Tusk admite que el cierre de los Balcanes redobla la presión sobre el Mediterráneo

Un barco de la marina italiana rescata a un grupo de migrantes frente a las costas de Sicilia el lunes.

Un barco de la marina italiana rescata a un grupo de migrantes frente a las costas de Sicilia el lunes. / periodico

SILVIA MARTINEZ

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Tanto Donald Tusk como Jean-Claude Juncker, los presidentes del Consejo Europeo y la Comisión Europea, respectivamente, admiten que el acuerdo para devolver inmigrantes y refugiados de Grecia a TurquíaGreciaTurquía ni es perfecto ni fácil de aplicar pero siguen defendiéndolo a capa y espada como la mejor solución. Y eso, pese a las últimas cifras que confirman lo que muchos auguraban: un cambio de ruta y un aumento de las llegadas a través del mediterráneo central. Solo ayer, según Médicos Sin Fronteras, fueron rescatadas entre Libia e Italia 2.154 personas y en las ultimas 48 horas suman ya más de 4.000, según la Organización Internacional para las Migraciones.

“No hay que olvidar que la ruta de los Balcanes no es la única que existe. Hay que tener muy presente la ruta del mediterráneo central” porque “el número de inmigrantes que están en Libia es alarmante. Debemos estar preparados para ofrecer ayuda y solidaridad a Malta Italia”, admitía Tusk durante un debate celebrado este miércoles en la Eurocámara sobre los efectos del acuerdo con Turquía. Según el presidente de la UE, desde comienzos de año han llegado 20.000 inmigrantes irregulares por esta vía central, en su mayoría procedentes de países como Nigeria, Somalia, Gambia, Guinea o Costa de Marfil pero no de Siria. "Los números están creciendo -admitía- pero qué hubiera pasado de no cerrar la ruta de los Balcanes occidentales?", se preguntaba tras el debate.

Era la primera vez que el pleno del Parlamento Europeo evaluaba públicamente el polémico pacto y las casi tres horas de debate han servido para poner de manifiesto los muchos interrogantes, las intensas dudas y los duros reproches que genera el acuerdo cerrado hace casi un mes con el gobierno de Tayyip Erdogan para repatriar a su país a todos los inmigrantes irregulares y refugiados que lleguen a territorio griego.

EGOÍSMO DE LOS ESTADOS MIEMBROS

“Nos hemos visto casi obligados a firmarlo por el egoísmo y la cerrazón de algunos estados miembros que se han negado a llevar a cabo la reubicación de refugiados. Nadie tiene una barita mágica pero la llave para vencer en este reto es un mecanismo obligatorio y automático para acoger inmigrantes”, insistía el jefe de filas de los socialistas, el italiano Gianni Pitella. La sensación generalizada entre la mayoría de los grupos de la cámara es que el acuerdo no está funcionando, que la UE ha cedido ante las pretensiones del gobierno de Erdogan y que Ankara no solo no está cumpliendo con su parte del trato sino que amenaza con romperlo cuando lo considere oportuno.

“Nos hemos puesto en manos de Erdogan y su Gobierno. Está utilizando a los refugiados como arma política”, alertaba el líder de los liberales, Guy Verhoftstat, que criticaba la decisión europea de “deslocalizar nuestros problemas a un líder autocrático” que hace tan solo dos días daba “instrucciones al Gobierno alemán” para juzgar a una persona por un comentario satírico. “No es que comparta lo que dijo pero en una sociedad libre estos poemas satíricos tienen que ser posibles”, añadía. “Le hemos dado a Erdogan la llave de entrada a Europa. Si nos ponemos a merced de alguien como Erdogan y externalizamos nuestras responsabilidades a Turquía es el inicio de una política de bazar turco”, proclamaba.

CRÍTICAS DE LA IZQUIERDA

Izquierda Europe y los Verdes ponían el acento en dos elementos que generan enorme preocupación: El hecho de que no consideran a Turquía un país seguro porque no respeta los derechos de los solicitantes de asilo y las preocupantes denuncias sobre la expulsión de refugiados a Siria. “No ha ayudado a resolver la crisis de refugiados. Turquía no es un país seguro ni para sus propios ciudadanos. Apesta a ilegalidad”, criticaba el eurodiputado Josep María Terricabras.

Pese a este aluvión de críticas, la Comisión Europea defiende el pacto con Turquía. “Sabemos cuáles son los puntos flacos del sistema actual y los traficantes también lo saben”, advertía su presidente, Jean-Claude Juncker. Pero “o se acepta que la ley la marquen los traficantes o se acepta este acuerdo”, añadía entorno a un negocio que generó a las mafias entre 3.000 y 6.000 millones en 2015.

CRÍTICAS A TURQUÍA

Juncker admite, no obstante, que hay cuestiones que generan profundas dudas. “No es normal que un embajador alemán debido a la cuestión de un poema satírico sea atacado. Es algo que no acerca a Turquía hacia la UE sino que lo aleja”, reconoce. Pero la postura en Bruselas no ha cambia. “La cooperación con Turquía es la mejor de las soluciones que tenemos ante nosotros. Lo mejor que podemos hacer para proteger nuestras fronteras es cooperar con los vecinos”, defiende.