Análisis

Venezuela, al día siguiente

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ANNA AYUSO

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No por anunciada la muerte de Hugo Chávez deja de albergar un mar de dudas sobre el futuro de Venezuela. El vacío dejado por el líder carismático que ha conducido el destino del país 13 años abre una etapa de incertidumbre política sumada a dificultades económicas que ya existían que amenazan el modelo revolucionario del llamado socialismo del siglo XXI.

No hay dudas sobre la obligación constitucional de convocar elecciones presidenciales en 30 días. Así lo dictó Chávez en comparecencia pública antes de su última intervención quirúrgica y designó como su candidato al vicepresidente Nicolás Maduro, quien desde ese día asumió las riendas del país. El pueblo de Venezuela será convocado por tercera vez en cinco meses a las urnas en una campaña que parece no tener fin.

El desenlace de las elecciones presidenciales de octubre de 2012 y las de gobernadores en diciembre, con amplio un triunfo chavista, deja poco margen al candidato de la oposición Henrique Capriles. En el corto tiempo restante es difícil un giro de la opinión pública. La campaña promete ser tan dura como las dos anteriores. Oficialismo y oposición forman bloques heterogéneos, que para ganar deben mantenerse unidos.

El chavismo apelará a la mística caudillista, recurrirá a la maquinaria gubernamental y a la red clientelar entre los muchos beneficiarios de las misiones sociales y copará los medios de comunicación. Maduro, como hizo Chávez, ha llamado a sus seguidores a ocupar la calle y tensará el discurso de confrontación apelando al miedo, a la pérdida de las conquistas sociales y al posible revanchismo.

Capriles continuará buscando la centralidad apelando a la reconciliación para normalizar la vida cotidiana de la ciudadanía venezolana que vive los efectos de la inflación, el desabastecimiento de productos básicos, las carencias de infraestructuras, la falta de transparencia y la inseguridad ciudadana. Tratará de ganar el voto de las nuevas clases medias y la juventud, cansadas del clima de polarización, sin espantar a la burguesía tradicional mas reaccionaria. Una tarea compleja. Si no consigue un buen resultado existe el riesgo de fragmentación de la oposición y la radicalización de los sectores más conservadores.

Aunque improbable, una derrota del chavismo también podría resquebrajar la unidad de un movimiento que alberga un reparto de poder entre movimientos sociales chavistas -incluyendo milicias y consejos comunales-, la cúpula del Ejército y la denominada chaburguesía. Pero aun en un escenario de triunfo de Maduro en las presidenciales, los problemas persistirán. Igual que tuvo que aprobar una devaluación del 30% del bolívar durante el posoperatorio de Chávez.

El Gobierno que salga de las urnas deberá tomar medidas impopulares que reconduzcan el déficit, reduzcan el gasto ineficiente e incrementen impuestos para financiar políticas sociales, invertir en infraestructuras y revitalizar la industria petrolera. Paradójicamente las reformas necesarias para sostener los logros sociales pueden generar un desapego popular que cuestione el futuro del chavismo sin Chávez.