Venezuela, el sueño imposible

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RAMÓN LOBO

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Es fácil caer en la tentación de unir Brasil Venezuela, hablar de golpes de Estado contra Dilma Rouseff y Nicolás Maduro. La realidad siempre es más compleja que un eslogan. La oposición a Maduro ocupó el jueves parte de Caracas en una gigantesca manifestación. No es golpismo; se llama ejercicio democrático del derecho a la protesta. Exigen es que se cumpla la Constitución bolivariana, la de Hugo Chávez, y que el Gobierno deje de torpedear la convocatoria del referéndum revocatorio: la posibilidad de destituir al presidente a mitad del mandato.

Este instrumento legal solo se ha utilizado una vez: en agosto del 2004. La oposición que entonces trataba de sacar a Hugo Chávez del poder logró 3.989.008 votos, casi dos millones menos de los requeridos. Esta vez es muy diferente: Chávez está muerto, Maduro no tiene su carisma y el país se halla hundido en una crisis económica tan grave que solo están peor –estadísticamente– Siria y Yemen. Según las encuestas, el 75% de los venezolanos quiere que Maduro deje el poder.

El chavismo sabe que pierde el referéndum pese a que las condiciones para llegar a la consulta son leoninas. Hay tres fases según la reforma constitucional de 1999. En la primera, los que desean destituir al presidente deben lograr 200.000 firmas, que equivalen al 1% del padrón. La oposición consiguió dos millones, diez veces más de las necesarias.

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El Consejo Nacional Electoral (CNE) tardó 35 días en validarlas, cuando la ley le exige que sea en cinco. Lo hizo después de que la oposición se echara repetidamente a la calle. De los dos millones, el CNE anuló 600.000 dando validez al resto, 1,4 millones, que permiten pasar a la segunda fase, que es en la que nos encontramos. En ella, la oposición dispondrá de tres días para recabar el 20% de las firmas de los electores (unos cuatros millones). La CNE tiene bloqueado el arranque de esta segunda etapa; el retraso supera los 80 días. La oposición duda de la imparcialidad del CNE; por eso volvió a sacar a la gente a la calle: para forzar la situación y que se cumpla la ley.

El objetivo del chavismo es ganar tiempo, alargar los plazos para que el revocatorio, de celebrarse, algo que está aún por ver, sea después del 10 de enero de 2017. Si se vota antes de esa fecha –ya estaríamos en la tercera fase– y la oposición logra más sufragios de los obtenidos por Maduro en 2013 –7.587.579–, Maduro deberá dimitir y su vicepresidente, Aristóbulo Istúriz, asumir el cargo provisionalmente y convocar elecciones inmediatas. Si fuera después del 10 de enero, Istúriz permanecería como presidente hasta 2019. Esta vía permite ganar tres años a costa de tensionar aún más la calle y hundir un país que ya está hundido. El escenario de la lenta agonía en espera de un milagro tiene muchos riesgos.

ABUSO DE LAS INSTITUCIONES

Lo que llamamos oposición, que aparece unida bajo la plataforma Mesa de la Unidad Democrática (MUD), reúne a partidos y personas que van desde la derecha elitista a la socialdemocracia. Tampoco se puede afirmar que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSVU) sea una roca detrás de Maduro. En el 2013, más de 600.000 votantes de Chávez se pasaron al opositor Henrique Capriles. En las elecciones parlamentarias del 2015, ganadas casi por dos tercios por la MUD, la huida de fieles del PSUV fue masiva. Más allá de las teorías conspirativas que señalan a los empresarios y a la CIA parece que algo no funciona en Venezuela y que la gente está harta de Maduro.

Aún no se puede hablar de golpe de Estado, solo de abuso por parte del Gobierno de las instituciones del Estado. Si no hubiera referéndum debido a las trampas del Ejecutivo o no se celebrasen las elecciones presidenciales de 2019 bajo cualquier excusa, ya podríamos hablar de golpe de Estado, pero sería chavista.

SIN PUENTES ENTRE GOBIERNO Y OPOSICIÓN

La MUD está dominada por los grandes partidos –ADECO y COPEI– que se turnaron en el poder y en el saqueo del país durante 40 años. Venezuela está dividida en dos bandos, exhausta pese a ser un país rico en petróleo, y sin puentes entre chavistas y antichavistas. Este hundimiento impide ver los éxitos del chavismo con Chávez vivo. El presidente José Mujica le definió como un soñador. Sin él, el sueño es imposible.

Algunos militantes de la oposición me insultan con cierta perseverancia en Twitter confundiendo mi cuenta, @ramonlobo, con la de @ramonloboPSVU, un diputado bolivariano que me copió nombre y apellido. En su perfil aparece con chándal y bigote. Es fácil de diferenciar: yo tengo barba y jamás uso chándal. Cuestión de principios. Si no saben buscar ni en Twitter, mal salvarán Venezuela.