ENTREVISTA

Viktoriya Voropayeva: "Los civiles de Donetsk han aprendido a vivir bajo los disparos"

La vicerectora de la Universidad Técnica de Donetsk denuncia la injerencia rusa en Ucrania y lamenta el bloqueo del proceso de paz impulsado por los acuerdos de Minsk

Viktoriya Voropayeva, en la Universitat de Barcelona, este viernes.

Viktoriya Voropayeva, en la Universitat de Barcelona, este viernes. / periodico

MARTÍ BENACH / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A Viktoriya Voropayeva (Krasnoarmiysk, 1964) le cuesta contener las lágrimas al recordar su marcha de Donetsk a finales del 2014. Su universidad fue trasladada a su población natal, 50 kilómetros al oeste, para evitar las bombas de mortero que ya habían caído en el campus meses atrás, durante los choques entre el Ejército de Ucrania y los separatistas prorrusos del este del país. Estos días ha participado en la III Conferencia Arabo-Europea sobre Educación Superior, organizadas por la Universitat de Barcelona, donde ha explicado cómo afrontó el conflicto.

-¿Cuándo decidió trasladar la universidad hacia el oeste, lejos del frente?

-Fue decisión de la universidad. Era la única opción posible cuando los rebeldes ocuparon el campus. El así llamado ministro de Educación de la República Popular de Donetsk entró con sus guardaespaldas armados y nos anunció que la universidad pasaba a formar parte del sistema educativo de la nueva república. Así que debimos escapar. En agosto, el campus ya había sido bombardeado y parcialmente destruido. Una mujer murió y hubo varios heridos. Era realmente peligroso permanecer allí, y el traslado nos permitió salvar el centro. En Krasnoarmeysk tenemos una filial desde hace más de 50 años.

-¿Cómo se sintió en aquel momento?

-Fue como una pesadilla. He vivido en Donetsk más que en ningún otro lugar. Me mudé allí a  los 18 años, allí me casé, mi marido se graduó en la misma universidad, nuestra hija también. La UNTD es toda mi vida. Es complicado, no puedo explicar lo que sentí...

-¿De qué modo repercutió este traslado en la actividad universitaria?

-Fue una situación realmente difícil, porque no pudimos llevarnos nada, ni equipos de laboratorio, ni instrumentos, ni ordenadores, ni libros. Nada. Tampoco documentos internos ni historiales académicos. Ni siquiera teníamos un marco legal, nadie sabía cómo trabajar sin documentación. Empezamos un procedimiento muy difícil, necesitábamos organizarnos. No podíamos preguntar a los estudiantes cara a cara si querían trasladarse, porque era peligroso. Las nuevas autoridades habían prohibido el traslado y la gente tenía miedo de decir lo que pensaba. Así que el ministro de Educación ucraniano organizó la posibilidad de registrarse anónimamente vía internet. Ese fue el modo de explicar a la gente cómo nos organizaríamos.

-En Ucrania, desde febrero del 2005, rige un alto el fuego que ha sido vulnerado en múltiples ocasiones. ¿Por qué es tan difícil respetar el acuerdo?

-Es difícil de explicar, tanto como controlar la situación. Donetsk es una ciudad ocupada y muy extensa. El principal error se cometió en julio del 2014, al permitir que un gran número de fuerzas separatistas entraran en Donetsk. No puedo entender cómo el Ejército ucraniano no lo   frenó a tiempo, cuando solo estaba a 90 kilómetros. Ahora tenemos un conflicto congelado, a veces se intensifica, otras se relaja, pero nunca se estabiliza.

-¿Cómo afecta esta guerra latente a la vida cotidiana en la región del Donbass?

-En Donetsk ya nadie se sorprende al oír disparos. Es normal. La gente ha aprendido por el sonido si un estallido puede ser o no peligroso. La mayoría de disparos vienen de dentro, y todos temen las posibles respuestas. La guerra forma parte la vida diaria, y la gente intenta adaptarse como sea. Muchos desearían marcharse, pero no tienen posibilidades. Necesitan una vivienda, trabajo, o tienen padres mayores a quienes no van a abandonar. Cada hombre y cada mujer que permanecen en Donetsk tiene sus razones obvias para quedarse.

-El proceso de paz iniciado con los acuerdos de Minsk está estancado. ¿A quién le interesa este bloqueo?

-Va en interés de Rusia. Tenemos muchos ejemplos de situaciones similares en otros territorios separatistas, como Transnistria, en Moldavia, o Abjasia y Osetia del Sur, en Georgia. Están en países que Rusia considera que deben permanecer bajo su influencia, por lo que apoya a los separatistas cuando intentan ser independientes. El acuerdo no funciona porque la frontera entre Ucrania y Rusia no está cerrada. Desde que nos mudamos, he visitado Donetsk seis veces y he visto con mis propios ojos a soldados rusos y chechenos pasearse tranquilamente con sus kalashnikovs al hombro. En abril del año pasado, me despertó un fuerte ruido y miré por la ventana: ¡Era un tanque ruso, en el centro, en plena Semana Santa! Me dejó impactada.

-¿Cuándo espera que se podría resolver el conflicto?

-Cuando nos trasladamos, estaba segura de que se solucionaría en tres o seis meses. Es lo que pensábamos. Ahora temo que tendrán que pasar uno o dos años más. Creo que la principal influencia para resolver el conflicto vendrá de un posicionamiento común de los países europeos y de todas las sociedades democráticas.

-¿Considera que las sanciones económicas contra Moscú están funcionando?

-Creo que funcionan de manera muy efectiva. Gracias a ellas, las posibilidades de resolver la situación en nuestra región están aumentando.

-¿Y las elecciones locales previstas en Donetsk y Lugansk, se van a celebrar?

-Estos comicios deberían celebrarse solo después de cerrar la frontera. Sería la condición principal para organizarlas. Debería haber un control real y efectivo –de la OCDE, la ONU o cualquier otro organismo internacional-  que impidiera cruzar la frontera a tanques, armas y militares de Rusia. Es frustrante, pero no sé si se va a conseguir.

-El presidente Poroshenko ha hecho balance de dos años de guerra: 10.000 muertos, 20.000 heridos y 1,8 millones de desplazados. ¿Estamos ante una nueva crisis humanitaria en Europa?

-Por supuesto, es una crisis humanitaria. Pero no es nueva, empezó en el 2015.