LA CRISIS GRIEGA

«No a Tsipras, no a la austeridad»

Muchos jubilados angustiados se agolpan ante las entidades bancarias para poder retirar parte de sus pensiones

Distribución de números entre los jubilados para poder acceder al banco a sacar dinero.

Distribución de números entre los jubilados para poder acceder al banco a sacar dinero.

MARC MARGINEDAS / ATENAS, ENVIADO ESPECIAL

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Salta a la vista que Ioanna Paparouna es de aquellas fumadoras compulsivas para cuya adicción no existe remedio conocido. Esta trabajadora jubilada, de 71 años, con el rostro atravesado por profundos surcos, encadena pitillo tras pitillo, mientras se desgañita coreando, frente a la sede del Ministerio de Economía y Finanzas, junto con decenas de compañeros pensionistas, consignas en contra del Gobierno de Alexis Tsipras y la Unión Europea. «Para mi, ambos son lo mismo», explica.

Activa y disciplinada militante del Partido Comunista Griego (KKE), reparte a diestra y siniestra panfletos en los que se convoca a los electores a un mitin que dará hoy el secretario general de esta formación política, Dimitris Koutsoumpas, pasquines en los que está escrita, en brillante tinta roja, toda una diatriba contra los Veintiocho y las políticas de austeridad: «No a Trispras, no a la austeridad ; liberémonos de la UE; devolved el poder al pueblo».Ioannaes una de las centenares de pensionistas que ayer acudieron a la sede ministerial, en la plaza Syntagma, a unos pocos centenres de metros del Parlamento -uno de los principales escenarios de Atenas donde estos días se libra la batalla política en el país, entre el Gobierno de Syriza y los partidarios y detractores del rescate- para exigir un encuentro con algún funcionario de la cartera encabezada por Yannis Varoufakis. «No nos moveremos de aquí hasta que logremos ver a algún responsable del ministerio», advertía Ioanna.

Una hora y media se prolongó la protesta, mientras una pléyade de cámaras de televisión de medios locales y extranjeros filmaban a los jubilados en plena efervescencia de indignación. «Cobro unos 650 euros de pensión; no puedo vivir con eso», se lamentaba Ioanna. Al cabo de un par de horas, los congregados emprendieron el camino de regreso, después de recibir la promesa de que representantes suyos tendrían acceso a Varoufakis mañana viernes. Dimos Koubouris, presidente del sindicato de pensionistas griego, agarró el micrófono y anunció a la concurrencia que la movilización había tenido éxito --eso sí, entre ataques verbales a la política de Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional- poniendo punto final al improvisado mitin justo en el momento en que un abrasador sol estival se desplomaba sobre el centro ateniense.

PENSIONES EN EL MERCADEO

El sistema de pensiones griego -junto con sus receptores- están en el centro de esta tensa y prolongada partida de ajedrez que mantienen los dirigentes europeos y el Ejecutivo griego de Syriza. Ayer era el día en que se rebrieron un millar de agencias bancarias para que los pensionistas que no dispusieran de tarjetas bancarias pudieran retirar parcialmente el importe de sus pensiones, toda una excepción al corralito impuesto por las autoridades griegas a comienzos de semana y un gesto hacia un sector de la población especialmente expuesto a los avatares de la crisis. En total, cada pensinista podía disponer de 120 euros en metálico durante esta frenética semana, que acabará el próximo domingo con un referéndum sobre el rescate.

Pavlos Kapantais, un joven reportero que ha visto en su propia familia los «padecimientos» de las generaciones de edad más avanzada debido a la crisis, se indigna cuando alguien plantea que el sistema de pensiones griego es más generoso que en otros países miembros de la UE. «Mi abuela era jueza en el Consejo de Estado (tribunal supremo para los contenciosos administrativos); antes de la crisis, es cierto que cobraba más de 3.000 euros, pero ahora su pensión no supera los 1.400 euros; esa es la pensión de un simple juez, no de alguien con su nivel profesional», comenta, con voz acelerada. «Hay pensiones que mantienen a toda una familia entera; el PIB griego se ha reducido en un 25%, escucha, es como si Grecia estuviera viviendo en una situación de guerra», comenta Pavlos.

De todos los apartados en discusión entre los representantes griegos y los ministros de Economía y Finanzas de la Eurozona, el de las pensiones es probablemente el más delicado de todos de abordar. El costo total del sistema griego de pensiones equivale a un 16% del PIB nacional. Los socios europeos y acreedores en Bruselas exigen, por un lado, el retraso en la edad de jubilación, de los 65 años actuales a los 67, además de la eliminación del EKAS, un complemento monetario a aquellos que no reciben la pensión mínima.

Atenas, en principio, está de acuerdo en ambos puntos, aunque pide ampliar los plazos para su puesta en práctica, al tiempo que diseñar algunos mecanismos compensatorios destinados al 20% más pobre, una vez que suprimido el complemento a los pensionistas que no reciben una cantidad mínima.

DISFUNCIONES DEL SISTEMA

La casi certeza de que cualquier acuerdo entre el Gobierno de Atenas y los representantes de la UE pasará factura mensualmente, de alguna forma u otra , a los pensionistas, fue lo que empujó ayer al mediodía a Ioanna y a sus centenares de compañeros a congregarse en las calles aledañas a la plaza Syntagma. Las promesas del primer ministro Tsipras, tras decretar el corralito, de que el Estado griego garantizaba el monto total de las pensiones no han tranquilizado a un sector de la ciudadanía griega que parece posicionarse, de cara al referéndum del próximo domingo, no solo por el voto negativo como un método de arrancar un mejor acuerdo de los Veintiocho, sino por volver a la moneda nacional, e incluso abandonar la UE. «Liberémonos de la UE, devolved el poder al pueblo», era su consigna.