La ultraderecha gana en las urnas en Austria aunque el voto por correo decidirá el presidente

Norbert Hofer.

Norbert Hofer.

Carles Planas Bou / Berlín

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Austria ha vivido este domingo una de las jornadas políticas más emocionantes de las últimas décadas. Tras un recuento agónico y muy ajustado que ha durado toda la tarde, el candidato del xenófobo y euroescéptico Partido por la Libertad (FPÖ), Norbert Hofer, ha vencido con el 51,9% de los votos al ecologista Alexander Van der Bellen, según ha apuntado el ministerio del Interior. Aún así, Austria irá a la 'prórroga' ya que los más de 800.000 votos por correo que se recontarán mañana pueden dar la vuelta al resultado y cambiar el rumbo político del país.

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales, Hofer había arrasado. Su victoria, que enterraba por primera vez en la historia las opciones presidenciales de los partidos austríacos tradicionales, parecía aún más clara por los más de 15 puntos que entonces le separaban de Van der Bellen. Todo apuntaba a que Austria iba a convertirse en el primer país de la UE con un presidente perteneciente a la extrema derecha. Pero la polarización ante las dos opciones ha dado alas a los ecologistas, que han obtenido el 48,1%. Ahora, el estrecho margen entre los dos candidatos hace que la emoción se viva hasta el último momento y que los votos de los residentes fuera de Austria sean más trascendentes que nunca.

El voto exterior, que se recontará durante la jornada del lunes, supone hasta el 14% del sufragio total. Eso hace que la victoria de Hofer sea temporal y que mañana la alegría del FPÖ pueda quedar en papel mojado. Las dos formaciones, situadas en ambos polos del espectro político austríaco, han recibido alrededor de 2,2 millones de votos. Según ha apuntado el instituto de sondeos austríaco SORA, el voto por correo podría situar a Van der Bellen en la presidencia de Austria por solo 2.987 votos de ventaja.

OBREROS DE ULTRADERECHA

Más allá de quien salga victorioso, los comicios de este domingo dejan claro que la ciudadanía austríaca está dividida y que el impacto del populismo xenófobo va al alza. Los sondeos apuntan a que la ultraderecha ha convencido a hasta el 86% de los obreros del país. El discurso del FPÖ, centrado en culpar al Gobierno y a los refugiados de las dificultades económicas de los ciudadanos, ha calado hondo. Por su lado, Van der Bellen ha obtenido el 67% de los votos de mujeres y hasta el 81% de las personas con carrera universitaria.

Otro dato curioso de la jornada que explica el impacto del FPÖ ha sido el geográfico. Los populistas han ganado en la mayoría de pueblos mientras que Los Verdes se imponen en las grandes urbes. Es el caso de Viena, donde han obtenido la victoria por un margen holgado con el 63% de los votos mientras que Hofer se ha quedado con tan sólo el 37%. “Viena es una isla dentro de Austria, es más progresista que las otras regiones”, asegura Karin Liebhart, politóloga de la Universidad de Viena. A pesar de eso, en los comicios municipales del pasado agosto el FPÖ obtuvo los mejores resultados de su historia y se posicionó como segunda fuerza en una ciudad tradicionalmente socialdemócrata.

TRADICIÓN XENÓFOBA

El presidente de la república austríaca tiene unas funciones limitadas y su figura se centra más en la representación. Aún así las elecciones de este domingo han tenido un carácter y una expectación insólita, ya que por primera vez en muchos años la ultraderecha austríaca ha obtenido el músculo suficiente para ser una alternativa real al poder y asumir una posición política de primera fila. Hofer o Van der Bellen, sea quien sea el ganador, tendrá en sus manos destituir el gobierno, disolver el parlamento y alzarse como comandante en jefe del ejército, unos derechos más generosos que en otras repúblicas.

Austria siempre ha sido un país en el que la ultraderecha se ha sentido cómoda y ha gozado de cierta aceptación entre la ciudadanía. En los comicios de 1999 el FPÖ obtuvo el 26,9% de los votos y formó un gobierno de coalición con el Partido Popular (ÖVP). La llegada de la ultraderecha al poder como socio menor produjo un escándalo en Europa y tras las sanciones de los miembros de la Unión Europea, Austria avanzó las elecciones en el 2002 tumbando así a los populistas. Su auge actual, paralelo al crecimiento de la xenofobia en el continente, ya no parece escandalizar a nadie en Bruselas.