EL HORIZONTE DE LA SANTA SEDE

La última frontera del Papa

Proximidad 8 El papa Francisco, durante su reciente visita a Corea del Sur.

Proximidad 8 El papa Francisco, durante su reciente visita a Corea del Sur.

ROSSEND DOMÈNECH
ROMA

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«¿Si quiero ir a China? ¡Claro que sí, incluso mañana!» La respuesta sale espontánea de la boca del Papa frente a una pregunta de los periodistas durante el vuelo de regreso a Roma tras la reciente visita a Corea del Sur. Ningún Papa ha podido realizar el viaje, pero el país está gobernado ahora por Xi Jinping, presidente moderado y pragmático, y en el Vaticano hay un Papa que antepone la atención a las personas a la imposición de las normas. «Los cristianos no vienen aquí como conquistadores, a cancelar la identidad», dijo Bergoglio a los obispos asiáticos en Corea y a puerta cerrada.

Para el viaje, Pekín autorizó el vuelo papal a pasar por su espacio después de habérselo negado a Juan Pablo II y a Benedicto XVI. Como suelen hacer los Papas, Francisco envió telegramas a los gobernantes de los países que sobrevoló, saludando al «bello y noble» país de China. No hubo respuestas.

«China ha sido siempre sincera en mejorar las relaciones con el Vaticano», comentó después Hua Chunying, portavoz de Exteriores de Pekín. «Tenemos la esperanza de que un día China y Vaticano puedan establecer relaciones diplomáticas y que el Papa pueda visitar China», dijo Mathew Zhen Xuebi, influyente eclesiástico de la diócesis de Pekín, perteneciente a la que hasta el 2007 se llamaba la Iglesia Nacionalizada, opuesta y con frecuentes litigios conocida como la Iglesia Clandestina.

Tras la victoria comunista en 1949, Mao Zedong declaró al nuncio del Vaticano en China, Antonio Riberi, como persona non grata. Acto seguido se le subió a un tren que iba a Hong Kong, que entonces era una colonia británica. Desde ese momento, las relaciones entre China y el Vaticano han pasado por momentos de acercamiento y otros de áspero alejamiento.

Persecuciones y arrestos

En 1957, el Gobierno chino nacionalizó la estructura de la iglesia católica, incluidos curas y obispos, que años después cobrarían incluso un sueldo estatal, llamándola Asociación Patriótica (AP). Pero la mayor parte de la iglesia pasó a la clandestinidad, metiéndose en un lío infinito de persecuciones, arrestos, campos de trabajos forzados y cursos de reeducación patriótica, equivalentes a un lavado de cerebro. Actualmente, la iglesia llamada oficial o patriótica cuenta con unos 5,5 millones de fieles, mientras que la clandestina tiene unos 10 millones.

El Gobierno chino ha objetado siempre que el Vaticano debe reconocer a Pekín y no a Taiwán y a la vez «no inmiscuirse en asuntos internos», que significa aceptar que sean las autoridades del país asiático las que nombren a los obispos y no «una autoridad extranjera», en referencia a la Santa Sede. En Taiwán, el Vaticano, expulsado de la China continental, mantiene solo un negociado sin embajador.

La situación cambió en el 2007, con una carta de 54 páginas en la que Benedicto XVI cerró una época. El entonces Papa explicó que en el país asiático no hay dos iglesias, sino dos líneas y pedía a las autoridades que reconocieran a los clandestinos y estos a los patrióticos. Yang Yu, entonces portavoz del Ministerio de Exteriores de Pekín, aplaudió el contenido de la misiva papal.

Hasta aquel momento las dos iglesias no siempre se distinguían. En algunas provincias las autoridades perseguían y siguen persiguiendo a los clandestinos, pero en otras, en cambio, no. En el seminario de Pekín, que es de los patrióticos, campea un retrato del Papa de Roma y estudian también seminaristas clandestinos. Católicos de EEUU y otros países ofrecen becas a patrióticos y clandestinos y en algunos templos curas oficiales y clandestinos se turnan para las misas.

Tras la carta sucedió lo inesperado, ya que la iglesia oficialista china intentó hacerse con la iglesia clandestina, poniendo en pie incluso una especie de conferencia episcopal, con los clandestinos obligados a participar. «El Vaticano fue demasiado optimista», comentó el eclesiástico Bernardo Cervellera, director de Asianews, la agencia de noticias asiáticas del Instituto Pontificio de Misiones, y uno de los sinólogos más seguidos.

En el 2011, la iglesia oficialista impuso que dos obispos no reconocidos por Roma consagraran a otros cuatro obispos. El Papa repartió excomuniones, la iglesia china exigió su retirada y el portavoz de Exteriores las definió como «altamente irracionales y groseras».

Si la situación no cambiase, el Papa podría tener que excomulgar a la comunidad católica patriótica. «Un drama», afirma Cervellera, porque los católicos patrióticos chinos son millones y, de suceder, los exclandestinos tendrían que volver a las catacumbas para un largo invierno.