Padres de una escuela griega se niegan al acceso de niños refugiados
Javier Triana
Periodista
JAVIER TRIANA / ESTAMBUL
Una vuelta al cole plagada de obstáculos para los niños refugiados en Grecia. Varios padres de la Escuela Primaria de Melissohori, en la norteña localidad griega de Oreokastro, protagonizaron al comienzo de esta semana una protesta con la que pretendían impedir el acceso al colegio de varios niños refugiados que habitan de manera temporal en un campamento cercano. Entre las preocupaciones de los opositores a la entrada, la supuesta mala salud de los migrantes y las consecuencias que podría tener sobre sus vástagos.
Pero el ministro griego de Educación, Nikos Filis, se apresuró a desmontar estos miedos. “Hemos tomado todas las medidas junto con el centro de Prevención y Control de Enfermedades para que los niños tengan todas las vacunas necesarias”, explicó Filis. El responsable heleno de Educación señaló que la protesta de Oreokastro “es inaceptable y no es representativa de la sociedad griega”. “Por suerte -agregó- fue la reacción de una pequeña minoría y no preocupa a todos los padres ni a todos los niños. Ni siquiera a una mayoría de padres y niños”.
En declaraciones recogidas por la prensa griega, Filis detalló que los nuevos alumnos pasarán primero por clases de adaptación y apoyo por las tardes para perfeccionar sus habilidades lingüísticas y después incorporarse a las clases normales. “No hay motivos de peso [para rechazar a los niños refugiados]. Hay prejuicios”, zanjó.
La fiscalía del Tribunal de Primera Instancia de la cercana ciudad de Salónica ya ha comenzado una investigación sobre la decisión de la Asociación de Padres y Tutores de la escuela de llevar a cabo la sentada por un supuesto crimen racista. Por su parte, el grupo neonazi Amanecer Dorado ha elogiado la protesta por contribuir a evitar lo que consideran “la islamización de Grecia”.
15.000 ESCOLARES REFUGIADOS
Con 60.107 refugiados varados en el país (según las cifras oficiales de Atenas a fecha 15 de septiembre) y brotes racistas como el mencionado, Grecia afronta la tarea de integrar a más de 15.000 niños refugiados que quieren ir a la escuela pública. Si bien la situación en Oreokastro, como afirma el ministro heleno de Educación, no es representativa, sí es un añadido para las enormes dificultades en este frente que supone esta emergencia humanitaria.
En la vecina Turquía, el número de menores refugiados es de más de 1 millón, de los cuales unos 450.000 no tienen acceso a una educación. El informe 'Forzados a huir', publicado esta semana por la oenegé Save The Children, detalla que “muchos no han puesto un pie en la escuela en cuatro años consecutivos y se enfrentan a la desalentadora perspectiva del trabajo infantil y un matrimonio precoz”.
La organización cita el ejemplo del padre sirio Abu Ahmad, procedente de una familia humilde y quien tuvo que trabajar desde los 6 años para ayudar a su familia. Un trago que quiso ahorrar a sus propios hijos cuando creció. Pero este sueño se desvaneció al empezar la guerra en Siria y verse obligado a huir hacia Turquía. Perdió su trabajo y su casa. Sin embargo, lo más duro fue perder la esperanza de ver a sus hijos con un título universitario.
MOLDEADOS POR LA MISERIA
“Mi hija Masa solo tenía un año cuando nos fuimos de nuestro hogar”, relata Ahmad. “Siria es su país y tiene derecho a vivir y crecer bajo su cielo. Pero ahora es como todos los otros niños sirios que crecerán como refugiados en otros países, sin infancia, derechos, sueños ni ambiciones –continúa su padre–. Cuando le pregunto qué quiere ser de mayor, dice que quiere trabajar en una fabrica. Su visión del mundo está moldeada por la miseria que la rodea”.
El dolor de esta situación puede a Ahmad: “A veces desearía no haber tenido hijos para no sentirme culpable por la situación en la que les he puesto. Si no podemos volver a nuestro país, este será su destino”.
En el contexto mundial, donde hay 21,3 millones de refugiados, los cálculos del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur) muestran que unos 1,75 millones de niños de este desafortunado colectivo no van a la escuela primaria, mientras que el número de adolescentes sin asistir al instituto es de 1,95 millones.
El director del Acnur, Filippo Grandi, alerta de la crisis que esto representa para millones de niños refugiados. “Es fundamental pensar más allá de la mera supervivencia”, destaca Grandi. “La educación permite a los refugiados a moldear de manera positiva el futuro de sus países de asilo y de sus países de procedencia el día que regresen”.
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