NÓMADAS Y VIAJANTES

Venezuela no es Cuba

RAMÓN LOBO

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Produce cierto desconcierto una cumbre de las Américas en la que un Castro no sea el malo de la película. Los tiempos están cambiando, al menos en las relaciones entre EEUU y Cuba. Ahora, el malo en solitario es el venezolano Nicolás Maduro. Habrá quien eche de menos a Hugo Chávez, tan expansivo y mediático como Fidel, un tipo de líder que polarizaba las reuniones y atraía los focos, lo que permitía a otros, como al colombiano Álvaro Uribe, pasar más desapercibido, sin que nadie le recordara su pasado paramilitar. En nuestras cumbres Iberoamericanas, una segunda división en cumbres continentales, Hugo Chávez fue capaz, incluso, de sacar de la siesta al hoy rey emérito quien le gritó el célebre «por qué no te callas».

El cambio con Cuba es de tono, y el tono, a veces, lo es todo. EEUU ha seguido durante el siglo XX una política de seguridad en América Latina contraria a la libertad y el respeto de los derechos humanos que proclama defender. Ha impulsado invasiones y apoyado golpes de Estado que han colocado en el poder a asesinos en serie que han dejado un reguero de muertos, heridos y desaparecidos. Solo en Guatemala, más de 200.000.

Durante una parte significativa del siglo anterior, EEUU ha formado en la Escuela de las Américas, que estaba en Panamá, a lo más granado de los torturadores de Argentina, Chile, Uruguay, El Salvador, Nicaragua y un largo etcétera. Obama debería pedir perdón: EEUU ha causado mucho sufrimiento en América Latina.

El nuevo tono debería incluir a todo el continente, también a Venezuela. El buen rollo es mejor para los negocios. Antes se invadía para favorecer los intereses de la Fruit Co o multinacionales similares, hoy se fabrican teléfonos inteligentes con una manzana mordida y todos, derechas e izquierdas, corren a comprarlo. Ya no es necesario enviar a los marines, basta con la calidad y fama del producto.

También es una oportunidad para Cuba, para que sus dirigentes cumplan, casi 58 años más tarde, con las promesas del Manifiesto de Sierra Maestra: libertad y elecciones. Cuba ha vivido a la defensiva desde la invasión de Bahía Cochinos, hostigado por un gigante que no le ha dejado apenas espacio para respirar. Es una pieza olvidada de una guerra fría que terminó con la caída del muro de Berlín en 1989.

FRACASO DE LA REVOLUCIÓN

Pese a las culpas de EEUU, que son muchas, los dirigentes cubanos no son inocentes del fracaso de la revolución, en que esa esperanza de libertad terminara en una dictadura que mete en la cárcel a los disidentes, que no acepta discrepantes. Es la oportunidad de regresar al espíritu de los orígenes revolucionarios.

Los errores cometidos por EEUU en Cuba deberían servirle de advertencia para no repetirlos en Venezuela. Maduro no es Chávez, eso resulta evidente, pero los regímenes que se sienten acosados tienden a encogerse, como pasó en La Habana, y lo que podría haber sido un experimento democrático, como el aplastado por la URSS en la Praga de 1968, deviene en un régimen como el de Franco.

Venezuela no es (aún) una dictadura aunque muchos sean los interesados en vendérnosla así de manera anticipada. Chávez ganó legítimamente todas las elecciones a las que se presentó. Hasta el Centro Carter avaló los resultados. Los comicios fueron más o menos imperfectos y las leyes electorales más o menos justas, como las que hay en Catalunya o en Castilla La Mancha, pero el resultado del escrutinio coincidía con la voluntad de la mayoría.

ELECCIÓN AJUSTADA

Maduro ganó la última elección de una manera ajustada, tal vez dudosa. Entre el acoso y los errores propios, Caracas vive en un clima irrespirable con una evidente deriva autoritaria. No dudo de que la CIA está aplicando sus viejas tácticas en Venezuela, de que no es inocente en la crisis del desabastecimiento. Pero también hay dos factores a tener en cuenta: el chavismo sin Chaves es imposible y la incapacidad del Gobierno de Maduro agrava la situación económica. Venezuela es un territorio ideológico, como Cuba: no hay grises, solo dos bandos atrincherados que incluye muchos medios españoles. Sin grises no se puede leer la realidad.

Este tipo de cumbres son una representación teatral. No sirven para nada concreto. Los líderes llegan, pronuncian sus discursos y se van. Detrás de esta simplificación se puede afirmar que ayudan a que los líderes se encuentren, saluden y hablen, aunque sea brevemente, para que surja la química entre ellos y se conozcan sus equipos, para que empiecen a trabajar juntos.

Ojalá que Obama encuentre en Venezuela un tono distinto que ayude a abrir las ventanas, no a cerrarlas definitivamente. Millones de venezolanos y latinoamericanos lo agradecerán.