La posguerra

Una Sociedad de Naciones ineficaz

Asamblea general de la Sociedad de Naciones, Ginebra, 1932.

Asamblea general de la Sociedad de Naciones, Ginebra, 1932.

XAVIER CASALS

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La ONU tiene su origen en un organismo creado por los vencedores de la Gran Guerra: la Sociedad de Naciones (SDN), que debía garantizar la paz mediante la cooperación internacional. Aunque fracasó en su meta y hoy su existencia es poco conocida, su experiencia marcó el siglo XX. ¿Cuál fue su historia?

El presidente estadounidense Woodrow Wilson lo concibió para que fuera un puntal esencial del mundo de la posguerra, guiado por su idealismo (no exento de mesianismo) y quizá también porque le sedujo diseñar una «constitución mundial» al haber sido un profesor de ciencia política. Su implicación en este proyecto fue tal que en 1919 presidió la comisión de la SDN y se instaló medio año en Europa, algo excepcional en la historia de EEUU.

El pacto fundacional de la entidad entró en vigor el 10 de enero de 1920, rodeado a la par de entusiasmo y escepticismo. Harold Nicolson, entonces un joven diplomático británico, lo recordó así: «Viajábamos a París […] para fundar un nuevo orden en Europa. No estábamos preparando la paz a secas, sino la paz eterna». En cambio, el presidente francés Georges Clemenceau expresó dudas al respecto: «Me gusta la SDN, pero no creo en ella». La trayectoria de la entidad validó los augurios pesimistas, al actuar lastrada por tres problemas importantes.

El primero fue su funcionamiento. Su asamblea general contemplaba la presencia de todos los países y se estableció que las decisiones importantes se tomaran por unanimidad, lo que dificultó su funcionamiento. El segundo fue su carencia de efectivos armados para hacer cumplir sus resoluciones y sus sanciones quedaron relegadas al plano económico y moral. El tercer obstáculo que afrontó fue la ausencia de las grandes potencias: EEUU nunca perteneció a ella porque su Senado, de mayoría republicana y aislacionista, era contrario a Wilson y no ratificó su incorporación; Alemania ingresó en ella en 1926 y la abandonó en 1933 (al igual que Japón); y la URSS no se integró hasta 1934. Igualmente, la existencia de imperios coloniales hizo que americanos y europeos dominaran el organismo, que solo acogió a dos estados africanos: Etiopia y Liberia.

En este contexto, el belicoso clima internacional de los años 30 evidenció la impotencia de la SDN para garantizar la integridad de los estados, pues no pudo impedir la invasión japonesa de Manchuria en 1931, ni la conquista italiana de Abisinia en 1935. El inicio de la segunda guerra mundial en septiembre de 1939 la dejó inoperante y celebró su última reunión el mes siguiente. Se disolvió en abril de 1946 y transfirió sus activos a la recién creada ONU.

LA HERENCIA OLVIDADA / ¿Fue infructuosa la labor de la SDN? La respuesta es negativa por dos razones. Por una parte, alumbró organismos de cooperación que han sobrevivido hasta hoy, como la Organización Internacional del Trabajo o la Organización Mundial de la Salud. Por otra, puso los cimientos de la ONU. Lord Robert Cecil, galardonado con el Nobel de la Paz, la consideró «un gran experimento», ya que «por primera vez se construyó una organización, en esencia universal […] para abolir la guerra». En suma, la SDN testimonia cómo nuestro orden internacional es deudor del erigido sobre las cenizas de la Gran Guerra.

Y MAÑANA:

25. El genocidio armenio