El veto de Trump a refugiados y musulmanes desata el caos en aeropuertos y fronteras

Inmigrantes en Nueva York en una manifestación contra Trump.

Inmigrantes en Nueva York en una manifestación contra Trump. / periodico

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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El iraquí que trabajó como traductor para el Ejército de Estados Unidos, el científico iraní que debía llegar a un laboratorio en Boston, la familia de refugiados de Siria que iba a instalarse en Ohio, el doctorando iraní con permiso de residencia permanente... El veto impuesto por Donald Trump a refugiados e inmigrantes de siete países de mayorías musulmanas, que entró en vigor inmediatamente tras la firma de una orden ejecutiva, tiene sus primeras víctimas. Y crecen los fantasmas de un apartheid religioso en un país que cerró sus fronteras el viernes, paradójicamente, el mismo día en que se marcaba el recuerdo del Holocausto nazi, en el que como han recordado muchos fallecieron precisamente refugiados que Estados Unidos rechazó. 

Desde el viernes, un número no determinado de personas pero que superan la decena solo en un aeropuerto neoyorquino han quedado atrapadas en los aeropuertos estadounidenses, en los que se les ha negado la entrada al país pese a tener la documentación legal. En el resto del mundo se impedía embarcar o se bajaba de aviones a otros que se disponían a volar a EEUU también con los papeles requeridos. Y a la par ha ido creciendo la indignación y denuncia de la conflictiva medida, que ha sido ya retada en los tribunales y cuyo alcance es mayor incluso de lo que se había anticipado. A última hora de este sábado, Trump ha declarado que el veto estaba funcionando "muy bien". 

Trump, que ha congelado 120 días todo el programa de refugiados e indefinidamente el concreto para los sirios, no solo ha paralizado al menos durante 90 días la concesión de visados a todos los ciudadanos de Irak, Irán, Siria, Libia, Sudán, Somalia y Yemen. Según ha confirmado el Departamento de Seguridad Interior, su orden ejecutiva afecta también a personas que ya eran residentes legales de EEUU o inmigrantes con visado a los que la entrada en vigor les ha pillado fuera del país y que ahora no pueden regresar.

DEFENSA Y CRÍTICAS

Antes de que Trump fuera presidente miembros de su gabinete como el ahora vicepresidente Mike Pence criticaron la medida (en diciembre de 2015 Pence la tildó de “ofensiva e inconstitucional”). Pero ahora tanto fuentes de la Administración como destacados líderes republicanos defienden que “no se trata de un veto a musulmanes” y niegan que Trump, que dará prioridad como refugiados a los cristianos perseguidos, haya impuesto un “test religioso”.

Sus voces, no obstante, palidecen frente a las que denuncian la rampante discriminación de la medida y su ilegalidad, teniendo en cuenta, por ejemplo, que una ley de 1965 prohibió toda la discriminación a inmigrantes en base a su origen nacional. Una docena de premios nobeles y miles de académicos han firmado una carta de denuncia e Irán, uno de los países cuyos ciudadanos se ven afectados, ha anunciado ya que tomará medidas de reciprocidad.