Unos disparan balas; otros, palabras

Omar Mateen, identificado como el tirador en el night club Pulse de Orlando.

Omar Mateen, identificado como el tirador en el night club Pulse de Orlando. / periodico

RAMÓN LOBO

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La matanza de Orlando es tan compleja que resulta difícil optar por una sola causa: terrorismo islámico, lobo solitariohomofobia, falta de control en la venta de armas. Es posible que las tres últimas estén muy relacionadas. La extrema derecha de EEUU, encarnada por Donald Trump, un cierto número de senadores y representantes, por lo general republicanos, un canal televisivo de noticias y personas que se declaran cristianas, optan por el terrorismo islámico. Es lo más conveniente: el mal no tiene nada que ver con ellos, procede de fuera, es extranjero. Para extirparlo basta con cerrar la frontera a los musulmanes y poner bajo vigilancia a los que viven en EEUU.

Así lo expresó Trump, el casi seguro candidato republicano: apostó desde el primer instante por el islam radical. No importó que no hubiera pruebas (sigue sin haberlas); él toca de oído. Su banda sonora interior es el odio impulsado por el racismo y una homofobia poco subyacente. Pertenece a esa parte de EEUU que odia a Obama mordiéndose la lengua, sin expresar el verdadero motivo de la inquina porque es una cuestión de piel, de su piel: no soportan la presencia de un negro en la Casa Blanca, como no soportarán a una mujer. Esta es la América que vota a Trump, la América alfa, blanca, xenófoba y zarandeada por la crisis.

HOMILÍA HOMÓFOBA

Corren por Internet las palabras de Roger Jiménez, pastor baptista de Sacramento. En su homilía justificó la muerte de 49 “sodomitas”; así llama a las víctimas. Dijo que era una pena que Omar Mateen no terminara su trabajo (sic). No se trata de otro loco solitario que dispara palabras, es parte del mismo clima de odio del que se alimentan los que aprietan el gatillo.

Nos escandaliza lo dicho por el pastor; es alguien a quien podemos separar del grupo y exclamar que no tiene nada que ver con nosotros. Pero sabemos que su motor es la homofobia religiosa que tilda alos homosexuales de enfermos, tarados y viciosos. Esta visión fanatizada no es solo un asunto estadounidense, también está enraizada entre nosotros. Pensemos en el cardenal Cañizares: procede a la misma simplicidad del pastor de Sacramento, pero expresada de manera menos grosera. 

Más allá de que el asesino del club Pulse se radicalizara por Internet y revistiera su acción con el manto apocalíptico del Daesh, en él bulle una homofobia de libro, de aquellos que odian a los gais porque se odian a sí mismos, a su tendencia sexual no aceptada. Omar Mateen era violento, maltratador, inestable, una persona que dejó un historial de advertencias de su peligrosidad. Pese sus antecedentes compró sin problemas un fusil de asalto semiautomático. Algo falla en el sistema.

El 26 de junio del 2015, el Tribunal Supremo de EEUU aprobó el matrimonio gay. Fue el final de una larga lucha que logró su primer éxito en el 2003, cuando Massachusetts aprobó una legislación que permitía los matrimonios entre personas del mismo sexo. Desde entonces un goteo: Connecticut (2008), Vermont (2009)… Antes de que fallara el Supremo, era legal en 37 Estados e ilegal en 13, en la llamada América profunda: Arkansas, Ohio, Georgia, Kentucky, Luisiana, Michigan, Mississippi, Missouri, las Dakotas, Tennessee, Texas y Nebraska. La legalización del matrimonio gay es un asunto que afecta a la esencia del sistema democrático: la igualdad de derechos.

El atentado de Orlando ha creado algunos puentes, sin duda provisionales, entre la derecha republicana y la comunidad LGBT. Se multiplican las declaraciones de apoyo, pero el senador republicano por Florida, Marco Rubio, expresa su dolor “por la persecución que sufren del Estado Islámico”. Rubio sigue en su casilla, igual que John McCain que culpa a Obama por no acabar con el Daesh.Es el virus Trump.

Cuando pase el revuelo y las cámaras se muden a otra desgracia, cuando regrese el fragor de la campaña por la presidencia, quedará la realidad, la de los intransigentes, la de Carolina del Norte que lidera una revuelta de 11 Estados que rechazan cumplir una orden federal para acabar con la discriminación de los transexuales en los urinarios de las escuelas públicas y crear espacios comunes. Si quedan tantos trazos, y bien gruesos, de racismo, ¿cuánto tardará en apagarse la homofobia?

Unos disparan leyes, palabras, otros balas. La homofobia, la islamofobia, la eurofobia nacen del odio, y este de la ignorancia. Es lo que ha sucedido en el Reino Unido con el asesinato de la diputada laborista Jo Cox al grito de “British first”.Para esquivar la responsabilidad decimos que al asesino es un desequilibrado; así se crea la distancia aséptica que nos protege moralmente, así se construye la amnesia colectiva.

La intolerancia se cura con educación, por eso este es el gran campo de batalla entre el saber objetivo y las religiones; entre Darwin y Torquemada.