Wikileaks airea los secretos del supuesto ciberarsenal de la CIA

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RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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Desde hace algunos meses, la información política que sale de Estados Unidos se parece más a la enrevesada trama de una novela de espías en la que es difícil saber quién miente y quién dice la verdad. Dos narrativas compiten en los medios y su peso depende de la credibilidad que se dé al mensajero porque casi toda la información se apoya en fuentes anónimas y en ‘hechos’ casi imposibles de confirmar. Uno de los relatos sostiene que Donald Trump ganó las elecciones con la ayuda del espionaje ruso e insinúa que su entorno está formado peones al servicio del Kremlin. El segundo sugiere que hay un golpe encubierto de los poderes fácticos de EEUU, el llamado ‘Deep State’ (Estado profundo), para hundir la presidencia de Trump. En medio de esa guerra política, Wikileaks ha golpeado de nuevo.

La organización de Julian Assange ha hecho públicos miles de documentos que detallan el supuesto ciberarsenal de la CIA para piratear teléfonos móviles, televisores inteligentes y ordenadores. En total son 8.761 archivos, que según afirma su comunicado son la primera de siete entregas y fueron sustraídos de una red de servidores “aislados y fuertemente protegidos” del Centro de Ciberinteligencia de la CIA en su sede de Langley (Virginia). Ese arcón incluiría el mayor volumen de información confidencial de la agencia publicado hasta la fecha, un catálogo que incluye buena parte de su repertorio de herramientas de ‘hackeo’, desde virus informáticos a 'malware' o troyanos.

SILENCIO DE LOS ALUDIDOS

“Aparentemente el archivo estuvo circulando sin autorización entre los 'hackers' gubernamentales y sus contratistas y uno de ellos le dio a Wikileaks partes del archivo”, ha dicho la organización protransparencia. La CIA no ha querido pronunciarse sobre su autenticidad y tampoco la Casa Blanca. Pero si se acabara confirmando, el golpe para la inteligencia estadounidense será sonado y profundo, cuatro años después de que Edward Snowden sacara a relucir los entresijos del espionaje planetario de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y siete después de que Chelsea Manning le entregara a Wikileaks los cables del Departamento de Estado o los secretos del Pentágono en Irak.

Tanto Wikileaks como la CIA son dos de los protagonistas centrales de la sinfonía de la confusión que resuena en los pasillos de Washington desde hace meses. Una música gestada en las alcantarillas del poder y a la que está contribuyendo decididamente la Casa Blanca con su desprecio hacia la verdad y la tendencia del presidente a desviar la atención con sus alocadas ráfagas tuiteras. Durante la pasada campaña, Wikileaks publicó los miles de correos electrónicos hackeados al Comité Nacional Demócrata y a la campaña de Hillary Clinton. Y meses después, la CIA, el FBI y otras agencias de seguridad determinaron que fue el espionaje ruso el que robó la información y se la entregó a Wikileaks para perjudicar a la candidata demócrata y socavar la credibilidad de la democracia estadounidense.

TRUMP, ENFURECIDO

Desde entonces se han escrito muchos más capítulos, en gran medida, gracias a las filtraciones anónimas salidas de las agencias de seguridad. El asesor de seguridad nacional de Trump, Michael Flynn, tuvo que dimitir por mentir sobre sus contactos con el embajador ruso en Washington. Y por algo parecido, el fiscal general, Jeff Sessions, se ha inhibido de las investigaciones abiertas en el Congreso para esclarecer la injerencia electoral de Moscú. Esa última decisión enfureció al presidente, que el pasado fin de semana acusó sin ninguna prueba a Barack Obama de haberle pinchado los teléfonos durante la campaña, dando alas a las teorías propagadas principalmente desde la derecha de que hay un complot institucional para derrocar al presidente.

“Todo parece indicar que la historia del ‘hackeo ruso’ se elaboró no solo para justificar la embarazosa derrota electoral, sino para encubrir el verdadero escándalo”, escribió la semana pasada un articulista de Breitbart, la web de la derecha radical que se ha convertido en una de las fuentes de referencia de Trump. Es pronto para saber si en las revelaciones de Wikileaks hay algo más que un afán de transparencia, pero en cualquier caso serán de una ayuda inestimable para los defensores de la privacidad y esa masa creciente de ciudadanos alarmados por el poder orwelliano de los estados.

HERRAMIENTAS ORWELLIANAS

Bautizadas como “Caja fuerte 7”, estas últimas revelaciones sostienen que la CIA y otros servicios de inteligencia aliados penetraron en la encriptación que protege aplicaciones de mensajería instantánea como WhatsApp, Signal y Telegram. También dicen que el Gobierno estadounidense puede captar el audio, los mensajes y la geolocalización de los teléfonos Andriod y Iphone antes de que actúen sus mecanismos de seguridad.

Parte del arsenal parece sacado de '1984', la novela de George Orwell que vuelve a ser un superventas desde que Trump llegó al poder. Una de esas herramientas, bautizada como ‘Weeping Angel’ y desarrollada por la CIA en colaboración con el MI5 británico, permitiría a los servicios de inteligencia infectar televisores inteligentes para transformarlos en micrófonos encubiertos que actúan también cuando la pantalla está apagada. Otros virus actuarían sobre el 'hardware' de los ordenadores, como los discos duros externos, los lectores de DVD o los USB. Y también sobre los sistemas informáticos que llevan muchos vehículos de última generación para transformarlos en algo así como centros de transmisión de datos. “Eso permitiría a la CIA embarcarse en asesinatos casi indetectables”, sostiene Wikileaks.

"DEBATE SOBRE LA SEGURIDAD"

Wikileaks ha explicado que la fuente de su información “pretende iniciar un debate sobre la seguridad, sobre la creación, el uso, la proliferación y el control democrático de las ciberarmas”. Lo que sin duda habrá logrado es abrir otra crisis en los servicios de inteligencia, los mismos a los que Trump ha acusado en varias ocasiones de ser uno de los focos de las constantes filtraciones que están torpedeando la labor de su Ejecutivo y contribuyendo a propagar la sensación de caos que rodea a la Casa Blanca.

Habrá que ver ahora si Trump acude a su rescate o aprovecha la oportunidad que le ha brindado Assange para purgar sus organigramas y reformar unas agencias que aparentemente están saboteando su presidencia