Yihadismo promovido por Riad

Ejercicios militares de las fuerzas terrestres saudís al suroeste de Arabia Saudí, la semana pasada.

Ejercicios militares de las fuerzas terrestres saudís al suroeste de Arabia Saudí, la semana pasada.

ELISEO OLIVERAS

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Al diseñar la estrategia para combatir la creciente amenaza yihadista, las autoridades europeas y norteamericanas soslayan el papel determinante que desempeña desde hace décadas Arabia Saudí en la fanatización musulmana y en la financiación de grupos yihadistas.

La dependencia europea del petróleo saudí y los intereses de las grandes petroleras de EEUU en Arabia Saudí, las exportaciones de armas al país (60.000 millones de EEUU y 3.300 millones de Europa en el 2010) y los contratos multimillonarios (como el AVE de la Meca) han inclinado a los dirigentes occidentales a cerrar los ojos ante el comportamiento de su teórico aliado.

La negativa de los gobiernos de la Unión Europea (UE) y de EEUU a asumir la realidad y a afrontar el desafío que plantea el adoctrinamiento y la actitud de Arabia Saudí contra Occidente ha permitido que el yihadismo haya crecido de forma exponencial y esté arraigado no solo en África, Asia, Oriente Próximo y las antiguas repúblicas soviéticas, sino en el interior de la UE y de EEUU.

La familia real saudí, el Gobierno y los dirigentes religiosos del país han invertido desde 1974 sumas astronómicas para expandir el wahabismo, la extremista versión del islam fundada por Muhammad ibn Abdul Wahhab y que constituye la religión oficial de Arabia Saudí.

El adoctrinamiento se realiza a través de la construcción de mezquitas, escuelas y centros coránicos, la financiación de clérigos, profesores y alumnos y la promoción de los libros de los principales promotores de la yihad y de los más virulentos pensadores antioccidentales, como Abdullah Azzam, Sayyid Qutb, Mawlana Mawdudi, Mohammad Qutb y Abdul Aziz Bin Baz.

Por ejemplo, entre 1982 y el 2002, financió la instalación de 1.500 mezquitas, 210 centros islámicos y 2.000 escuelas islámicas en países no musulmanes. El desembarco en 1979 de los clérigos wahabitas en Bélgica fue decisivo para la reislamización radical de su población musulmana, que ha convertido al pequeño país en uno de los principales exportadores europeo de yihadistas.

El wahabismo, también denominado salafismo, prohíbe a sus fieles aceptar los valores occidentales, incluida la libertad de pensamiento, y les exige mantenerse aislados para no contaminarse por el contacto con occidentales. El wahabismo tiene como uno de sus pilares la yihad contra el infiel y avala el asesinato de los infieles, no solo de ateos, cristianos, judíos, hindús o budistas, sino también de los musulmanes sunís y chiís que no se conviertan a su interpretación literal del Corán y del islam del siglo VII.

Redes de fanatización

Los instrumentos que usa Arabia Saudí para fomentar el extremismo son: la Liga Musulmana Mundial (MWL), la Asamblea Mundial de la Juventud Musulmana (WAMY), la Organización Internacional de Socorro Islámico (IIRO) y las fundaciones caritativas Al-Haramain y el Comité de Benevolencia Islámico. Estas tres últimas organizaciones han estado implicadas en la financiación de actividades terroristas en los Balcanes, Somalia, Kenia, Indonesia, Filipinas, Chechenia, Daguestán, Argelia, Egipto, Afganistán y Paquistán, según EEUU.

En diciembre del 2009, la entonces secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, indicó que «Arabia Saudí sigue siendo un apoyo financiero crucial para Al Qaeda, los talibanes, Lashkar-e-Taiba (paquistaní) y otros grupos terroristas», en un cable diplomático confidencial revelado por Wikileaks.

Arabia Saudí ayudó a crear y a financiar la red de Osama Bin Laden en Afganistán y posteriormente financió a Al Qaeda, según la CIA y el Tesoro norteamericano. Junto a las otras monarquías del Golfo, también ha apoyado al Grupo Islámico Armado (GIA) argelino, a los Hermanos Musulmanes y a los grupo yihadistas en Siria e Irak, que han dado paso al Estado Islámico, que aplica al pie de la letra la doctrina wahabista bendecida por Riad.

A pesar de las declaraciones oficiales, Arabia Saudí sigue apoyando el yihadismo fuera de su territorio y fomentando el odio a Occidente. El nuevo rey saudí Salman, que dirigía la organización caritativa en Bosnia acusada de estar vinculada a los atentados del 11 de septiembre en EEUU, acaba de conceder el premio Rey Faisal al predicador indio extremista Zakir Naik, que ha llegado a declarar que «todo musulmán debería ser un terrorista».