LA GUERRA DE SIRIA

Una frontera cerrada a cal y canto

Miles de refugiados sirios se agolpan en la frontera con Turquía, huyendo de los bombardeos del Ejército de Asad y de Rusia para recuperar Alepo.

Miles de refugiados sirios se agolpan en la frontera con Turquía, huyendo de los bombardeos del Ejército de Asad y de Rusia para recuperar Alepo. / AP / BUNYAMIN AYGUN

JAVIER TRIANA

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Para unos pocos heridos, abre la muralla. Para miles de refugiados, cierra la muralla. Esta parece ser, hasta ahora, la política que sigue el Gobierno de Turquía en el paso fronterizo de Öncüpinar, donde se agolpan decenas de miles de refugiados sirios (las últimas estimaciones hablan de al menos 35.000) que huyen de la ofensiva sobre Alepo y alrededores que el Ejército de Siria, apoyado por la aviación rusa, acomete para tratar de recuperar la plaza.

Esta aduana permaneció hoy también cerrada y el día transcurrió allí de manera relativamente tranquila, a pesar de las circunstancias. Ni se oyeron bombardeos lejanos ni las fuerzas de seguridad turcas que custodian el paso parecían alteradas en exceso. Los vehículos que cruzaban hacia siria eran en su mayoría camiones de mercancías, aunque también humanitarios. En el otro lado de la frontera éstos convoyes turcos están repartiendo tiendas, alimentos, mantas y asistencia sanitaria a los refugiados, en un intento por que los sirios permanezcan en su propio país. Las agencias humanitarias turcas, como la Fundación de Ayuda Humanitaria (IHH), han establecido campamentos de refugiados en el lado sirio, adonde no cesa de llegar gente por cualquier medio.

En la organización humanitaria Mercy Corps, la preocupación también se acrecienta. El grupo asegura que se ha incrementado el número de civiles muertos y heridos, debido al recrudecimiento de los bombardeos, en su opinión, los de mayor intensidad desde el inicio de una guerra que dura ya casi cinco años. El riesgo de no poder asistir a las víctimas desvela a la organización. “Los riesgos siempre han sido altos, pero ahora aumentan cada día”, indican, mientras que cifran en entre 70.000 y 80.000 personas el éxodo actual y alertan de un posible aumento aún más drástico en los próximos días.

POCAS OPCIONES

Las bombas que Moscú esparce sobre Alepo espantan cada vez a más ciudadanos y les dejan pocas opciones más que la huida. No a Mahmoud, un cooperante local: "¿Que por qué no huyo? La pregunta correcta sería que por qué me debería ir de mi ciudad. Aquí somos una familia”, asegura a EL PERIÓDICO por vía telefónica. El miedo a un cerco total a la ciudad –afirma– ha terminado por decidir a más gente de que salir de allí mientras se pueda es la mejor opción.

Según Mahmoud, la situación es “muy mala”, de “pánico entre la población civil”. Aunque a veces admite que es más seguro salir a trabajar. Este domingo, por ejemplo, estaba nublado y ha habido menos bombardeos de los habituales. Las horas más peligrosas, no obstante, son entre la una y las tres de la tarde. “A esa hora el cielo está más despejado y todo es más idóneo para que vengan a matarnos”, ironiza el trabajador humanitario sirio.

Las bombas, según la fuente, cayeron este domingo en la campiña al norte de Alepo, cerca de las poblaciones de Nobbol y Al Zahraa, además de en el mismo centro de Alepo. La munición usada, bombas de racimo y de vacío. “En esas zonas solo está el Ejército Sirio Libre”, relata Mahmoud. “El Estado Islámico se encuentra solo a cinco kilómetros de esos pueblos y allí no hay bombardeos”, se queja.

POSIBLE APERTURA

Las informaciones consultadas por Mercy Corps señalan a una posible apertura fronteriza por parte del Gobierno turco que alcanzaría hasta a 40.000 refugiados. El cuándo, se desconoce. Pero el viceprimier ministro turco, Numan Kurtulmus, ha vuelto a expresar la intención del Ejecutivo de Ankara de abrir el paso a estos refugiados. “Turquía no está en posición de decirle a esta gente: 'no vengáis'. No tenemos esa opción. Si no, sería casi una condena a muerte para ellos”, indicó en declaraciones a la cadena de televisión turca CNN-Türk. Kurtulmus no detalló el motivo del cierre fronterizo (efectivo desde marzo del pasado año, aunque nunca con tal cantidad de refugiados al otro lado) ni tampoco dio detalles sobre los supuestos 15.000 sirios que, dijo, Turquía habría admitido por ese paso en los últimos días. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha reconocido también este domingo que quizá Turquía no tendrá otro remedio que dejar entrar a la nueva ola de refugiados.

Desde el lado sirio de la frontera hacia Turquía llegan sobre todo ambulancias que sirven para evacuar heridos y trasladarlos al novísimo hospital de la cercana localidad turca de Kilis, que durante el inicio de la tarde de este domingo recibía una media de una ambulancia cada 15 minutos, con un nuevo herido. Familiares esperaban fumando o charlando en los alrededores del edificio.

LOS HERIDOS

Kazin Kenyo es uno de los heridos que recibe tratamiento en ese centro hospitalario estatal, a apenas cinco kilómetros de la valla que separa ambos países. “Luchan contra nosotros el Estado Islámico, los kurdos y [las tropas del presidente sirio, Bachar] Asad. Y encima, los bombardeos rusos”, cuenta el joven combatiente opositor tumbado en su cama, en una habitación compartida junto con otros dos heridos más en la planta baja del hospital. Uno de sus vecinos de cuarto tiene vendados los ojos y no articula palabra alguna.

En medio de todo este berenjenal, la Unión Europea ha pedido a Turquía, cuyo territorio ya aloja a más de tres millones de refugiados en su mayoría sirios, que deje pasar a la nueva oleada migrante fruto del asedio de Alepo. Bruselas quiere que Ankara les abra la muralla hasta su territorio. Pero que la cierre antes de que estos refugiados traten de salir de él con destino a suelo comunitario.