteriores a los hechos. Y poco más.
Mientras, en los diversos registros de la casa, la policía halló un ordenador, una tableta y un teléfono móvil, pero ni rastro de explosivos o armas, más allá de dos cuchillos, uno de ellos encontrado junto al cuerpo de Cornara en la escena del crimen. Los agentes se han incautado también de una pistola de juguete, lo cual ha dado paso a la hipótesis de que Salhi pudo usarla para amenazar y secuestrar a su jefe, dueño de una empresa de transportes, antes de matarle en la misma camioneta de reparto con la que intentó hacer saltar por los aires la fábrica de gas.
LA PISTA DEL SELFI
Salhi, según su propia declaración, le cortó la cabeza en un párking de las afueras de Lyon. Los investigadores siguen también la pista del macabro selfi que se hizo con la víctima, una foto enviada por WhatsApp a un número asociado a un seudónimo que correspondería al de un francés que se trasladó a Siria en el 2014 con su mujer y sus hijos.
En el terreno político, el primer ministro francés, Manuel Valls, advirtió de que la lucha contra el terrorismo será «larga y difícil». «No podemos perder esta guerra porque es, en el fondo, una guerra de civilización. Es nuestra sociedad, nuestra civilización, nuestros valores lo que defendemos», resaltó en una entrevista televisiva. La expresión, que remite al controvertido ensayo del estadounidense Samuel P. Huntington, ha generado una notable tormenta política y amenaza con abrir una nueva brecha en la izquierda francesa, que criticó duramente a Nicolas Sarkozy cuando empleó ese mismo término tras los atentados de París.
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