De la vieja a la nueva judeofobia

La persecución del siglo XIX alcanzó a todos los judíos, fueran religiosos o no En España, la Segunda República rechazó acoger grandes contingentes por temor a un antisemitismo derechista

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XAVIER CASALS

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Los judíos de Francia temen por su seguridad tras los atentados islamistas y marchan del país: 7.000 ya partieron a Israel en el 2014, el doble que en el 2013. Su éxodo refleja la mutación de la judeofobia surgida en el siglo XIX. Veámoslo.

Si la judeofobia medieval persiguió en Europa la conversión de los judíos al cristianismo, la que irrumpió en el siglo XIX -como señalan Elena Castelló y Uriel Macías- quiso eliminarlos y su estigma alcanzó a todos los judíos (religiosos o no). En su eclosión confluyeron el rechazo a su emancipación debido a la Revolución francesa de 1789; la configuración de un nuevo racismo a partir del Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, del conde de Gobineau (1816-1882); la irrupción de los nacionalismos y los cambios sociales por la industrialización, la urbanización y la política de masas.

El 'caso Dreyfus'

Así, en la Viena finisecular devino alcalde Karl Lueger (1897-1910), cuyo Partido Social Cristiano definió un antisemitismo populista que canalizó el descontento social e influyó en un joven Adolf Hitler. En Francia, el caso Dreyfus alumbró la izquierda y derecha modernas: en 1894, el capitán de ascendencia judía Alfred Dreyfus fue condenado injustamente por espiar para Alemania y no fue rehabilitado tras descubrirse al culpable. Entonces los dreyfusards invocaron la justicia y la libertad para revisar su caso. En cambio, los antidreyfusards conformaron una liga que defendió el Ejército, el honor y la patria desde el antisemitismo, y Dreyfuss no fue rehabilitado hasta 1906. En tal marco, Theodor Herzl (1860-1904), un judío austrohúngaro inquieto por el vigor antisemita, preconizó en 1896 crear una patria judía en El Estado judío. Sus seguidores celebraron congresos sionistas (Sión era una colina de Jerusalén que designó a la ciudad) con ese objetivo.

La judeofobia se globalizó desde Rusia. Allí, en 1903, en la corte zarista se fabricó un falso documento: Los protocolos de los sabios de Sión, que describían supuestos planes judíos secretos para dominar el mundo. Los zares los creyeron y la Revolución de 1917 demostró para los rusos anticomunistas que eran proféticos. Para captar apoyos los distribuyeron en altas esferas del congreso de paz de París que en 1919 puso fin a la Gran Guerra. El documento ganó entonces difusión mundial, traduciéndose incluso al japonés y al árabe. Por ejemplo, influyó en el Partido Nazi (que entre 1919 y 1939 publicó 23 ediciones) o en el magnate del automóvil Henry Ford. En suma, Los protocolos dieron una coartada a la persecución judía de entreguerras, que desembocó en un genocidio en la segunda guerra mundial (1939-1945).

Entonces España acogió a judíos con cuentagotas, señala el historiador Isidro González. La Segunda República se mostró favorable a ellos para cuidar su imagen exterior: quiso traer a España a figuras como Marc Chagall o Albert Einstein, pero rechazó asumir grandes contingentes al temer que avivaran un antisemitismo derechista. Franco tampoco fue generoso al respecto, pese a que en 1936 la comunidad judía de Marruecos contribuyó a su sublevación.

El Estado de 1948

Acabada la contienda mundial en 1945, Palestina fue el destino de miles de judíos en busca de amparo. Habían empezado a emigrar a aquel lugar a inicios del siglo XX, y en 1917 los ingleses se comprometieron a crear allí un «hogar nacional judío» con la Declaración Balfour. Cuando el territorio fue un mandato británico en 1922 afluyó allí emigración judía, y al dejar de serlo en 1948 se cumplió la meta del sionismo, pues su comunidad judía proclamó el Estado de Israel. Su creación desató una guerra con los árabes, a la que siguieron otras en 1967 y 1973, y el nuevo Estado, protegido por EEUU, fue un foco de tensión internacional que generó nuevos estereotipos antijudíos.

De este modo, en el 2000 el politólogo Pierre-André Taguieff detectó en Francia un aumento de actos antisemitas que asoció a una judeofobia nueva y planetaria vía internet. A su juicio, esta amalgamaba a judíos, sionistas e israelís como representantes de una potencia maléfica -Israel- causante de los problemas del mundo. A la vez, asociaba el sionismo a un imperialismo o racismo detestable. Fue este odio indiscriminado al judío el que alentó el atentado islamista a un supermercado kósher en París el 9 de enero del 2015 y dejó 4 muertos.

Xavier casals es profesor de la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna.